­Miguel Ángel G., acusado de acabar el 22 de septiembre de 2013 con la vida de su exnovia, Estefanía Torres, y su hijo Aarón, de solo cinco años, fue declarado ayer culpable por unanimidad de los miembros del jurado popular que se ha encargado de su enjuiciamiento durante tres días en la Ciudad de la Justicia.

Tras escuchar el veredicto, y pese a que el lunes y el martes no visitaron la sala de enjuiciamiento, varios vecinos del barrio de La Luz y allegados a la familia de Estefanía Torres increparon al asesino, aunque finalmente se desalojó la sala sin problemas. La abogada de la familia ya explicó el pasado martes que los padres de Estefanía y sus amigos no querían comparecer en el juicio para evitar que un arrebato de agresividad del acusado perjudicara la marcha del plenario, como ocurrió hace un par de años cuando, al tratar de reconstruir el crimen, escupió y se encaró con los vecinos y estos casi se saltan el cordón de seguridad para pedirle explicaciones.

La Fiscalía ha pedido finalmente 43 años de prisión para el autor de uno de los crímenes que más ha conmocionado a la sociedad malagueña a lo largo de los últimos años, un doble asesinato que ha provocado multitud de manifestaciones y acciones de repulsa, lo que ha quedado reflejado, incluso, en las palabras del encausado durante el juicio, ya que ha llegado a explicar que a su hermana le han dado varias palizas de urgencia y que su madre, que vende cupones, está expuesta a lo mismo. Incluso él ha dicho que está veinte horas aislado en una celda. Su abogado, que ha hecho un papel muy digno en un juicio en el que su cliente no tenía defensa, llegó a decir que ha sido agredido en la cárcel porque saben quién es.

El acusado expresó su arrepentimiento por lo sucedido y pidió perdón, y reconoció que en 24 horas arrasó con todo. «Creo que tal como pasó todo, en 24 horas, ese día no era yo», indicó, para añadir después: «No me gusta lo que veo cuando me miro al espejo, no puedo cambiar el pasado, si pudiera cambiarme por ellos lo haría sin pensarlo».

Llegó a decir que en la noche del 22 de septiembre de 2013, cuando mató a Estefanía y Aarón y luego se acostó junto a ellos en la cama, no murió de sobredosis por poco, porque ya su vida ya no tenía sentido sin su hijo ni su mujer. También indicó que ha intentado suicidarse tres veces, pero no lo ha conseguido hasta ahora.

La fiscal de Violencia de Género, Flor de Torres, calificó en el juicio los últimos tres de meses de vida de Estefanía Torres de «calvario», que son los que van desde que ella lo deja hasta que él la asesina. «El acusado la sometió a llamadas constantes, hostigamiento con mensajes, insultos, manifestaciones de que sería suya sí o sí, control a través del menor, excesivas llamadas el día de los hechos», precisó.

No en vano, la acusadora pública incidió en que un amigo del encausado estaba aterrado de los mensajes que recibía en el sentido de que iba a matar a su exnovia y a su hijo. Las amigas de la fallecida han declarado que «no tenía libertad, que estaba hostigada, amenazada, sin posibilidad de rehacer su vida en libertad: estaba esclavizada por su verdugo».

De Torres precisó que la fallecida quedó la misma noche de los hechos para cenar con unas amigas y dos de ellas explicaron en el plenario que cuando salieron y entraron en la casa en la que se cometió el crimen lo vieron acechándola, lo que indica hasta qué punto vivía acosada la fallecida.

Brutal asesinato. Así, la fiscal relató que acuchilló a su exnovia y luego la asfixió, y que procedió igual con su hijo, que sólo pesaba 29 kilos. «Los niños ahora también son víctimas de la violencia de género», apuntó, para agregar: «Estefanía eligió la libertad y lo pagó con su vida y la de su hijo».

Los forenses han elaborado hasta siete informes diferentes estudiando la personalidad del encausado y en todos ellos se ha determinado que sabía diferenciar entre el bien y el mal y que, cuando se le contradice, tiende a la ira y a la agresividad. Se le ha retratado incluso como un egoísta.