Francisco Jiménez, de 46 años, abre el maletero y en la parte de arriba muestra el colchón, del que asoma el aparato eléctrico para combatir la apnea del sueño. Hace dos meses que duerme en su furgoneta, a unos cincuenta metros de su casa, en la antigua colonia trinitaria de San Eugenio. «Los okupas me engancharon el agua y la luz y me la han cortado, por eso vivo en la furgoneta», se justifica. El aparato de la apnea por lo menos le funciona en la furgoneta.

El pasado 9 de febrero ya acudió a La Opinión para denunciar su caso: era el único propietario legal de un bloque de apartamentos, en el que convivía con unas siete familias de okupas. El bloque, construido por su padre tras una expropiación municipal forzosa, es ahora propiedad del Sareb, el banco malo, excepto el apartamento en el que hasta hace dos meses vivía Francisco, que confiesa sentirse «desamparado» de las administraciones y con problemas psicológicos.

«Me encuentro solo, he sufrido amenazas de muerte, acoso y maltrato psicológico y ahora me tengo que ir a vivir a una furgoneta, con 360 euros de pensión».

El malagueño, que recuerda que en ese terreno se levantaba su casa, en la que vivió su familia a partir de 1931, y murieron su abuelo y su bisabuelo, compara su situación con la de los okupas: «Ellos tienen sus buenos coches, buenos juguetes para los niños, buena ropa y lo último que han hecho ha sido romper la puerta de entrada. Pero yo no me achanto. Seguiré para adelante».

Francisco sueña con recuperar algún día el bloque mediante un acuerdo con el Sareb y alquilarlo a estudiantes. Con este plan podría volver a poner en marcha un obrador como el familiar, demolido tras la expropiación municipal, el que en los años 30 introdujo los famosos piquitos en Málaga.

Pero para ello deberían marcharse los okupas que, como detalla, le han hecho la vida imposible: «Me han echado un perro en la terraza, pegamento en la cerradura, me han tirado pasta de espaguetis quemada que casi incendia las sábanas del dormitorio....», enumera y recuerda cómo uno de los primeros ocupantes, que ya tenía un apartamento, exigió otro «o si no decía que iba a pegar fuego a la casa».

Además, lamenta que las denuncias que ha puesto no han servido para nada e informa de que la situación del bloque está pendiente de un juicio, en el que el banco malo es la parte denunciante.

Este vecino, militante de Podemos, cuenta que en las elecciones anteriores colaboró con su formación trasladando material de los mítines en su furgoneta. «Pero ahora no puedo porque vivo en ella».

De momento ha pedido ayuda a Podemos para que defienda sus intereses frente a los okupas. «Me han dicho que ya hablaremos después de las elecciones, y Málaga Ahora quiere que llegue a un acuerdo de convivencia y lo que hay que hacer es buscarle a esta gente otro sitio».

A 50 metros de su casa, no está dispuesto a que nadie ocupe el apartamento que ha tenido que dejar y lamenta que los okupas hayan acabado con la buena convivencia en la colonia de San Eugenio.