La precisión del trazo, el brillo de los colores y el buen estado del papel nos hace olvidarnos que nos encontramos con unos dibujos de 300 años de antigüedad. Son los planos realizados por Bartolomé Thurus en 1717 para un proyecto de construcción de un fuerte en el puerto. Pero además son los documentos más antiguos que se conservan en el archivo del Puerto de Málaga. Son la joya de la corona de la historia portuaria.

Zacarías Reina es el responsable del Archivo del Puerto y acompañado de Juan Miguel Muñoz se encarga de la conservación del material que han podido recuperar a lo largo de los años.

Él reconoce que el archivo está muy dañado, aunque sigue atesorando secretos que un puñado de historiadores está desenterrando. La causa de esa carencia de material se encuentra en el incendio que sufrió la Unión Mercantil en 1936, en el inicio de la Guerra Civil, y que afectó a las vecinas oficinas del Puerto. El fuego arrasó con todo lo que había, salvándose apenas un puñado de libros de contabilidad y de administración en los que todavía se aprecian los restos del incendio, con hojas quemadas.

No obstante, en los últimos años se han podido recuperar restos de documentación repartidos en varios puntos. Algunos encontrados por casualidad, como las cajas con documentos que había almacenadas en la sede de la Demarcación de Costas, o en las naves situadas bajo el paseo de la Farola y que ahora forman parte del Muelle Uno. Zacarías Reina recuerda que había que entrar dando golpes a las puertas de hierro «para asustar a las ratas». Sin embargo, hubo que tirar la mitad de los cientos de cajas que había allí guardadas, ya que había «como una cuarta de agua y muchas cajas se habían convertido en barro».

El último hallazgo fue en un almacén de Pescadería, donde encontraron unas 70 cajas con documentos de los años 40, 50 y 60, como documentos de Aduanas o bonos de 1.000 pesetas emitidos en 1953 para recaudar hasta 115 millones de pesetas que se destinaron a obras en el Puerto.

Ahora están en pleno estudio de esa documentación, gracias también a la colaboración de becarios de la Universidad de Málaga, para ver el alcance de la información contenida. La idea es clasificar y guardar los datos de valor en el almacén que tienen en la estación del Melillero.

El trabajo de Zacarías y Juan Miguel es una lucha contra el tiempo. El mal estado de conservación de algunos ejemplares obliga a plantear su restauración. Pero es cara y muy delicada. La humedad y los materiales utilizados en los siglos XVIII y XIX son los principales enemigos para la conservación del material históricos. Y los insectos. De hecho, cada tres meses hay que fumigar el almacén.

Zacarías Reina cuenta cómo el habitual uso de tintas férricas y plumines de hierro en el siglo XVIII, que se aprecia en un conjunto de Reales Órdenes que se conservan, ha dejado las páginas en mal estado y prácticamente rajadas. Su delicada conservación hace necesaria una intervención para evitar que se pierdan. Los hongos tampoco ayudan, ya que se comen la tinta y hace ilegibles muchos textos.

Especialmente interesante es la colección de mapas de los proyectos de ampliación del puerto en el siglo XIX, apreciándose las distintas propuestas hasta que se cerró el diseño de la Alameda, de la ampliación del actual Soho o el Parque. En cinco planos se aprecia la transformación que sufrió la ciudad en esa época.

Éstos son quizás las piezas más valiosas de esta colección, junto con un libro de 1874 que intentan restaurar y que es el origen de la junta de obras del Puerto, antecesora de la Autoridad Portuaria.