Rita Giménez García, más conocida como Rita la Cantaora, fue famosa por sus actuaciones flamencas en los cafés cantantes de su época. Nació en 1859 en Jerez de la Frontera. Rita Barberá Nolla, alcaldesa de Valencia entre 1991 y 2015 y actual senadora por designación autonómica, no tiene ni pizca de vergüenza política. ¡Qué trabajito le ha costado al PP empujarla!, y lo ha hecho bajo presión, no porque le haya salido del alma apartar de su seno a esta señora investigada por blanqueo de capitales. ¿Y ella?, ahí está, refugiada en el Senado y su fuero como una cobarde. Esta es la España que se resiste a morir, una España negra, como la de Chaves y Griñán.

Las bandas que asolan España esquilmando lo público y lo privado en todo lo que pueden son producto de toda una época que ahora toca a su fin, la transición política que vivimos desde la muerte del dictador. Quienes con recursos arteros desenfocan la cuestión y no quieren reconocer lo que lleva pasando tanto tiempo son los compañeros de viaje y los émulos de tanto delincuente suelto. ¡Qué clase política!, hay quien dice que los corruptos son una minoría, aguando así el café en cuyos posos vemos como en agua cristalina el desaguisado nacional.

Cuentan que en una ocasión Churchill en su batalla política con el primer ministro Clement Attlee comentaba socarronamente: un taxi vacío se detuvo en Downing Street, de él se bajó Attlee. Pues eso mismo podría predicarse de Sánchez, es inane. Su expresión «las fuerzas del cambio» refiriéndose a su partido, a Podemos y otras manchas que huelen a azufre dice mucho de él. Pero fíjense que hasta lo más sagrado se contamina con una especie de ceodos ideológico. En julio decía el Papa Francisco que el antídoto para este mundo en guerra debía ser la fraternidad, la hermandad, la comunión y la familia, de acuerdo pero ¿ahora quién para a ese yihadista que me encuentro en la calle con su AK-47 disparando en derredor?, dígamelo Santo Padre. Y añadía Francisco que «celebremos el venir de culturas diferentes». ¿Saben ustedes a cuantos han acogido en el Vaticano?, yo se lo diré, a nadie. Es que una cosa es predicar y otra dar trigo, digo ejemplo. Estoy de acuerdo con Kahneman, el sujeto vive de una forma y evalúa de otra. Pero al cristianismo, pese a algunos infiltrados con mitra, hay que defenderlo de los nuevos bárbaros. Así, por ejemplo, a aquellos que se refieren al «club ideológico del cristianismo» habría que decirles que si no comprenden la importancia del fenómeno religioso poco comprenden de la historia del hombre, pobres.

Menos mal que todavía hay personas como el disidente cubano Guillermo Fariñas -Premio Sajarov 2010-, que acaba de salir de una huelga de hambre de 54 días. Después, Alberto Garzón con una infección vírica sale a la calle para defender la dictadura venezolana y la de su mamá Cuba. No sé si son peores los que apoyan la violación de los derechos humanos -añadir los podemitas del pucherazo de Valencia, un fraude masivo en las primarias online a través de móviles del mercado negro- o los que, como todos los cangrejos, caminan de lado, los tibios: «Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca», dice Jesucristo de ellos (Apocalipsis 3:16).

En esas estamos cuando suena el teléfono y al otro lado del hilo invisible suena la voz desde Valencia de Fulgencio Alcaraz, que ya se ha ido a la Fiscalía Anticorrupción, aunque a él le alcancen parte de las salpicaduras, pero a otros les va a doler la cabeza, dice.

Rebajan la tensión de este septiembre mediado varias gratas noticias, que la Imprenta Sur -aquella de la Generación del 27- vuelva a la vida gracias a la Diputación, que José Lebrero renueve su contrato en el Museo Picasso Málaga, que José Luis López Caparrós siga luchando por el hotel de Moneo en Hoyo de Esparteros y que Manzanares, Cayetano y López Simón vivan la gloria de la Goyesca. ¿Qué sería sin todos ellos y otros muchos más? Francisco de Quevedo escribía:

Miré los muros de la patria mía,si un tiempo fuertes, ya desmoronados,de la carrera de la edad cansados,por quien caduca ya su valentía.Salíme al campo; vi que el sol bebíalos arroyos del yelo desatados,y del monte quejosos los ganados,que con sombras hurtó su luz al día.