Como soy de Málaga nunca he necesitado de los servicios de un guía para conocer la ciudad, su historia, sus monumentos, sus costumbres y todo lo que doy por sentado cuentan y detallan los titulados en esta disciplina tan necesaria, sobre todo cuando el turismo es la principal fuente de ingresos de Málaga.

Los tiempos de los pimpis (no el establecimiento del mismo nombre pero en singular) han pasado a la historia; ahora no son improvisados individuos que por el simple hecho de conocer cuatro palabras de inglés, algunas francesas y casi ninguna de alemán, se encargaban de mostrar la ciudad; incluso cocheros, asentados en los pescantes de sus carruajes, hacían de guía… y creo que lo hacen todavía cuando reducidos grupos familiares de visitantes optan por alquilar un coche de caballos en lugar de integrarse en una excursión organizada por agencias o por los cruceros que arriban a nuestro puerto. Los cocheros, improvisados guías, van señalando los monumentos de la ciudad: «Esta es la Catedral», «En esta plaza nació Picasso», «Allí arriba está el castillo de Gibralfaro», «Ahora vamos a pasar por el Teatro Romano»...

Repito: como no he utilizado ni antes ni ahora los servicios de guías turísticos ignoro cómo informan, qué cuentan de la historia de Málaga, en qué monumentos se detienen y qué preclaros hombres y mujeres nacieron en esta tierra, aparte de Picasso, que es el número uno de la galería de malagueños ilustres.

Un ejemplo de buen hacer

El reportaje de hoy, más que recopilar hechos del pasado que forman parte de nuestro acervo cultural, lo centro en algo muy concreto: en el año en que estamos, 2016.

No hace mucho -mes de marzo del año en curso- tuve la dicha de visitar Nápoles y Pompeya. Me sumé a un grupo de turistas de habla española y tuvimos -creo la suerte- de contar con una guía napolitana de nombre Nadia, a la que felicité después de la larga visita porque no rehuyó ningún tema, personaje, suceso y acontecimiento relacionado con Nápoles y su entorno para, finalmente, desplazarnos a Pompeya, la ciudad que quedó sepultada por las cenizas de una erupción del Vesubio en el año 79.

Me agradó la manera de enfocar un par de temas, uno referido a España y otro a la figura del Duce, Benito Mussolini. Se ajustó a la historia sin opinar o entrever repulsa o halago hacia ninguno de los temas que abordó y comentó.

Cuando llegó a un tema que atañe a España (Nápoles, en el siglo XVI, formaba parte del reinado de Carlos V), la guía se detuvo en algunos hechos y sucesos que no favorecían ni a España ni a sus reyes. Dijo lisa y llanamente la verdad o lo que se considera verdad después de quinientos años. Pero no obvió otras actuaciones que de alguna manera paliaban los negativos.

Se centró en la figura de Pedro de Toledo, español, que fue virrey de Nápoles entre 1532 y 1553. Sin ambages destacó su figura y su obra. Dejó en Nápoles una honda huella de buen hacer y gobernar. Una de las plazas de la ciudad lleva su nombre en recuerdo de su brillante actuación. Pedro de Toledo es una figura destacada de la historia de Nápoles.

Como mera anécdota contó que Ferdinando III se vestía de pobre para no ser reconocido cuando escapaba del palacio real para deambular por la ciudad, comer pizzas (la pizza es un invento napolitano) y emborracharse a gusto.

Mussolini

Abandonamos Nápoles en un autocar, y Nadia, la guía, anunció que nos íbamos a incorporar a la autopista que mandó construir Mussolini, vía que facilita el desplazamiento de Nápoles a Pompeya. No hizo la menor referencia a la vida de Mussolini, sus posibles errores durante el mandato, su trágico final… Se limitó a informar de que la autopista se había construido en su época, un logro que se reconoce y no se oculta.

Al regreso de Pompeya, al entrar de nuevo en Nápoles y cruzar por un grupo de viviendas sociales, informó de que se hicieron en la etapa de Mussolini, que entonces era socialista.

Cuando en dos ocasiones citó a Mussolini y elogió concretamente la construcción de la autopista y las viviendas sociales -dos capítulos positivos- me paré a pensar si nuestros guías, los de la Málaga de 2016, actuan con la misma responsabilidad e independencia o, presionados por la mal llamada Ley de la Memoria Histórica, omiten, ocultan y pasan por alto aspectos o capítulos de la historia de Málaga en la época franquista, 1936-1975. Ignoro si aluden o rehúyen esta parte de la historia de la ciudad. De antemano pido disculpas si yerro.

Obviar, tachar, borrar, aniquilar, suprimir… hechos de nuestra historia es, aparte de falsificarla, empobrecerla. No se puede ignorar ni lo bueno ni lo malo. La historia es la historia guste o no.

¿Algún guía turístico de Málaga al pasar por la barriada de Carranque, por ejemplo, se ha detenido a comentar que es un caso excepcional de construir un pueblo dentro de una ciudad y que se levantó en los años del franquismo? Para urbanistas y arquitectos, la barriada es un interesante y novedoso proyecto muy valorado por los que lo conocen por primera vez. Una plaza, una iglesia, comercios, un cine, bloques de viviendas, viviendas tipo chalé, mercado… Lo dicho, un pueblo dentro de una ciudad.

Málaga era no hace mucho la única ciudad europea con una población cercana al medio millón de habitantes que carecía de Universidad; que hay cientos de viviendas sociales o protegidas en distintos sectores de la ciudad; que se construyó una carretera de acceso a la ciudad desde el interior de la península y que ha permitido su desarrollo… y que estas y otras muchas grandes obras se llevaron a cabo en el periodo que hay que borrar del mapa porque a alguien se le ocurrido la insensatez de ignorar lo bueno de una etapa y centrarse solo en lo negativo.

Los exámenes de los guías

No conozco los requisitos necesarios y obligatorios para acceder al título de guía turístico o la denominación oficial o privada de esta actividad profesional. Ignoro también si para ejercerla se precisa algún examen sobre la historia de la ciudad desde su fundación hasta nuestros días, con alusiones o apuntes sobre los fenicios, los romanos, los árabes… hasta nuestros días. Pero me temo que se soslayen hechos y sucesos de una época determinada hasta el punto de eliminar nombres, calles, plazas, edificios y acontecimientos de unos años concretos.

Paulatinamente se van borrando los nombres de calles que responden a hechos y personajes de la historia de la ciudad por el simple hecho de haber pensado y actuado de forma distinta a los que hoy ocupan puestos importantes o no en las estructuras de la ciudad; se le quita una placa de reconocimiento y el título de hijo predilecto a una persona que formó parte del gobierno del periodo 1938-1975; se cambian los nombres de calles dedicadas a personas que destacaron por su amor a la ciudad… No quiero extenderme en casos ya conocidos y otros parecidos.

¿Cómo reaccionarían algunos partidarios del cambio y progreso, dos sambenitos de los que hoy mandan o intentan mandar, si un guía comete el desliz de atribuir al franquismo la construcción del Hospital Carlos Haya, un centro sanitario de alto prestigio donde miles o cientos de miles de malagueños de todas las clases sociales han sido atendidos? Se podrá eliminar el nombre del centro, pero no se podrá ocultar el año o periodo en que se construyó.

Quizás un día me decida a subir a uno de los autobuses de dos pisos que recorren la ciudad para que los turistas nos conozcan… y de primera mano sepa yo qué y cómo se cuenta nuestra historia.