­ Seis años después de la famosa estancia familiar en el hotel Villa Padierna, la Costa del Sol vuelve a engolosinarse con el efecto Obama. La visita del presidente de Estados Unidos a España, y más concretamente a Sevilla, donde está previsto que llegue mañana, ha resucitado buena parte de las sensaciones y expectativas que se dieron en la provincia durante las vacaciones, rodeadas de polémica política, de la primera dama. Aun conscientes en esta ocasión de partir desde un segundo plano, el sector confía en que el acontecimiento no levante fronteras y amplíe, por vecindad y afinidad, al resto de Andalucía su incalculable impacto mediático. E, incluso, va más allá en boca de sus empresarios, que, pese a la dificultad, no dudan en ponerse a tiro y tirar la caña, invitando al mandatario a extender su viaje y hacer un alto en Málaga, la tierra del amigo Banderas y de los campos de golf, tan queridos, cada uno en su categoría, para el actual inquilino de la Casa Blanca.

La asociación de hosteleros Mahos-Amores no se engaña: saben que las posibilidades de que Obama improvise y prolongue su ruta por el país son reducidas, aunque existen precedentes que invitan a creer en el milagro. El presidente estadounidense ya intentó en 2010 viajar en Marbella, pero la crisis ecológica del golfo de México, y, sobre todo, el escándalo posterior, le impidió acompañar a su mujer y a sus hijas, que finalmente agotaron sus días de descanso sin reunirse con Barack ni celebrar su cumpleaños en la Costa del Sol, como tanto se había especulado.

Aquellas vacaciones fueron el primer intento del líder demócrata por veranear fuera de su país desde que accedió al cargo. Ahora, los motivos de su llegada son distintos, pero sirven igualmente para paladear el beneficio que dejan en cada uno de sus movimientos los miembros de la familia Obama. José Simón Martínez, portavoz de los bares y restaurantes, insiste en la repercusión que tendrá para sus colegas de Sevilla el paseo programado por el centro. Y cree que la elección de la capital andaluza no es casual, sino que responde a un trabajo bien hecho, similar al que se ha llevado a cabo en la Costa del Sol, en términos de promoción, en muchas ocasiones. «La suerte siempre hay que forzarla», destaca.

Luis Callejón, responsable de Aehcos, la patronal hotelera, opina que, pase lo que pase, Málaga ya ha ganado. E incide en que la excursión del que está considerado -quién sabe si ingenuamente- como el hombre más poderoso del planeta se traducirá en una campaña gratuita que trasciende, en cuanto a sus bondades, a la propia ciudad sevillana. Especialmente, en lo que se refiere a posibles contagios por parte de los compatriotas americanos, que de emular a Barack, es más que probable que no se limiten, por la hondura del viaje, a una sola provincia de la comunidad autónoma. Y menos con los actuales lazos que unen a Málaga con Sevilla, que, además, de rápidas comunicaciones, incluyen un plan de colaboración suscrito por los alcaldes de ambas capitales.

El presidente de Aehcos enfatiza la importancia de conquistar el mercado estadounidense. Los turistas norteamericanos representan en todo el mundo una pieza más que apetecible, tanto por su disponibilidad como por su enorme capacidad de gasto diario. Con más de cuarenta años de servicio a sus espaldas, Gonzalo Fuentes, responsable de turismo en CCOO, se acuerda de los tiempos en los que la presencia de la clientela del país del Hudson era uno de los principales argumentos con los que contaba la costa. Miles de viajeros aterrizaban cada fin de semana en vuelos chárter desde ciudades como Los Ángeles, Nueva York o Chicago. Sobre la inminente visita del presidente, exclama: «Málaga se beneficiará de rebote, por el efecto multiplicador. Pero Obama, además de disfrutar de Sevilla, podría aprovechar para darse una vuelta por aquí, tomarse unos espetos y darse un baño».

Si hay alguien que conoce de primera mano la onda expansiva de la anterior visita de la familia presidencial ése es, sin duda, Ricardo Arranz, director del hotel Villa Padierna, el complejo de Benahavís en el que se alojó la primera dama. El empresario habla sin titubear de «un antes y un después», un punto de inflexión que, además, vino en el momento en el que Málaga más lo necesitaba, con la recesión galopando por la economía de media Europa y los ecos de los recientes casos de corrupción asediando la imagen de marca de la costa. Arranz atribuye al efecto Obama una dimensión planetaria. Y alude a un impacto cuyos costes de mercado no están, ni mucho menos, al alcance de ninguna institución nacional o autonómica. Nada más que la cobertura de las vacaciones del canal CNN supuso más de 15 minutos diarios de televisión en los que el nombre de Marbella y de Málaga no paraba de mencionarse. Las cifras, dada la penetración del canal, que emite en cientos de países, son apabullantes. Según los cálculos de la propia empresa de comunicación, establecidos a partir del precio del minuto de publicidad en antena, financiar una campaña similar habría acarreado un desembolso de 800 millones de dólares. Y a la Costa del Sol le salió gratis. «Todavía hoy en muchos partes del mundo nos recuerdan y reconocen por la visita de Michelle Obama», destaca.

A menos de veinticuatro horas para la ansiada llegada del mandatario, queda saber si la visita se traducirá también en un aumento más o menos inmediato de los turistas estadounidenses. En el caso de Málaga, las vacaciones de Michelle, junto a la promoción posterior, provocaron una recuperación en cuanto a entrada de viajeros, aunque en un balance final todavía a gran distancia del que brillaba con luz propia a finales de los sesenta. Gonzalo Fuentes asegura que la clave está en el vuelo directo con Nueva York, que ha dejado de operar en la temporada de invierno, la más interesante, desde un punto de vista económico, para cerrar filas en torno a clientes como los procedentes de Estados Unidos. «El turista americano, como es lógico, no va a venir a bañarse a El Bajondillo. Siempre busca algo más, cultura y gastronomía, y eso lo convierte en un aliado potencialmente muy útil para romper con nuestra dependencia hacia el verano», razona.

Arranz está convencido, por su parte, de que la Costa del Sol cuenta con todos los atractivos que suscitan el interés de la clientela estadounidense. Y pone como ejemplo al propio Barack Obama, un enamorado del golf desde su etapa de trabajador de un bufete de abogados, el mismo que dirigía Michelle, y que siempre abandonaba en vacaciones para irse a jugar con los amigos al menos durante una semana. El dueño del Villa Padierna asevera que es, en suma, una cuestión de autoestima. «Nos falta creérnoslo para transmitirlo y apostar de verdad por el turismo de lujo y de calidad, que es que genera empleo», reseña.

Para Luis Callejón, lo único que se necesita para sacar más rendimiento a la llegada de la familia presidencial es perseverar en la promoción, a ser posible con herramientas y objetivos bien carburados y orientados hacia la dirección adecuada. Ya no es casualidad: con dos visitas en menos de ocho años, los Obama han demostrado especial debilidad por Andalucía. Mañana comienza una nueva prueba de fuego. Quién sabe si dentro de diez y de veinte años se seguirán libando los resultados.