Oficinas, despachos de abogados, sedes de empresas, clínicas médicas... La calle Larios tiene una enorme vitalidad económica, que acompaña a la comercial. Sin embargo, le faltan vecinos. Sólo María Rojas tiene el exclusivo privilegio de llamarse vecina, ocupando una casa en uno de los edificios de la calle y con vistas privilegiada a la vía. Es la última habitante estable de la calle, donde vive desde los años 80. Pero es mucho más que una vecina cualquiera. Ha sido testigo directo de la transformación de esta vía durante sus 83 años, siendo parte activa de su tejido comercial.

«Esta casa es como una máquina del tiempo, que permanece igual con el paso de los años mientras cambia todo lo de alrededor». Es un símil acertado que apunta uno de los dos hijos de María Rojas, Félix Martín Rojas. La vivienda mantiene la elegancia de otra época. Ayudan sus techos altos, columnas de acero y acabados de primera calidad, pese a tener 125 años de antigüedad, lo que atestigua el buen hacer de los obreros de la época al levantar la calle.

María Rojas es la otra mitad del comerciante y emprendedor Francisco Martín Sáenz, que desde que se separó del negocio familiar en los años 60, apostó por abrir tiendas en la calle Larios. «No le fue fácil, su padre decía que estaba loco porque la calle Larios no era comercial, sino que era una calle para pasear», recuerda. En aquel tiempo el comercio más pujante se concentraba en las calles Granada, Nueva y Compañía, así como en la antaño vital Carretería.

El buen ojo de Martín Sáenz le llevó a triunfar en «una calle para pasear», pero también en la galería comercial que Carlos Gutiérrez Maturana, marqués de Paul e hijo de la marquesa Larios, Pilar Príes, trataba de impulsar donde ahora se encuentra la parte trasera de las tiendas Bimba y Lola, Pull&Bear o Springfield. Allí había un ramillete de tiendas formando una galería que era conocida como «El Valle de los Caídos», por la alta tasa de fracaso que había entre los comerciantes. Sin embargo, Francisco Martín y María Rojas sacaron adelante con notable éxito su primera tienda. Pagaban un alquiler de 3.000 pesetas al mes, una cifra considerable que el propio Marqués de Paul se encargaba de cobrar en mano.

El éxito de esta primera tienda se encontraba en la calidad de los productos de piel que vendía, pero también en los primeros turistas de la ciudad, que llegaban a vaciar la tienda en días buenos.

Tras esta primera tienda llegaron otras dos más, hasta que abrió Martín Sáenz, el gran emblema de la familia y que estuvo funcionando hasta 2007 en la misma manzana que el hotel Larios.

María Rojas reconoce que le encanta vivir en la calle Larios, situada cerca de todo y paso de incontables personas. Son muchos los personajes famosos con los que trabaron amistad ella y su marido: Miguel de los Reyes, Félix Revello, Paco Palma, La Paula, Chiquito de la Calzada... La lista podría seguir, incluyendo a Perón.

La peatonalización ha supuesto una notable mejora, pese a sus dudas iniciales, aunque también ha convertido a la calle Larios en escenario de todo lo que ocurre en Málaga. A la Semana Santa se le ha unido el Carnaval, pases de modelos, manifestaciones de todo tipo, la Feria, procesiones extraordinarias y conciertos. Llega un momento que puede llegar a ser cansado, por el ruido que producen, pero también por los problemas de acceso. De hecho, una vez que se accidentó, la ambulancia no pudo entrar porque era Feria y tuvieron que sacarla sus hijos en una silla. Y sorteando la bulla de Feria.

Es verdad que no cambiaría vivir en la calle Larios por otro lado. Es la casa que la mantiene unida al que ha sido escenario de su vida y sus recuerdos, en especial de su marido Francisco. Entre ambos ayudaron a seguir construyendo el mito de la calle Larios y su legado ya forma parte de la historia de la ciudad.