­Las redes criminales organizadas dedicadas al narcotráfico están usando a parados de larga duración mayores de 45 años y a jóvenes desempleados para alijar drogas en las playas de la provincia, así como a personas sin recursos como mulas de transporte de sustancias estupefacientes, según los testimonios que ha recabado este periódico de varios abogados penalistas habituados a llevar este tipo de casos.

Así, los juzgados de Instrucción de la provincia abrieron en 2015 un total de 1.121 diligencias previas relativas a delitos contra la salud pública, es decir, narcotráfico en su mayor parte, frente a las 1.103 de 2014, lo que supone un crecimiento en términos relativos del 1,63%, según los datos de la Fiscalía General del Estado contenidos en la memoria del pasado ejercicio. Los penalistas consultados señalan que buena parte de esa subida se la llevarían los procedimientos abiertos, precisamente, contra estas personas sin recursos y parados que se avienen a participar en estos alijos, habitualmente de hachís y realizados en playas de la Costa del Sol.

El número de casos de narcotráfico no para de crecer desde 2012, cuando se abrieron 607. El resto de años la tendencia ha ido in crescendo: 1.041 asuntos en 2013 y 1.103 en 2014, hasta llegar a los 1.121 de 2015. Málaga es, además, la quinta provincia del país en volumen de asuntos de narcotráfico en los tribunales tras Barcelona (1.843), Cádiz y Ceuta (1.496) y Madrid (1.993).

El presidente de la Audiencia Provincial, Antonio Alcalá, explica el incremento en el número de intervenciones «por la mayor eficacia y operatividad de la policía», pero explica que un aumento del 1,63% no es significativo. «No se coge todo y Málaga es un lugar de paso y casi todo entra por aquí. Llegaremos a coger en torno a un 30% o 40% del total», dice.

La Fiscalía General del Estado llama la atención en sus reflexiones sobre el hecho de que en Cádiz, Ceuta, Madrid y Barcelona haya bajado el volumen de aprehensiones y en otras provincias como Málaga haya subido, aunque no da una explicación acerca del incremento.

El penalista Javier Muriel afirma que parte de ese incremento puede deberse a que la crisis económica ha empujado a algunos parados de larga duración a plegarse a las demandas de las mafias de la droga. «Cobran un precio más barato que los profesionales que hacen el transporte y eso se ve analizando el tipo de detenidos de los últimos años. Ha cambiado el perfil: ante el aumento de personas dispuestas a participar en un viaje a cambio de dinero decae la eficacia de la red y se fortalece la eficacia policial. Los que aceptan no son profesionales», reflexiona este abogado, quien explica que lo normal es que estos hombres mayores de 45 años sean reclutados para desembarcar la droga cuando llega a una playa o, en casos menos habituales, para ir en la lancha neumática de la Península a Marruecos y luego subir con la carga para alijarla en el litoral. «El piloto, eso sí, siempre es profesional», dice.

«Es algo rápido y suculento y, por supuesto, sin justificarlo para nada, es un dinero fácil para muchas familias que lo están pasando mal, pero no se piensa en las consecuencias», recalca. En 30 minutos de descargar droga, normalmente hachís, el narco amateur puede ganar hasta 15.000 euros. «Esto ocurre sobre todo en zonas deprimidas y se prestan a eso: como dicen ellos, van a descargar gomas», precisa. También se da el fenómeno entre chicos que rondan la veintena sin trabajo ni estudios. «Suele ser goloso para ellos, porque de diez transportes te pillan en uno», afirma, y añade: «Para las redes es mano de obra barata».

Juan Fernández, abogado de Málaga, afirma que esa tendencia a recurrir a parados de larga duración ha caído estos meses y aclara: «Sigue sucediendo. Chavales jóvenes a los que ofrecen 3.000 euros por desembarcar hachís, lo hacen con gente que no tiene un duro, por ejemplo yo he visto que lo han hecho con parados de la construcción a los que se les ha agotado el desempleo y las ayudas. La causa de necesidad está muy extendida». También los cogen para vigilar mientras se produce el alijo, sobre todo a chicos jóvenes también sin trabajo y sin expectativas.

Este penalista apunta también al caso de las mulas, es decir, los que viajan a otro país e ingieren bolas de sustancias prohibidas para traerlas en avión o en el ferry en el caso de Marruecos, y explica que ahí el perfil cambia, pues se trata de personas sin recursos que viven, incluso, en la calle. «Yo he llegado a tener un caso en el que se reclutaba a los que iban a un comedor social y los mandaban a Argentina para ir a por droga», subraya.