¿Qué o quién es un chiringuito? Una pregunta que puede resultar chocante para cualquier lugareño es una duda relativamente frecuente entre los muchos turistas que llegan a diario a Málaga. El fin de semana pasado, topé con las dificultades que tiene explicar el concepto en sí. Uno está acostumbrado a pasar algunos de los mejores momentos del verano en un chiringuito, pero no a dar con una aclaración elocuente que resuelva esta cuestión existencial. Fui abordado por una pareja de alemanes que querían saber qué son exactamente los chiringuitos. Aunque suelo frecuentarlos mucho, percibí con cierta conmoción mi incapacidad para que se quedaran con la copla. Hice lo que pude, pero aquello estaba pidiendo a gritos que se adentraran por su propia cuenta en la experiencia más elemental de restauración que ofrecen nuestros litorales. ¿Un bar en la playa? Sí y no. En su forma elemental, consiste en una estructura de madera que podría pasar por una cabaña. O justamente tampoco.

Vale, se trata de una idea y se ubica en la playa. Si no estuviera en la playa, no es un chiringuito. No se admite que discurra una calle en forma de línea divisoria. En otros puntos geográficos prima la idea de un litoral virgen sin edificaciones alguna. Aquí, sin embargo, una playa no es una playa si no cuenta con un chiringuito. Tan temporales y provisionales como emergen en algunas ocasiones, tan inamovibles lucen sin embargo en cliché de institución andaluza. No hay ningún desaguisado de ley de Costas que impida a uno enfundarse las chanclas y la camiseta de tirantes para mancharse de tizne espeto. No hay nada más andaluz que un chiringuito. Aquí, donde el Mediterráneo se encuentra con el Atlántico, resulta imposible pasearse por el litoral sin encontrar acomodo en algún establecimiento. Si se sobrevolara con un dron, los espeteros podrían pasar por un elemento natural, como lo son los propios bancos de arena. Lamarcha triunfal de los chiringuitos comenzó hace dos siglos aproximadamente. Alfonso XII descubrió también que para disfrutar del placer de las sardinas, había que mancharse los dedos. Para Ferran Adrià un espeto es el minimalismo gastronómico llevado a su máxima expresión.

Para viajar a los orígenes de los chiringuitos, la pista nos lleva a Torremolinos. Como explicó María Pepa García Lara en estas páginas, uno de los chiringuitos más antiguos del país presume ser La Cabaña de Paco. Seguramente, se levantó, allá por 1948, con los únicos materiales que había disponibles: piedras, arena y pino. Con estos materiales se levantó la cabaña y se empezaron a vender los espetos de sardina. ¿Pero es tan chiringuito La Cabaña de Paco como lo puede ser el Trocadero Playa en Marbella, donde se come sushi a 50 euros la pieza? Parece que sí, porque el único criterio fijo para entrar en la categoría es que se debe de tratar de un lugar permeable a la brisa del mar. Todo lo demás ya depende de la cuenta corriente.