El pasado viernes, la junta de gobierno local acababa con tres años de inactividad de varios kioscos de Málaga, dos de ellos en el Parque: el del recinto musical Eduardo Ocón y el de Los Paragüitas, que mantiene el nombre del veterano kiosco que la familia Pérez tuvo en propiedad de 1939 a 2006.

Del trabajo en un kiosco del Parque sabe el hostelero Antonio Pastor, quien después de trabajar durante 47 años en el bar familiar Los Pastores de la avenida de La Rosaleda, de 2008 a 2012 estuvo al frente del kiosco Platero del Parque, junto al parque infantil y el famoso burro esculpido por Jaime Pimentel.

Antonio cuenta que tuvo que salvar dificultades de todo tipo, para empezar el nada funcional diseño del nuevo kiosco, ovalado, que le dio muchos quebraderos de cabeza y gastos extras: «No hay mostradores, ni neveras, ni máquinas de café ovalados, ¿dónde las pones?, tuve que encargar muebles ovalados de acero inoxidable que me costaron una pasta», lamenta. El rótulo del negocio, por cierto, también tuvo que encargarlo ovalado.

También le causó problemas la idea del diseñador de colocar una puerta trasera en el kiosco, en lugar de la clásica puerta lateral, lo que hizo imposible que una sola persona atendiera el puesto, como estaba previsto: «Si atiendes por delante y sales por detrás es necesario que haya siempre dos personas, para evitar robos. Son dos puestos de trabajo por la forma del kiosco», señala.

Los problemas de diseño no acabaron ahí porque la caseta del servicio estaba tabicada y también hacía de almacén: «Si tienes 6 mesas y 24 sillas dime cómo las metes», explica.

Antonio contrató a dos trabajadores y fue solventando todos los problemas, incluido el transporte de las mercancías: «Yo paraba en el paseo de los Curas, ponía toda la mercancía en el murete del Parque, y a llevarlas al kiosco».

En cuanto a las condiciones económicas, tuvo que pujar y logró el kiosco por 4.500 euros anuales, además de un aval de 5.600 euros. La puesta en marcha fue complicada porque, como detalla, «al principio no había luz ni agua, hubo tantos problemas que el Ayuntamiento nos dio seis meses más de prórroga».

Sombrilla para el burrito. Por la vecindad con el parque infantil, Antonio enfocó su kiosco «para las fiestas infantiles, para los niños». De hecho, consciente del sitio, en 2010 pidió en La Opinión un toldo durante el verano para el parque infantil, que fue denegado por el ConsistorioLa Opinión, así que él mismo se preocupó de colocar una sombrilla en los meses de calor, para que subirse al burrito del Parque no fuera algo traumático para los niños: «Los pobres se sentaban encima y gritaban, así que la sombrilla estaba siempre puesta junto al burrito y se movía para que no le diera el sol durante el día».

El hostelero y kiosquero considera inexplicable que los kioscos del Parque hayan estado cerrados tres años, «cuando pueden dar trabajo como mínimo a dos personas cada uno». Antonio Pastor cree que, con mucho esfuerzo, «se puede dar un servicio digno» pero por su experiencia estima que cuatro años para un concesión de kiosco es muy poco tiempo y el aval, excesivo. De hecho, tuvo que dejar el negocio porque pasado ese periodo tenía que volver a pujar. «Cuando medio amortizas lo que te has gastado tienes que volver a pujar. Las familias tienen que resarcirse y sería necesario que la concesión durara más tiempo».

No parece el criterio municipal, que adjudicará los kioscos por dos años prorrogables a dos más.