Con once personas que han fallecido ahogadas en lo que va de año en la Costa del Sol, el debate sobre el nivel de la seguridad acuática en un destino turístico de primer nivel es inevitable pero no nuevo, ya que es la provincia que más muertes de este tipo acumuló el año pasado con al menos 25 de las 415 muertes registradas en toda España. Con los registros de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS), las playas, piscinas, ríos y pantanos de Málaga parecen lejos de igualar un registro tan dramático como el del pasado ejercicio, aunque aún así se sitúa como la segunda provincia andaluza con más víctimas mortales inmediatamente después que Cádiz (14) y una de las principales del país, donde hasta el 31 de julio se habían contabilizado 264 muertos.

Las estadísticas que arroja un reciente estudio de la Fundación Mapfre no son menos llamativas, ya que estima que cerca de 4.800 personas han perdido la vida en nuestro país de esta forma en la última década, 1.800 de ellas en la piscina y en espacios naturales. Aunque el informe detalla que la cifra se ha ido reduciendo en los últimos cinco años un 12%, la media refleja aproximadamente 480 ahogados por año. Volviendo a Málaga, de las once víctimas mortales registradas hasta ahora en la provincia, el recuento de la RFESS señala que nueve de ellas murieron en el mar y dos en piscinas, una proporción tan lógica como el poder de atracción que las playas de nuestro litoral ejercen sobre la población autóctona y los millones de turistas que nos visitan tantos meses del año. Si bien es cierto que tres de esas personas murieron en enero y febrero, meses en los que el baño no es tan habitual, llama poderosamente la atención cómo el resto de los casos se produjeron a partir de finales de marzo, con la Semana Santa ya cumplida y, teóricamente, con la temporada turística en marcha. Sin contar con las dos muertes registradas en piscinas privadas (una en marzo y otra en julio), llama igualmente la atención que de los seis siniestros vividos en playas desde el mes de abril (tres de ellos en junio y una en agosto) solamente en uno hubiera vigilancia. La tendencia es nacional. Según Yessica Pino, responsable del Informe Nacional de Ahogamientos de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo, el 88% de los casos de muertes por ahogamientos registrados en España se produjeron en zonas no vigiladas por profesionales, un porcentaje que en Andalucía, cuyas costas también son un destino referencial, alcanza un escandaloso 95,7%. «Las administraciones públicas no evalúan los daños y las cifras de ahogados. Limitan mucho el personal, los socorristas, y al final tenemos playas sin vigilancia o con horarios muy reducidos, lo que supone demasiadas muertes en espacios no vigilados o en playas fuera del horario del servicio de vigilancia», explica la experta antes de proponer campañas informativas o incluso publicitarias tan exigentes y necesarias como son las que realiza constantemente la Dirección General de Tráfico.

Aunque los expertos de la federación señalan que cada caso es diferente y puede sumar más de una circunstancia que lleve a la tragedia, entre ellas normalmente aparecen dos: el desconocimiento y la imprudencia. El desconocimiento, según Yessica Pino, incluye desde las reglas innegociables del mar hasta la propia condición física del bañista, un cóctel explosivo cuando ambas confluyen. Pino se refiere a que el mar es, por naturaleza, un medio hostil para el hombre en el que muy a menudo se entra sin asumir riesgos. «Del mar hay que tener en cuenta la temperatura del agua, la profundidad, las corrientes, las olas, si hay rocas en el fondo... cualquiera de estos elementos puede meter al bañista en un apuro del que le resultará más difícil salir si no está en forma», explica. Si el exceso de confianza no es un buen aliado ni siquiera para el buen nadador, mucho menos lo es para el que desconoce su propio estado físico y se adentra en el mar por mucho que ondee la bandera roja. En este sentido, la especialista argumenta que el perfil del bañista ahogado en nuestro país suele encajar con el de un varón de más de 45 años, edades en las que es más habitual que exista una patología cardíaca que el propio bañista puede desconocer. Sobre todo entre los 65 y 75 años, tramo de edad con más víctimas desde enero. Entre los más jóvenes, la muerte por ahogamiento se da en menor medida, aunque el Estudio sobre los ahogamientos y otros eventos de riesgo vital en el entorno acuático-marino de la Fundación Mapfre detecta en el último lustro un repunte del 15% de casos en la franja de menores de 15 años. En todo caso, por debajo de los 45 años Yessica Pino señala a la imprudencia como el factor que más riesgos provoca en medio acuático. Por ello, desde la federación insisten en aconsejar el baño en zonas vigiladas y «respetar siempre» las indicaciones del socorrista y las normas del espacio acuático o instalaciones en el que nos encontremos.

Por meses, julio es el que más incidencias graves suele ofrecer en la Costa del Sol, según los datos de la Empresa Pública de Emergencias Sanitarias (EPES) 061 de Málaga. Si durante todo el año pasado recibieron un total de 107 peticiones de asistencia por este motivo, julio acumuló 36 por las 18 de agosto. Hasta el pasado miércoles, los servicios médicos del 061 se movilizaron 93 veces. De nuevo julio, también con 36 servicios, ha sido el mes del año más activo por delante de agosto, que hasta ese momento sumaba 16.