Los especialistas del Aula del Mar confían en que el reciente ciclo de lluvias, que corrigió en el último momento los efectos de un invierno particularmente seco, sirva de parapeto natural este verano a la llegada de las medusas, un problema que se ha acostumbrado a regresar con puntualidad al inicio de la temporada de baños y que preocupa cada año en las playas de la Costa del Sol a cientos de bañistas.

A falta de completar el pronóstico, difíciles de mensurar con más de 24 horas de distancia, Juan Jesús Martín, portavoz del colectivo, se aferra al único indicio en positivo que hay ahora mismo sobre el sistema de predicciones: la aportación de agua dulce recibida por Málaga, que actúa normalmente como barrera para este tipo de especies. «No es una ciencia exacta, pero un invierno y una primavera seca suelen favorecer la presencia de medusas», explica.

En los últimos años, la Costa del Sol se ha visto salpicada en multitud de ocasiones por la proliferación de medusas que sacude a todo el Mediterráneo, y cuya persistencia ha hecho pensar a expertos de todo el mundo en la posible incidencia del cambio climático. En el Aula del Mar son prudentes a la hora de evaluar la relación y apuntan a causas unánimente reconocidas como la explotación de los caladeros, que ha hecho que escaseen especies como los boquerones, depredadores en alta mar de larvas como la de la Pelagia Noctiluca.

En el abanico de hipótesis, los investigadores reunidos precisamente en estos días en el simposio internacional de Barcelona, con 250 especialistas, apuntaron precisamente ayer a la construcción del Canal de Suez, que en su objetivo de servir de puente con el Atlántico resultó también clave en la introducción de especies invasoras. La más famosa en Málaga, la Noctiluca, que si bien no es letal, se ha acostumbrado a amargar las tardes a los bañistas con la amenaza de su picadura. De acuerdo con los expertos, se trata de una especie de picadura altamente urticante y sin apenas recorrido, lo que hace que su aparición en las costas dependa en última instancia del viento y de las corrientes marinas.