Llega un momento en la vida en el que uno empieza. Lo habitual es hacerlo sobrepasada la barrera de los 23. Algunos ya comienzan en la pubertad, aunque nunca es demasiado tarde. Quien no se haya iniciado aún en la sana costumbre de beber vino, lo puede hacer a partir de ahora con una de las experiencias más refrescantes del hemisferio norte. La ola del Melillero, movimiento abrupto que rompe la horizontalidad de la superficie acuática, que tantas y tantas tardes de gloria ha dado, y que divide la primera línea de playa entre lugareños y forasteros, acuña desde ahora un singular vino elaborado a raíz de la uva Pedro Ximénez.

La última creación de la Bodega Victoria Ordóñez irrumpe de esta manera con una apuesta por una uva que, aunque autóctona, casi parecía desterrada en la elaboración de caldos para aventurarse en un vino blanco que promete, por encima de todo, una singularidad de sabores comparado con el resto de vinos que se encuentran en el mercado. Según los responsables de la bodega, su consumo se asemeja a una experiencia «sugerente y sorprendente». En palabras de la propietaria de la bodega, Victoria Ordóñez, La Ola del Melillero, es el resultado de un largo proceso de investigación que se ha basado primero en la localización de una uva casi inexistente ya que, según aseguró, «estos viñedos son antiguos y casi residuales».

Respecto a la elección del nombre, más allá de posibles cuestiones de mercadotecnia comercial, la bodeguera asegura que su vino está en sintonía con las sensaciones vividas a raíz de la subida repentina y efímera del nivel del mar. Cada trago, en cliché de viaje exprés de ida y vuelta a Melilla, está llamado a transmitir frescura. «Este fenómeno suele coger desprevenidos a los bañistas foráneos», recuerda Ordóñez. Los retos de la empresa, que empieza con una producción reducida, pasan por consolidar este vino y poder elevar la producción hasta en un 25 por ciento en función de la demanda. Con especial sensibilidad por lo local, Ordóñez aseguró que su objetivo es elaborar «vinos de calidad a partir de variedades malagueñas, innovando tanto en estilos de vinificación como en la recuperación de una zona vitivínicola histórica y actualmente casi extinguida». Para los más puristas, la nota de cata para este Pedro Ximénez es la siguiente: de color amarillo pajizo brillante, La Ola del Melillero posee una nariz delicada de flores blancas, presentando en boca una acidez muy integrada con la fruta, frescura, equilibrio, y a la vez, complejidad, redondez y untuosidad procedente de la fermentación y crianza en barrica de roble francés y el contacto con las lías finas durante ocho meses.

La bodega Victoria Ordóñez comenzó su andadura con la vendimia del pasado año, una cosecha experimental que le ha permitido producir unas 10.000 botellas de La Ola del Melillero que se comercializará sobre todo en Andalucía. Para el lanzamiento también se ha cuidado al detalle, tanto el diseño de la botella como el de la etiqueta, que rinde un cariñoso homenaje a los balnearios malagueños del siglo XIX. «La Ola del Melillero transmite frescura porque hace referencia al mar y a un hecho sorprendente y refrescante. Es un nombre muy sugerente», apuntilla Ordóñez sobre su última creación.

La Ola del Melillero supone, en la suma, una nueva oportunidad para todos aquellos que nunca han entrado en contacto con el vino o, si lo han hecho, sólo ha sido de manera periférica.