­Ya no hay lugar para eufemismos. Será uno de estos días, si es que finalmente llega a celebrarse el Comité Federal que ha lanzado Pedro Sánchez en forma de órdago a las voces críticas dentro de su partido, en los que la calle Ferraz puede alcanzar una presión atmosférica que no se ha visto en el seno del partido desde que Felipe González planteara, allá por 1979, que si el PSOE tenía vocación de convertirse en un partido de mayorías debía sacudirse de sus postulados marxistas. Sólo la voluntad de una futura estrella política como luego lo fue González, pudo sobrevivir al entonces capricho solitario de defender su estrategia minoritaria frente a la mayoría que veía en esa renuncia otra implícita a los valores ideológicos que han forjado el partido.

«En el PSOE andaluz siempre se escucha a Felipe González con mucho interés», afirmó Francisco Conejo, número tres del PSOE andaluz y que ayer compareció como secretario de Política Institucional en un primer aviso de lo que estaba por llegar. Hubo algo de profundo diagnóstico camuflado a primera hora en la sede del PSOE en Málaga. Es imposible ver a Conejo retratarse con naturalidad si no tiene de antemano muy claro que puede actuar así y sugerir de forma clarividente la dimisión de su todavía secretario general a nivel nacional, Pedro Sánchez. Tras varios días de guardar silencio, Conejo fijó la posición de los socialistas malagueños y, como era de esperar, ésta no difiere de la que ya se encargó de marcó el número dos del partido en Andalucía, Juan Cornejo. Como motivo más que suficiente para no volver a confiar en él, menos después de romper todos los esquemas previstos, Conejo apuntó a las consecutivas derrotas electorales cosechadas por el PSOE. «No es el momento de defender un Congreso Federal, sino de asumir responsabilidades», insistió el número tres de los socialistas andaluces en sintonía con los postulados que encarna la secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz.

Era Málaga, así quedó claro a posteriori, sólo una pequeña pieza del puzzle para tumbar mediante una cascada de dimisiones el paso dado para tumbar a Sánchez. Consideran los llamados críticos, donde se ha enrolado de lleno el PSOE malagueño, que éste ha emprendido un viaje temerario que hay que parar si no se quiere profundizar en la herida. Aunque Sánchez defienda que cualquier cosa es mejor que un gobierno presidido por Mariano Rajoy, incluso unas terceras elecciones, Conejo se mostró convencido de que una nueva visita a las urnas destrozaría al partido electoralmente. Así lo defenderá también el Comité Director, máximo órgano del PSOE de Andalucía, convocado para esta tarde y del que saldrá la postura con la que se plante la federación andaluza el próximo sábado en Madrid. En este itinerario todavía incierto lamentó Conejo, además, que se estaría quebrando a la militancia entre los que anteponen una realidad más sosegada, según él, en la que el PSOE se ve cuasi obligado a transitar en la oposición con la factura electoral en mano, y unas bases más prestas a esquivar un Gobierno de Mariano Rajoy a cualquier precio.

Refundación y dimisiones. Consciente de la difícil situación que atraviesa el partido, agravada por la irrupción de Podemos y su afán por hacerse con el tradicional espacio electoral del PSOE, Conejo defendió la necesidad de afrontar lo que llamó como un «proceso de refundación» encaminado, en última instancia, a construir de nuevo un PSOE que se convierta en «una opción mayoritaria para los españoles». Advirtió Conejo, indirectamente, al finalizar la rueda de prensa, de que se estaba trabajando para acabar con Sánchez. Así se constató a última hora de la tarde cuando se destaparon las lealtades y 17 miembros de la Ejecutiva Federal registraron su renuncia para forzar a Sánchez a dimitir. Entre los nombres, el de Estefanía Martín Palop. Hasta ahora Sánchez resiste, pero no hay que esperar rosas frescas.