«¿Por qué otra gente me quita mi tierra? ¿Por qué un niño se tiene que quedar fuera de su casa? ¿Por qué yo tengo que venir a España a disfrutar del verano?». Esas son las preguntas que se hace Fatel, un niño saharaui de 13 años que pasa, por quinta vez, sus vacaciones con una familia malagueña. Lo hace, al igual que otros 81 niños y niñas en la provincia, gracias a un convenio de colaboración entre el Ayuntamiento de Málaga y la Asociación Malagueña de Amistad con el Pueblo Saharaui, al que el Consistorio ha destinado 8.000 euros.

«Muchísimas gracias a todas las familias españolas y a Málaga por querer y entender a los saharauis. Mi sueño es ver, algún día, mi tierra libre», exclama Fatel. Como él, son muchos los niños que muestran su agradecimiento a las familias que les permiten vivir lejos de los 52 grados del desierto del Sahara y conocer un «mundo mejor» fuera de los campamentos de refugiados.

Fátima Jiménez, una de las madres que se estrena este año en el proyecto de acogida con una niña de nueve años, reconoce que, aunque el periodo de adaptación es complejo, merece la pena: «Se tienen que amoldar a otra cultura, lejos de su familia y con otro idioma. Romper esa barrera es complicado, pero después llega la compensación y ahora estamos en el momento más dulce de la acogida». Lo más difícil, explica, es lac onvivencia con sus dos hijos, de cinco y dos años: «El más mayor siente que lo han destronado y tiende a pelearse con ella, pero son las riñas normales entre hermanos de verdad», aclara.

De hecho, si el próximo año cuenta con las mismas posibilidades, repetirá la experiencia, como lo ha hecho Mónica Peña durante más de ocho años. En su caso, le ofrecieron la acogida por ser voluntaria en el aeropuerto y no se lo pensó dos veces: «Hablé con mis padres y mis suegros, pero al tratarse de una niña sin familia todos estaban de acuerdo. Es una experiencia muy bonita, aprendes mucho de ellos», afirma.

Los niños proceden de los campamentos de verano de la población refugiada saharaui en Tinduf (Argelia), donde unas 200.000 personas viven exiliadas desde hace 40 años. De ahí nace el proyecto «Vacaciones en paz», impulsado por la Asociación Malagueña de Amistad con el Pueblo Saharaui, que tiene como objetivo mejorar la calidad de vida, tanto sanitaria como alimenticia, de la población infantil saharaui. En total, son 1.300 niños los que se han desplazado a Andalucía.