Cada vez son menos los comercios tradicionales que perduran en la capital de la Costa del Sol. Por eso, causa sorpresa y admiración encontrar restos antiguos, sobre todo si se trata de una tienda de gafas de sol a la última moda, cuyas paredes se hallan cubiertas por la fachada de una de las relojerías más importantes de finales del siglo XIX y principios del XX en Málaga.

Hablamos de Sunglass Hut, el nuevo establecimiento que se encuentra en el edificio de lo que fuera la antigua joyería-relojería Ghiara, situada en el número 7 de la calle Granada. Charo Carneros, su propietaria desde hace 12 años, ha decidido dar un paso adelante y restaurar la fachada y el interior del edificio para que perdure en buen estado. La infraestructura se encuentra protegida, por lo que no era posible modernizarla, aunque su propietaria tampoco había pensado en ello: «Es mucho más bonito así, pero al estar tan antiguo, se caía de arriba a abajo», cuenta.

La fachada del edificio de la antigua relojería Ghiara es de madera e incluye placas de mármol gris veteado, que se conservan desde que la familia Ghiara las trajeran de Italia. Además, esas paredes fueron testigos de la visita de la reina Victoria Eugenia, que acudió a comprar a la famosa relojería en 1926, según un artículo publicado por Francisco García Gómez, doctor en Historia del Arte en la Universidad de Málaga.

El interior de la nueva tienda de gafas conserva también en el techo la decoración pictórica propia de los comercios del siglo XIX. Se trata de dos lienzos, atribuidos al pintor malagueño José Ponce, sendas alegorías del progreso y de homenaje a Cervantes. El objetivo de estas pinturas era llamar la atención de los clientes, algo que continúa siendo habitual. «La gente se queda con la boca abierta y los extranjeros también. Una vez me dijo uno que yo no era consciente de lo que tenía aquí, pero le dije que sí, porque hablo mucho con los angelitos del techo», recuerda con cariño Charo.

El edificio al completo fue propiedad de la familia Ghiara, más tarde se convirtió en la confitería La Española y en 1998 pasó a manos de Charo Carneros, que en un principio tuvo en alquiler su propia boutique y años más tarde pasó a ser la propietaria.

Ahora, jubilada desde hace un año, disfruta visitando el nuevo negocio y espera que la restauración del edificio termine pronto: «Lo de la calle no lleva mucho, pero llevamos tres años de obra y creo que le queda poco».

Si se cumple con lo previsto, la restauración acabará a finales de este mes , así que los malagueños podrán seguir disfrutando de este pedacito de historia en buenas condiciones.