Hay un regalo predilecto. Todos los jóvenes lo quieren, la adolescencia ahora se vive a su ritmo. No se puede ser joven sin teléfono móvil y, de ahí, que se le de prioridad a la pantalla; la dependencia de las nuevas generaciones.

Tampoco puede tratarse de un modelo cualquiera, debe ser un smartphone y si es de última generación, pues aún mejor. La obsesión es no dejar de estar conectados, vivir el día a día mediante el aparato, ya sea por mensajería instantánea tipo Whatsapp o por redes sociales como Snapchat, Instagram o Facebook. Los datos hablan por sí sólos, se accede a Internet más por el móvil que por el ordenador, es el amigo invisible con el que todos cuentan. Pero lo que es una herramienta para el aprendizaje y la comunicación, también puede erigirse en una fuente de peligros como el cyberbullying o el sexting.

El teléfono se ha convertido en una herramienta inseparable, incluso, de los más pequeños. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la proporción de uso de tecnologías de información por la población infantil (de 10 a 15 años) es muy elevada. Así, la utilización del ordenador entre los menores es prácticamente universal (95,1%), mientras que el 93,6% también se conecta a Internet. En el caso del teléfono móvil el porcentaje tampoco deja de subir, siendo utilizado por más del 90% de los menores comprendidos entre los 10 y los 15 años. A pesar de que no existen cifras sobre la influencia del smartphone entre los menores de 10 años, los expertos advierten de que la edad de inicio podría rondar los 8 años, aunque sea a través del móvil de sus padres o familiares.

Siendo estos los datos la gran pregunta es, ¿a qué edad es adecuado comprar un smartphone?¿Supone un buen regalo de cumpleaños? Una cosa está clara: es lo que más se vende, pero quizás no sea lo más adecuado.

Lo más común es regalarlo a los 12 años, una edad en la que lo infrecuente es no contar con un teléfono de última generación. La presión social es real, como explica el experto en la materia y presidente de Proyecto Hombre Cádiz, Luis Bononato Vázquez: «Un adolescente sin móvil, que está metido en un ámbito social y académico, se siente distinto a los demás porque ya prácticamente todos a partir de 14 años, seguro al 100% a los 18, tienen teléfono móvil». Una presión que, según Vázquez, va más allá de la sociedad: «Hay unos intereses económicos para convertir el smartphone en un objeto indispensable y además ya desde muy corta edad», puntualiza.

Está presión crea, además, un problema nuevo. A través de las redes sociales y de Internet en general se exhibe demasiado la identidad, siendo los menores especialmente más vulnerables que los adultos.

La falta de datos sobre la materia hace casi imposible establecer una edad concreta ideal para la adquisición de este dispositivo móvil, coincidiendo todos los expertos en que depende del grado de madurez del niño en cuestión. No obstante, los expertos consideran totalmente ineficaz e inadecuada su posesión en los menores de doce años.

Daños y consecuencias

Las consecuencias más evidentes se desarrollan en el día a día, el uso excesivo del móvil resta tiempo de estudio y demás actividades que complementan el correcto desarrollo del menor y su personalidad, como puede ser la práctica de ejercicio físico o la relación personal con las personas de su entorno. Pero hay otras, más difíciles de detectar igualmente peligrosas.

Entre los daños personales, destaca el cuadro clínico de adicción: «Encontramos que la persona ya no se relaciona, o al menos de igual forma, con otras. Cuando se crea una especie de tolerancia, en el sentido de que se les permite que cada vez pasen más tiempo con el móvil, al dejar de usarlo se produce, entre comillas, un síndrome de abstinencia», avisa el director de Proyecto Hombre. ¿Cómo detectarlo? De entre sus manifestaciones, Bononato Vázquez destaca las siguientes: «Irascibilidad, ansiedad, nerviosismo, descontrol e incluso agresividad. A veces incluso contra los padres si les ha sido retirado el móvil por un castigo».

En todo caso, no deben saltar las alarmas. Siendo esta adicción una realidad, en la práctica se traduce en muy pocos casos. La mayoría de los jóvenes afectados se encuentran exclusivamente en un uso abusivo que no llega a formar parte del espectro severo de las dependencias.

Aún contando con los riesgos relatados el uso del smartphone no tiene por qué ser negativo. Simplemente hay que saber gestionar su utilización: «La importancia de la vigilancia en su uso es fundamental y prioritaria», expone la educadora social María Dolores Pomares. Del mismo modo, advierte a las familias: «Los padres enseñamos las nuevas tecnologías como un recurso de entretenimiento cuando pueden ser una herramienta instructiva». Así, lo más importante, reside en la educación del menor, el último responsable de su comportamiento.

Luis Bononato VázquezProyecto Hombre"Los problemas de adicción dependen de la madurez de cada joven"

Debido a la falta de datos sobre este tema es difícil establecer con exactitud el perfil de un afectado por esta adicción. Lo más importante en la personalidad adolescente es el del desarrollo de la identidad. Es una etapa donde confluyen una serie de cambios que favorecen la aparición de una crisis y que convierte a los jóvenes en personas especialmente vulnerables frente a este tipo de amezas. Es lo que expone Luis Bononato Vázquez, especialista y director de Proyecto Hombre Cádiz, que sólo puede hacer una orientación aproximada de la edad adecuada para la posesión de un smartphone: «Depende de cada circunstancia, cada niño tiene una madurez distinta. De forma orientativa podemos hablar de 12 a 14 años». La frontera entre el uso y el abuso de las nuevas tecnologías es una materia todavía a investigar por los especialistas.

María Dolores PomaresEducadora"Debería estar vetado el uso en los menores de diez años"

María Dolores Pomares también coincide en la dificultad para establecer una edad concreta. A este respecto, declara: «Los niños deberían estar más supervisados. Al menos, más de lo que están hoy día. Del mismo modo depende de la madurez del niño y del uso que haga, pero como mínimo debería estar prohibido antes de los diez años», precisa. La especialista, que trabaja como educadora, hace un llamamiento a la gestión de la utilización de esta herramienta, que puede ser, si se sabe manejar, potencialmente útil e, incluso, pedagógica: «Un smartphone dependiendo de su uso puede ser educativo, pero la socialización y el juego simbólico nos lo hemos cargado», advierte. Inculcar una utilización responsable y racional de las nuevas tecnologías es uno de los desafíos que tiene actualmente por delante el conjunto de la comunidad educativa.