­­El reloj marca las doce de la mañana. El silencio reina en el Centro de Acogida San Juan de Dios. Las escaleras son interminables y parecen no tener fin. En la tercera planta, hay una gran puerta. Las voluntarias se detienen allí y se miran dubitativas. «Son un poco tímidos, pero en cuanto cogen confianza se sueltan». Una de las voluntarias del centro abre dicha puerta. Alrededor de diez hombres, sentados en círculo, dialogan entre ellos. Desde los 18 años hasta los 50. No importa la edad ni la procedencia. Solo las ganas de recuperarte y seguir con tu vida. Y ser feliz. «Vine muy desencajado, con mucho odio hacia a las personas. Y ahora estoy cambiando. Me siento más querido. Y estoy encontrado valores que antes no sabía que existían». Uno de los hombres acogidos se atreve a hablar el primero y cuenta su experiencia. Hace once meses que llegó al centro desesperado por su adicción al alcohol y a las drogas. ¿Su felicidad? Recuperar a su hija de dos años. Poco a poco, está ganando esa batalla interna.

Es la misión que tiene el Centro de Acogida San Juan de Dios, situado cerca de la iglesia de los Santos Mártires. Y este año cumple un cuarto de siglo, ayudando al marginado, al excluido social y al necesitado a encaminar su vida. A lo largo de estos 25 años, el centro ha prestado asistencia a más de 10.000 personas procedentes de distintos lugares de la geografía española y de otros países.

Casi cuarenta personas son atendidas en San Juan de Dios en la actualidad. «Cuando comenzamos en 1991, vino solo persona. Conforme fue pasando el tiempo ya fuimos recibiendo a más gente», explica Yesenia Cortés, una de las coordinadoras y voluntarias del centro, que lleva nueve años trabajando en el lugar. En total son cerca de cien voluntarios los que prestan de una forma u otra ayuda a los acogidos. «Aquí vienen personas que han sufrido problemas de todo tipo: adicción a las drogas, ludopatía, enfermedades mentales, marginados sociales con familias rotas. En general traen problemas de todo tipo. Son el último escalafón de la exclusión social».

El Centro de Acogida San Juan de Dios nunca ha excluido a nadie, ni siquiera lo han echado hasta que esa persona no ha conseguido una estabilidad en su vida. «La estancia de los acogidos varía. Depende del caso y del proceso que necesita y evidentemente de su evolución». Yesenia afirma que hay casos que son más extremos y son trasladados a otros centros.

«Hay personas que se van mal, y nos da pena. Nosotros nos analizamos qué hemos podido hacer. Pero algo se lleva de aquí por lo menos», confiesa. «Hay personas que han estado aquí y se han ido y luego vuelven. Para recuperarte tienes que querer». Cortés comenta que hay casos de en los que solo vienen a cubrir sus necesidades básicas. «Se duchan y nada más. Prefieren vivir en la calle porque se agobian en una habitación».

La rehabilitación fue una de las partes que el centro de acogida decidió incluir en su programa porque «es fundamental para que una persona se recupere». «A una persona no se le puede dar solo de comer y que se dé un baño. Esa persona está desestructurada, vamos a analizar qué ha pasado. A partir de ahí intentamos recuperarla junto a todo lo que la rodea, como la familia», asegura Yesenia.

San Juan de Dios, único. El edificio que alberga centro fue anteriormente una contrucción doméstica y aún conserva la presencia de una casa señorial. Fue posada en el siglo XVIII y un laboratorio y clínica en el año 1945. «Fue en marzo de 1991 cuando comienza a funcionar como un centro de cobijo para los transeúntes». Yesenia Cortés se emociona por un momento. Con la mano en el corazón piensa en una de las tantas anécdotas que tiene guardadas del centro. «Hay personas que han recorrido España entera llegando a estar en muchos albergues y centros. Y siempre dicen que no hay ninguno como éste. Nosotros no somos la panacea, obviamente, pero trabajamos con los valores fundamentales que debe aprender toda persona», describe emocionada.

El centro tiene tres pilares fundamentales. El primero de ellos es el básico, donde el acogido puede asearse en las duchas externas. En ese momento, el centro lucha por conocer a esa persona e intenta, mediante varias consultas, ver qué necesita. El segundo programa es el de albergue, con 25 plazas de comedor para 25 personas. «Por último, los que han pasado por el albergue, pasan por el tercer pilar, que es el de la rehabilitación», argumenta Cortés. Por el centro han aparecido personas desde los 18 años hasta los 65. «Desde hace cinco años ha venido más gente joven. Y siempre más hombres que mujeres. Alrededor del 75% son hombres».

Finalmente todos se han presentado. Uno por uno, han ido contando todos los problemas que han derivado en hacerles pedir ayuda a San Juan de Dios. Yesenia, les pide una última cosa antes de abandonar la sala para que ellos sigan dialogando tranquilamente: «¿ Qué le aconsejaríais a alguien que necesita ayuda?». Varios son los que responden. «Siempre hay una puerta abierta para lo que necesitan ayuda. De diez, nueve se cierran, pero una, siempre estará abierta de par en par para ti». Varios son los que contestan que les gustaría que hubiese más centros de acogida como San Juan de Dios. «No hay mejor cosa que sentirse libre, levantarte por la mañana, ver los árboles, sentir el aire y ver cómo poco a poco vas recuperando todo lo que perdiste». Otros, admiten que ahora les gusta ver hasta películas. «Aprendes a llenarte de las pequeñas cosas que te da la vida», dicen.