­A veces las personas no son lo que parece.

«No soy tan bueno. No soy la persona que crees. Yo tengo una gran historia detrás. Yo he matado a gente».

Ian Conan, o como le suelen apodar, Conan, no es sólo un vagabundo que se sienta en su silla de ruedas al lado de un supermercado a esperar a que un buen samaritano le lance una moneda. Es algo más que eso. Enemigo del tiempo y de los relojes, aunque lleva uno en su muñeca izquierda, dice no querer saber nada del pasado o el futuro, sólo preocuparse por el presente. Quizá su desprecio al tiempo es consecuencia de tener que vivir con él sin más remedio; tenerlo como único amigo o enemigo inseparable.

Conan habla mientras da sorbos a su lata de cerveza escondida entre el hueco que queda entre su espalda y la silla de ruedas. «Éste es el que me acompaña siempre, es al único que tengo y yo soy lo único que tiene», afirma mientras se inclina para tocar a Jerry, su perro que apenas supera el tamaño de un caniche. Nieto e hijo de cirujanos, Conan decidió especializarse también en cirugía. «Es lo que ocurre, por tradición, abuelo, padre... pues estudias lo mismo».

- ¿Por qué España?

- Bueno, la vida da muchas vueltas. Es muy fácil entrar en un país pero muy difícil salir. El Gobierno me ha puteado mucho y en Málaga también he tenido lo mío. Con Francisco de la Torre, el alcalde. Me quitaron mi tienda de campaña que estaba ahí, en el parque de al lado del súper, y todos mis papeles que tenía, los papeles del perro, mis libros, todo.

El islandés enciende otro cigarrillo. Han pasado tres horas y lleva quince.

«Mira, yo he estado en la Guerra de Afganistán. ¡Sí!, ¡Viejo vagabundo!, ¿eh?»,- exclama mientras levanta las cejas y aprieta los labios. « En la guerra sólo podía cortar brazos y piernas, no podía hacer más. No quedaba otra, ¿entiendes?».

En su mirada parecía como si pasase todo aquello; pequeñas escenas de una película cuyo protagonista tenía su mismo rostro.

«He visto mucha muerte. Pero he salvado también vidas».

El islandés dice haber trabajado de todo. «He transportado un camión con armas».

Más vodka.

- Mira, te voy a decir algo. He matado a personas. A mí me mandaban matar a personas malas que hacían daño a personas buenas. Con un arma o con mis propias manos. No sabes lo difícil que era ver colgados a una familia entera de un puente. Yo mataba a esa gente mala, no a los buenos. ¿Sabes por qué mata la gente? La gente mata por venganza, no por dinero. Porque se le hace daño a la familia.

El cielo, que hasta hace unas horas estaba cubierto de nubes, ahora está cubierto por un manto lleno de estrellas.

«A veces hablo solo y me acuerdo de mi familia. Mi padre, mi mujer, mi único hijo y mi perro murieron en un accidente de coche. Con mi padre solía ir de pesca. Me encantaban esos días».

Personas invisibles, personas que no se ven o no queremos ver. Hombres y mujeres que quizá fueron cirujanos o quizá ni siquiera tengan la E.G.B, pero al fin y al cabo, personas. Porque al final sólo queda asumir aquello que decía Nelson Mandela de que tú eres el amo de tu destino y el capitán de tu alma.