Su educación, don de gentes y simpatía lleva años abriéndole las puertas de los despachos de todo signo político. Por eso mismo, alguna vez le tentaron con hacer carrera política pero Miguel Acosta Díez de los Ríos siempre prefirió no ejercer de político, «aunque es una causa noble y me gusta y de alguna manera he hecho política pero no he ejercido».

Las pistas de tanta energía y entrega, a medio año de cumplir 80, las aporta en el título de su autobiografía, publicada el año pasado a instancias de muchos amigos: Siguiendo una huella. Esa huella es la de su padre, el maestro de escuela Manuel Acosta Vicent, muy recordado en Chilches donde ejerció durante casi 20 años. «Yo creo que le debo bastante a mi padre porque me transmitió los genes, me mostró el camino de cómo ir por la vida».

Y su camino comenzó en Málaga, en enero del 37, a pocas semanas de la entrada de los nacionales. Aunque su padre estaba destinado en Los Gálvez, en pleno campo en Granada, su madre quiso que él naciera en Málaga, en la casa de la abuela materna de Miguel en la Colonia de Santa Inés. Con diez años, en 1947, destinan a don Manuel a Chilches, y allí que se va toda la familia (los padres y cinco hijos: dos niños y tres niñas). En Chilches, por cierto, el único váter del pueblo era el de la escuela. Como curiosidad, en esa época conoció al jefe de estación de Chilches, Alejandro Padilla, que el mes pasado apareció en esta misma sección con unos espléndidos cien años llenos de salud.

«Mi padre iba a veces a Málaga a por la comida de la semana con las cartillas de racionamiento y mi hermano y yo nos quedábamos a cargo de los alumnos, que prácticamente eran de nuestra edad», recuerda. Miguel y su hermano Manolo fueron además alumnos de su padre.

Aunque la gran vocación de Miguel fue la abogacía, la familia no podía pagarle la carrera («entonces se decía eso de: eres más pobre que un maestro de escuela», recuerda), así que ingresó en la Escuela de Comercio de la calle Beatas. El joven demostró su valía al quedar el mejor de todas las promociones de ese año y recibir un premio de 5.000 pesetas de entonces.

A finales de los 50 hizo la mili «en el Aeropuerto de Málaga» como un gurripato más, aunque como señala, fue «un aviador sin volar», porque estuvo en oficinas, gracias a los cursos que realizó de mecanografía y taquigrafía.

El Turismo se cruzó por su vida gracias a Eugenio Taillefer, fundador de Viajes Torremolinos y del director, Diego Franco, hijo de un amigo de su padre. Empezó de prueba en calle Martínez, en el edificio Taillefer y a los pocos meses ya dirigía la agencia. Allí pasó 17 espléndidos años, hasta el cierre de la empresa.

«Me pasaron a Torremolinos y el negocio empezó a crecer: compramos los primeros 50 autocares con aire acondicionado de la Costa del Sol, una buena inversión para la época, teníamos hasta vivienda para los conductores en Torremolinos. Recibíamos a muchísimos americanos», recuerda.

La crisis económica del 73 dio paso años más tarde a un cambio de rumbo como secretario general de Viajes Centro y luego, delegado de Mundicolor. Miguel llegó a ocupar la presidencia de la Asociación Empresarial de Agencias de Viajes de la Costa del Sol de 1977 a 1984 y más tarde formó parte del Patronato de la Costa del Sol y fue director adjunto de Ifecosol.

El asociacionismo estuvo siempre en su forma de ser, por eso en los 90 es elegido presidente de la Asociación de Vecinos de Chilches, con la que trató de que el pueblo fuera declarado entidad menor autónoma, algo que no pudo alcanzar. Pero sí hizo posible otras mejoras: «Pudo hacerse un edificio cívico; una tenencia de alcaldía; que pusieran teléfono en el pueblo, que no había; que fuera el Alsina dos veces a la semana...», enumera. También logró que se publicara un libro sobre el pueblo: Chilches a través de su Historia, escrito, por Mateo Gallego Sánchez y publicado por la Diputación.

No es por tanto extraño que, años después de que a su padre le homenajearan en vida con una calle en Chilches, el hijo recibiera el mismo homenaje de los vecinos, con lo que el maestro y el dirigente vecinal están el callejero local. A su juicio, su querido Chilches merecería convertirse algún día en un municipio más de Málaga.

La lucha por la salud mental. Miguel Acosta se jubila en 2002, a los 65 años, pero poco antes, en 1999, ingresa en Afenes, la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental, a defender los derechos de este colectivo. A los pocos meses es nombrado presidente y en 2001 organiza por la calle Larios «la primera y la última manifestación» para protestar por la mala situación de la salud mental en Málaga.

Con mucho esfuerzo y gestiones, Afenes, con Miguel al frente, consiguió que en 2010 se inaugurara oficialmente una casa hogar en la calle Juan Benet, 8, junto a la Colonia de Santa Inés, con la colaboración de la Junta y el Ayuntamiento.

El centro ofrece un amplísimo programa deportivo, atención a domicilio para apoyar a familias y usuarios, programas de acompañamiento y atención en casos de crisis... Con el paso de los años, Afenes se ha convertido en la asociación de familiares y personas con enfermedad mental por excelencia en Andalucía, aparte de que Miguel estuviera cuatro años al frente de la federación andaluza que agrupa a estos colectivos.

Otro de sus logros fue incluir en el Estatuto de Andalucía, en el artículo 23.3, el que los enfermos mentales tuvieran «derecho a actuaciones y programas sanitarios especiales y sanitarios».

La crisis, por supuesto, se ha dejado notar, por eso el presidente de Afenes concluye que, «los ratios han bajado otra vez y aunque llegamos a tener una situación más o menos aceptable, hoy en día España está a la cola de Europa; Andalucía a la cola de España y Málaga a la cola de Andalucía en cuanto a recursos materiales y humanos».

Miguel Acosta confía en que, en el futuro, desaparezca el estigma que arrastran las personas con enfermedad mental: «Tengo la esperanza y la fe de que pase un poco como con el sida: hoy en día hay un gran porcentaje que se cura».

La línea de trabajo de este malagueño excepcional, hijo de Málaga y Chilches, es «la del mayor respeto posible pero sin olvidar que tengo una obligación que cumplir que es defender la salud mental».

Casado con Victoria, con la que tiene dos hijos, la ilusión del presidente continúa mientras prepara sus bodas de oro en otoño y acaba de ser testigo de la celebración de los XXV años de Afenes. Siguiendo la huella de su padre, Miguel continúa con su razón vital: trabajar por los demás.