Atrapada en una rueda de hámster. Así se encuentra la provincia. Una semana ha bastado. Apenas siete días para constatar que los primeros mensajes electorales que se han lanzado los cabezas de lista de los diferentes partidos llamados a granjearse el voto local guardan un sospechoso parecido con los que bien tuvieron a obsequiarnos en las pasadas elecciones del 20 de diciembre. Votar cada cuatro meses. La política no era esto y tampoco tiene nada que ver con una mayor participación democrática porque la consulta, en este caso general, nace de un fracaso estrepitoso que ahora amenaza con volver. Cuando dentro de dos semanas comiencen a acelerarse los tiempos en una campaña electoral, a la que los actores están llamados a acudir con un plus de culpabilidad, todo hace indicar que la realidad no será muy distinta a la vivida el pasado mes de diciembre. Si acaso la única variación palpable será la que mide el número de toallas por metro cuadrado en las playas porque en Málaga, eso se sabe, el verdadero reto para el 26-J será el de evitar que la cita con las urnas devenga en un descalabro histórico en cuanto a cuotas de participación.

El problema ya no es quién repite como cabeza de lista o saber quién se ha caído por el camino, sino ver como poco a poco la política, si es que alguna vez ha estado cerca, se va alejando de lo que es su verdadera misión y que no es otra que la de servir al ciudadano y resolver, en la medida de los posible, una situación de crisis prolongada que ha llevado el centro de la gravedad para muchas personas a la mera supervivencia. Ahora, que las ruedas de prensa se han multiplicado de nuevo y la presencia de los dirigentes políticos se intensifica, si es que alguna vez han decidido salir de los periódicos, hay una cosa que les delata en sus intenciones. Y es que el lenguaje en clave electoral, que, según el partido difiere en las formas pero coincide en el fondo porque realmente no aporta nada, ha vuelto a Málaga para demostrar que lo único que importa es el fin.

Cuando Carolina España, flamante cabeza de lista del PP, ha repetido esta semana hasta la saciedad que estos cinco meses de negociaciones habrían servido para que algunos partidos se quiten la máscara, se olvida que lo que les une a todos ya lleva mucho tiempo visible. Y no es otra cosa que el anhelo por alcanzar el poder o permanecer en él si ya lo tienen.

España por Málaga. Como siempre, a algunos esta repetición de las elecciones le vienen mejor que a otros. A quien mejor le ha venido es a Carolina España. En el PP, la crisis desatada con la renuncia del alcalde de Estepona, José María García Urbano, de seguir enrolado en el Congreso ha sido resuelta finalmente poniendo de uno a quien iba de tres. En este caso, vuelve a ganar protagonismo quien fuera todo en el Ayuntamiento de Málaga excepto alcaldesa, después de buscarse su devenir en la anterior legislatura defendiendo contra viento y marea la reforma laboral del PP. España, con capacidad de devastar el lenguaje mezclando a todo lo que no huela a PP en el saco del comunismo, ya ha dejado esta semana uno de los grandes momentos de esta campaña electoral al asegurar que será, precisamente, la por tantos repudiada reforma laboral de Mariano Rajoy la que será estudiada en todos los libros de Historia como una de las principales medidas que habría dado lugar a este nuevo despegue de la economía española. En todo caso, pudo haber sido mejor o así lo indica, al menos, la multimillonaria vuelta que planea sobre España por el incumplimiento del déficit. Sacar del rincón de la historia del PP es lo que quiere hacer precisamente Celia Villalobos con Elías Bendodo. Ha bastado con darse a conocer que España vaya de número uno para que Villalobos salga a decir por ahí que es la mejor candidata posible. El PP de Málaga sigue siendo como un reino de taifas entre vieja y nueva guardia y Villalobos le pasé la mano por el hombro bendiciendo a España también se puede ver como un gesto que también persigue un objetivo a largo plazo. Heroizar a España (la persona), durante estos cuatro años para que pueda competir en solvencia con el actual presidente del PP de Málaga por el legado de Francisco de la Torre en el Ayuntamiento de Málaga. Sin temple, quizá, porque ya todo el mundo lo sabe, Villalobos volvió a mostrar su disgusto con las formas en la que fue apartada en diciembre como cabeza visible del PP para dejar claro que hace tiempo que la número dos en la candidatura popular se calibra al rededor de una espina que tiene muy clavada. Cumpliendo con la ceremonia de la foto familiar para escenificar la puesta de largo de la candidatura popular estaba también ayer Avelino Barrionuevo. De los que celebró, como si le fuera la vida en ello, su entrada raspada en la Cámara Alta como tercer senador popular en las pasadas elecciones del 20 de diciembre, tendrá una noche electoral más tranquila en esta ocasión. Alertados por la confluencia entre Podemos e IU, que hace peligrar el tercer senador por Málaga, Bendodo ha optado por salvar a Barrionuevo colocándole de número tres en la lista al Congreso, lo que le garantiza su presencia en Madrid. El damnificado, quizá por el peso que soporta su mochila, ha sido Manuel Marmolejo, que se había barajado para ocupar el lugar que ahora sostiene Barrionuevo.

Como un disco rayado. El hecho de no tener un objetivo claro hace que el PSOE parta en la situación más compleja de todos los partidos. Cuando Susana Díaz dijo que la única manera que tendría Pedro Sánchez para ser el futuro presidente del Gobierno pasaría por ganar las elecciones, señaló de una manera sutil que no hay ninguna posibilidad de llegar a un futuro acuerdo de coalición con Pablo Iglesias. En esa línea también se ha instalado Miguel Ángel Heredia, que ha intensificado esta semana su presencia en los pueblos para demostrar que es el político que más se repite a sí mismo. Le preguntas por la hora y te agita con los fantasmas del PP o sitúa a Podemos en Cuba y Venezuela. No es lo mismo hacer política en tiempos de crisis pero el lenguaje puede llevar a la crisis hasta en tiempos de bonanza. En este sentido, sus discursos totalmente desideologizados y sin profundidad, nutren unos vicios comunicativos que ya tienen a detractores entre las propias filas del PSOE en Málaga. Si el resultado del 26J no convence, ya hay en la recámara voluntades suficientes para moverle la silla y peligra su cargo como secretario general.