­Pasadas las diez de la mañana del viernes, media decena de clientes observa con entusiasmo los productos que ofrece la nueva tienda del Málaga CF. Gorras, banderas y camisetas blanquiazules decoran el espacio que antes llenaban libros. Inmaculada Fuentes, la dueña del establecimiento, llevaba meses sin ver el espacio tan lleno.

Los cuentos han dado paso al merchandising. Llaveros, tazas, balones, paraguas, relojes y escudos. Así se transforma el decano de la literatura infantil en España en la única tienda de la franquicia futbolística presente en el Centro de Málaga.

El 2 de abril de 1984 Juan José Barrionuevo y su mujer, Inma Fuentes, abrían el negocio de sus vidas: Libritos, una librería infantil que 32 años y dos días después se vieron obligados a cerrar al no tener suficientes ingresos. Un mes y una semana después, el 11 de mayo de 2016, una tienda del Málaga CF ocupa el lugar de la mítica librería infantil.

Hoy, en pleno Centro, todo parece hablar de la apertura del nuevo lugar de culto de los aficionados malaguistas. Situada en la plaza de la Judería, lugar privilegiado de paso a la Alcazaba y junto a uno de los restaurantes más conocidos de Málaga, El Pimpi, el dibujo de una gitana y el murmullo de una fuente la miran.

Pero no son los únicos, todos los que por allí pasan de lunes a domingo entran a curiosear. Allí les recibe Inma Fuentes ataviada con una camiseta del equipo: «Aún estoy muy nerviosa ante el inicio de este nuevo proyecto. Yo sabía mucho de libros pero de fútbol aún tengo que aprender», confiesa la dueña del recién inaugurado establecimiento que comparte cargo con su hijo, Hugo Barrionuevo, y su nuera, Vicky San Martín, que tras recibir un mes de formación por parte de la franquicia se embarcan en un nuevo proyecto con el que esperan remontar el vuelo.

El tránsito de vecinos es incansable, todos quieren felicitar a los dueños de la tienda y desearles suerte en este nuevo sueño, que esperan dure 32 años más.

«Solo nos queda habituarnos», comenta Inma, que confiesa que el cambio de trato hacia los clientes le resulta casi abismal: «Antes teníamos contacto con ellos, les recomendábamos lecturas; ahora, los clientes llegan, escogen el producto y yo solo me encargo de cobrar», dice mientras se queja de que aún le cuesta habituarse al ordenador que preside el mostrador principal. A Inma aún les esperan miles de anécdotas que contar dentro de este nuevo sueño que se torna blanquiazul.