­A pesar de las incógnitas que invaden al sector, pendiente todavía de resolver el puzle administrativo de la ocupación de la vía pública y la situación de las terrazas, la hostelería confía en que la excelente marcha del turismo arrastre al consumo este verano en Málaga, donde buena parte de las expectativas generales de la economía, con permiso de los alojamientos, se cifran en los resultados que sean capaces de procurar para sus negocios los bares y restaurantes de las zonas más concurridas.

Según informó ayer José Simón Martínez, portavoz de Mahos Amares, la flamante y reunificada asociación del colectivo, la temporada turística volverá a deparar cifras de crecimiento. Incluso, con mayor fuerza que en 2015, cuando los meses que separan a junio de septiembre concluyeron con la confirmación, en todos sus indicios, del retorno a la rentabilidad y a la estabilidad financiera. Esta vez la subida que se pronostica es del 3 por ciento, un nuevo salto si se considera que el referente no es la crisis, sino un curso, el pasado, que acabó con números más que positivos.

La previsión, aunque pendiente aún de nuevas revisiones, se alinea en continuidad con el transcurso del ejercicio, que está deparando buenos balances a todas la actividades que componen la industria turística. Especialmente, en zonas como el Centro, donde los establecimientos han salido reforzados por la explosión de la llegada de viajeros y la recuperación de los circuitos de los cruceristas. La docilidad de las perspectivas invita a la hostelería a armarse de paciencia. Y lo que es más importante, a engrosar sus plantillas, que, de acuerdo con José Simón Martínez, serán ampliadas de nuevo para atender la avalancha de turistas.

Con todos los elementos a favor, los bares y restaurantes ultiman en estos días la planificación de la temporada, que ha sido diseñada sin tener en cuenta posibles sobresaltos de última hora. Sobre todo, en lo que se refiere a la negociación en torno a la ubicación de las terrazas, que ha conocido en los últimos meses diferentes estados de temperatura. La más cercana a la combustión, la de febrero, que dejó al colectivo prácticamente a las puertas de una convocatoria de huelga.

El portavoz de Mahos Amares reconoce la inquietud, aunque confía en que las diferencias en la aplicación de la ordenanza municipal no afecten al rendimiento del sector ni a la configuración de las plantillas. Muy distinta es, sin embargo, la situación de los establecimientos de la céntrica calle Santamaría, que ya han sido advertidos por parte del Ayuntamiento de que no podrán contar con sus terrazas el próximo año. Una prohibición que el Consistorio justifica en las reducidas dimensiones de la arteria y que, de confirmarse, aclara José Simón Martínez, acarrearía despidos e, incluso, provocaría el cierre de algunos de los negocios. «La mayoría no pueden siquiera pensar en funcionar sin las mesas de las terrazas. Dejarían de ser rentables», puntualiza.

El Ayuntamiento y los hosteleros están inmersos en un proceso de negociación que tiene como objetivo replantear el uso del espacio público y conceder los permisos, a instancias del sector, en función del grado de saturación que presente cada zona del Centro Histórico. Mientras llegan las soluciones, y sin moratoria a la vista en las inspecciones y en las multas, los bares y restaurantes se preparan para encarar una temporada que, a excepción de los desajustes legales, parece aproximarse con razones más que sobradas para el optimismo. Y no sólo por el incremento de la afluencia de público del que hablan todos los informes turísticos, sino por la consolidación de un fenómeno esperado que ya empezó a asomar el pasado verano: el regreso de los ingresos. Y, dicho de otra forma, los clientes ahora, además de llenar las calles, también consumen.