El espeso lodo negro que cubre el fondo de la desembocadura del cauce del Guadalmedina, en algunos puntos con una acumulación de 50 centímetros de espesor, empezó a ser retirado ayer por la mañana para limpiar el río y reducir el mal olor que afecta al entorno.

Emasa inició ayer los trabajos para limpiar el último tramo del Guadalmedina, que tendrán una duración de una semana y permitirán retirar 1.300 toneladas de lodo acumulado en esa zona. El objetivo es llevar este material a la estación depuradora del Guadalhorce y reducir así el impacto del mal olor, que en gran parte está producido por este material.

El concejal de Sostenibilidad, Raúl Jiménez, explicó que el coste de esta actuación es de 20.000 euros, a razón de 15 euros por tonelada de lodo. El inicio de la retirada en estos días coincide con una de las épocas del año con la marea más baja. Del resultado de esta limpieza dependerá la frecuencia de intervenciones posteriores, como apuntó Raúl Jiménez, quien explicó que esta limpieza servirá para dejar el cauce en óptimas condiciones y hacer un seguimiento de la velocidad con la que se acumulan estos lodos. A partir de ahí se hará un plan de trabajo para la zona.

La intervención de Emasa se divide en dos partes. Durante la marea baja las máquinas acumulan el lodo junto a la rampa de acceso a la parte acuática del río, a la altura de la sede del CAC Málaga. Esta franja de marea baja tiene una duración de seis horas y permite trabajar en los 180 metros de cauce sobre los que se puso una losa de hormigón y donde el agua se queda en apenas unos 20 centímetros de profundidad.

Durante la pleamar -marea alta- se aprovecha para depositar el lodo acumulado en los camiones cuba para su retirada.

El lodo es sacado en camiones estancos por la rampa del pasillo de Santa Isabel y transportado hasta la depuradora del Guadalhorce, donde es tratado junto con el resto de aguas residuales.

El gerente de Emasa, Juan José Denis, señaló que el lodo tiene su origen en una multitud de factores, como la deposición de arena procedente del mar, de los aliviaderos de aguas pluviales o de los desembalses del Limonero. Sin embargo, insistió es que es material inerte y menos contaminante que las aguas residuales.

El concejal de Sostenibilidad destacó que las soluciones permanentes pasan por construir un emisario submarino que conecte el aliviadero de aguas pluviales situados en el tramo final del Guadalmedina, y que lleve este desagüe directamente al mar. No obstante, reconoció las dificultades técnicas y el alto coste de este proyecto, que no aseguran su viabilidad.

Como medida más inmediata, el Ayuntamiento de Málaga solicitará al Puerto una nueva draga de la parte final del río, ya que considera que la construcción del muelle 9, alargando la desembocadura, dificulta la limpieza natura de los fondos del río. Además, recordó que la última draga es del año 2006.

En todo caso, parece que la solución no será ni sencilla ni inmediata. Jiménez reconoció que están barajando incluso construir tres «tanques de tormenta», como incluye el Plan de Inundabilidad. Estos son grandes depósitos subterráneos que recogerían el agua en momentos de grandes lluvias, con idea de ir vertiéndola de forma gradual e, incluso, con un pretratamiento de depuración. Eso evitaría el riesgo de colapso de la red de desagüe y de vertido de aguas residuales al mar. Esta solución, ya aplicada en Madrid y Barcelona, tiene dos obstáculos. Uno es su complejidad técnica, ya que el tamaño de estos tanques podría superar el de tres campos de fútbol. Por otro lado está el coste, que rondaría de 25 a 30 millones por tanque.