­Las caras de los vecinos de la calle Almería, la arteria que vertebra la populosa barriada de El Palo, reflejaban ayer un único estado de ánimo: estupefacción. «Estoy en shock», decía insistentemente a los periodistas un joven que conocía bastante bien a la mujer y a sus dos hijos, hallados ayer en el sexto piso del número 45 de la vía cosidos a puñaladas. La madre, viuda, se llamaba Teresa, trabajaba en la empresa municipal que se dedica a prestar cuidados a las personas mayores impedidas y era simpática y risueña. «Yo sólo puedo decir que ella era muy buena gente, simpática, una madre luchadora», aclaraba nervioso un hombre de casi sesenta años que apuraba nervioso su cigarrillo mientras deambulaba cerca del portal.

En cuanto a los dos hermanos fallecidos, algunos de sus conocidos no tenían duda alguna: «Eran chicos normales, trabajadores, esto nos parece inexplicable», decía a coro un grupo de amigos que mostraban en sus rostros toda la fuerza de la perplejidad. Uno trabajaba en un restaurante y el otro en una empresa especializada en metales, aunque uno de ellos había estado en paro recientemente, explicaron. Era habitual, pues ambos vivían con su madre, verlos pasear a los tres perros que tenían. El que encontró los cadáveres de los fenecidos era el hermano mediano. La madre rondaba los sesenta años y los desaparecidos tenían 35 y 39 años, respectivamente.

«Los conocíamos de toda la vida, algunos de vista y otros de aquí del barrio», indicaba una mujer que trataba de calmar a su perro. «Eran una familia normal y corriente y los dos fallecidos eran muy buenos con su madre», afirmaba otra vecina del mismo número de la calle. Decenas de habitantes de la zona se agolparon en torno al cordón policial mientras conjeturaban con qué podría haber ocurrido.