Antes de que el parkinson atenazara su cuerpo, Juan Antonio Fernández, un discapacitado intelectual de 41 años del barrio de La Luz, era capaz de quedar segundo en un campeonato de natación en Sevilla y también de practicar pruebas de atletismo y correr a gran velocidad, como demuestran las fotos que enseña Victoria Pérez, su madre, que también está enferma de parkinson.

Desde hace 12 años, esta enfermedad ha ido minando la salud de Juan Antonio hasta convertir a ese joven ágil en una persona que se desploma al suelo en el momento más inesperado o que durante minutos permanece clavado, de pie, sin poder moverse y al que sus padres tienen que desplazar por casa y en la calle con la ayuda de una faja, para poder tirar de él.

«Llega un momento en que ya nos come, ya no podemos más», confiesa su padre, José Fernández, de 75 años, que sufrió un infarto y tiene varios bypass.

El pasado mes de julio Juan Antonio y sus padres aparecieron en La OpiniónLa Opinión para pedir al Ayuntamiento un banco en la zona donde espera a diario el autobús para trasladarse a un centro de día en Alhaurín de la Torre, donde permanece de lunes a viernes de 8 a 16.30. El resto del tiempo son sus padres los que se encargan de él.

El parkinson provoca también que Juan Antonio no pueda tragar y debe ingerir papillas y líquido, así como pan de molde desmenuzado, lo que le ha hecho perder muchos kilos. Otro problema es que saliva de forma continua y los padres deben limpiarle todo el rato. «Le bañamos, le limpiamos, le lavamos los dientes, el otro día rompió la mampara del cuarto de baño al caerse», cuenta Victoria. Además, todas las noches los padres deben levantarse varias veces para cambiarlo de postura en la cama o llevarlo al servicio.

En marzo de 2015, vista la gravedad de la situación, la Junta le concedió a Juan Antonio una plaza en la residencia de Aspromanis en La Milagrosa, pero los padres prefirieron seguir con él, algo de lo que ahora se arrepienten: «Cuando le concedieron la plaza estaba mucho mejor y creíamos que la enfermedad se había parado», dice José. Por eso, en enero de este año volvieron a pedir a la Junta de Andalucía una plaza para su hijo en una residencia de Málaga capital o en Alhaurín de la Torre, «porque el centro de día al que va tiene una residencia, aunque no está abierta, falta el visto bueno de la Junta».

José Fernández y Victoria Pérez confiesan estar desesperados, mientras ven cómo pasan los años y sus propias fuerzas menguan, aparte de que la madre, también con parkinson, tiene una minusvalía de más del 80 por ciento. «Pedimos una residencia para nuestro hijo porque no podemos más», confiesa José.

Respuesta de la Junta. La delegada de Igualdad y Bienestar Social, Ana Isabel González, indicó el pasado miércoles que aunque la familia rechazó la plaza en 2015, eso no implica que la administración no pueda revisar su caso, «porque las situaciones cambian».

La delegada puso en contacto a este periódico con una fuente de la consejería en Málaga, quien señaló que hay otras situaciones más prioritarias, puesto que la familia «está atendida ya a través de la ley de Dependencia pero, independientemente, este caso se revisa y se atiende». También señaló que si se restringe la petición de residencia a Málaga capital, el plazo puede alargarse.