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Ana Isabel González fue asesinada el 5 de marzo de 2014 en su domicilio de Torremolinos después de que su exnovio durante siete años, Carlos Río Sánchez, con el que había cortado apenas tres meses antes, le diera supuestamente treinta puñaladas. Ayer comenzó el juicio ante el Tribunal del Jurado y, tras reconocer el encausado los hechos, decir que siempre se sentirá «un monstruo» y pedir perdón, no tuvo rubor alguno en acusar a su expareja de ser una mujer dominante, bipolar, que mandaba sobre él y que había que hacer lo que ella decía, sin discusión alguna posible.

La mujer era profesora de inglés en el colegio Mar Argentea de Torremolinos y tenía 48 años. Tras su muerte, una ola de cariño y solidaridad recorrió la localidad y sus alumnos la echan aún hoy de menos. Por esas fechas, había rehecho su vida, algo que parecía no gustar al encausado. Se le conocía popularmente como Miss Ana.

Otras palabras similares del abogado defensor indignaron a la fiscal de Violencia de Género, Flor de Torres, lo que le llevó a hacer un interrogatorio implacable en el que hizo caer el encausado en las contradicciones de sus declaraciones, muchas. Con la familia presente en la sala, el procesado dijo a preguntas de su defensa: «Yo estaba supeditado a Ana, ella mandaba sobre mí». A veces, aseguró que en broma comentaba con la familia de la fallecida que «era bipolar». «Era muy generosa y buena unas veces y otras era lo que ella decía y no había discusión ninguna», aclaró. Su abogado le preguntó si se sentía anulado por ella, a lo que él aseguró: «Sí, bastante», para reconocer que se sentía muy inferior a la que fuera su compañera. Él tuvo dificultades para encontrar trabajo por lo que se encargaba de las tareas domésticas y además debía pagar la pensión alimenticia de los hijos de un matrimonio anterior.

Antes, el jurista que representa a Carlos Río, calificó a la fallecida de persona «con un carácter autoritario y despótico». Él pide la absolución con la eximente de anomalía psíquica, pues el encausado, según su versión, sufría una fuerte depresión con ideas suicidas y el 19 de febrero de 2014 fue víctima de un infarto de miocardio, fundamental episodio en lo que ocurrió después. Si no es absuelto, la defensa pide que se le sentencie por homicidio a cinco años de cárcel al haber confesado y ser presa de un arrebato pasional.

Ana llamó a su expareja para que le llevara un justificante médico, pero en la mañana del 5 de marzo él compró, según la fiscal, un cuchillo y a las cuatro de la tarde fue a verla a su casa. Charlaron, discutieron y luego, cuando ella estaba medio girada, sin posibilidad de defensa, le dio 30 puñaladas hasta que se desangró. La fiscal, de hecho, aumentó ayer la pena solicitada de 20 años de cárcel a 25 al entender que en el asesinato hubo alevosía y ensañamiento.

El acusado dijo: «Fui yo, con mis manos, con el cuchillo, pero no puedo concretar cómo la ataqué», dado que, según dijo, hay partes que no recuerda. Sin embargo, la fiscal sí le recordó que a la policía y al juez les dio detalles de todos y cada uno de los sitios en los que clavó el cuchillo, lo que coincide con los informes forenses. Según expuso Río, la discusión no se inició porque él insistiese en mantener la relación. «El momento del ataque no soy capaz de recordarlo, he visto las fotos, recuerdo haberla visto en el suelo, con la sangre, pero no recuerdo cómo lo hice exactamente», recalcó. La acusadora le insistió: «Pero usted dijo en la comisaría y el juzgado que quería cortarle la aorta y que se desangrara, ¿no lo recuerda?», a lo que él respondió: «Reconozco todo eso. Lo he dicho, pero no soy capaz de recordar el momento de esas cuchilladas».

Su intención el día del crimen fue suicidarse delante de ella con el cuchillo, pero al comenzar a discutir, y cuando él le enseñó las venas, ella trató de impedírselo y él montó en cólera, apuntó. «Me fui al baño lleno de sangre, tuve arcadas y me lavé las manos», indicó. Luego, se fue a casa de su madre, tomó pastillas y alcohol y trató de ahorcarse, lo que no logró.

La fiscal defiende que más allá del trastorno afectivo de la personalidad que no afecta a su capacidad para saber y entender no tiene otra patología mental, aunque él insistió en que tomaba pastillas. «Estoy arrepentido, nunca lo quise hacer, ojalá me hubiera dado el infarto y hubiera muerto yo en vez de ella», indicó. Días antes de lo sucedido, fue a Aranda de Duero (Burgos), donde Ana había ido con su nueva pareja a pasar unos días, según su abogado porque quería despedirse de los lugares en los que fue feliz.