La ansiedad y la incomprensión oscurecen los días que viven los enfermos de cáncer en fase terminal. En ese momento los cuidados paliativos ayudan a convertir en resplandeciente lo que queda por vivir y, ahí, la Fundación Cudeca-Cuidados del Cáncer se torna en el faro que les ilumina.

Su razón de ser, lo que les hace diferentes, es que se centran más en la faceta personal que en la sanitaria, tanto del paciente como de los que lo arropan y cuidan, su familia.

Cudeca nace del empeño de una pensionista británica retirada en el sur de España, Joan Hunt, quien, tras ingresar su marido en un hospital de Málaga aquejado de cáncer, se vio en un entorno clínico hostil, superada y perdida ante a un idioma que no comprendía.

Hunt, acompañada por la gerente y directora del área médica de la Fundación, Marisa Martín -que hace las veces de traductora a lo largo de la conversación-, relata a Efe que "cuando uno enferma, es muy importante recibir la información y entender lo que está pasando", por lo que ellos se sintieron aún más angustiados.

La fundadora se enteró de la existencia de una unidad pionera en la capital malagueña de cuidados paliativos con un médico bilingüe, por lo que trasladó a su marido, que estaba en una etapa terminal.

Allí encontró un equipo médico que estudió Cuidados Paliativos y que "hizo que la despedida, esas últimas semanas con su marido, fuera totalmente diferente a lo que ella había estado viviendo", por lo que "pensó que eso que había recibido" en los últimos momentos junto a él "los demás deberían tener derecho a recibirlo".

Hunt, que se emociona al recordar el adiós, decidió que ese trato "tenía que llegar a todos" y comenzó una contienda que tuvo su primera batalla en los tabúes que rodeaban hace veinticinco años -en 1992, año de nacimiento de Cudeca- la palabra "cáncer".

"Los cuidados paliativos eran unos completos desconocidos en España. Simplemente explicar en qué consistían y qué era el movimiento 'hospice' era complejo", afirma Martín, encargada por Hunt de crear, junto a un equipo, un centro para enfermos terminales de este tipo -surgido en los años 50 en Inglaterra- en Málaga.

"Joan tenía claro desde el inicio que lo que quería era que el proyecto se desarrollara en España e integrado en la sanidad pública, y que la gente entendiera que los cuidados paliativos no son de segundo nivel, sino una disciplina médica con su campo de conocimiento y sus profesionales", señala la gerente de Cudeca.

La fundación pone de relieve con su actividad que no solo se puede aliviar cuidando del dolor, sino que el dolor en sí tiene otros componentes: uno emocional, otro social y otro trascendental, el porqué. Este enfoque es su "forma especial de cuidar" -su lema- y por lo que ayudan a más de mil pacientes anuales.

Cudeca presta atención integral que incluye psicólogos y trabajadores sociales; la mayoría de pacientes son atendidos en casa por médicos y enfermeros, pero cuenta con una unidad de ingresos.

Ofrecen una unidad de día, donde dan terapias no farmacológicas, "cualquier cosa que les haga sentir bien", según Martín, que van desde la podología a la fisioterapia, siendo la totalidad de sus servicios gratuitos, tanto en el centro como en los hogares.

"Mientras la gente crea en nosotros y tenga interés, existiremos", indica la jefa médica, que -como Hunt- resalta: "hemos aportado nuestro granito de arena. Ahora se trata de que el entorno sea acogedor, que no sea todo tan clínico cuando no se necesita".

Cudeca cree que la integración del voluntariado -721 personas colaboraron con ellos en 2015- "engrandece" su proyecto. Ambas finalizan la charla con un mensaje positivo, como su actividad: "entre todos podemos hacer que la sanidad pública sea mejor".