Pocos botánicos pueden aspirar a gestionar el jardín botánico de su ciudad natal y a crear el de la Universidad en la que llevan enseñando 44 años. También parece todo un reto presidir durante dos décadas una institución centenaria como la Academia Malagueña de Ciencias. Estos y otros logros profesionales son los que ha alcanzado con su trabajo Alfredo Asensi Marfil, un malagueño de 1949, a quien el pasado lunes sus compañeros académicos nombraron presidente de honor en un acto que tuvo lugar en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento.

Hijo único del oficial de notaría Manuel Asensi y de la maestra Aurelia Marfil, la vocación de Alfredo Asensi empezó a perfilarse en el Colegio de los Maristas, en el que estudiaba: «Los niños muchas veces eligen en función de los profesores que han tenido y a mí me marcó mucho un profesor de Ciencias Naturales que trabajó en el Oceanográfico y que me dio clase en tercero y quinto», cuenta. También le marcó un profesor de Químicas, aunque entre esta carrera y Biología, se decantó por la última.

Pero Alfredo Asensi, que en la niñez acompañaba a su madre a los pueblos donde era destinada mientras su padre, por trabajo, se quedaba en Málaga, años antes ya estaba estudiando para maestro: «Compaginé el bachillerato con Magisterio. Desde el principio tenía claro la enseñanza, que me gustaba mucho».

Los estudios de Biología los realizó en Sevilla -que dos promociones antes había estrenado la carrera-y en la especialidad de Vegetal, que sólo cursaban diez alumnos. «Me gustaba mucho la ecología, las relaciones entre los seres vivos vegetales con el medio, por qué las plantas están en un sitio y no en otro, cuál es el origen de la flora...», recuerda.

Terminó en 1972, un año muy importante en su vida porque tras unos pocos días en un instituto de Osuna, le comunicaron que tenía plaza en Málaga en el Colegio Universitario de Ciencias, junto a la Misericordia. El joven profesor se incorporaba a la naciente Universidad, una etapa que recuerda con mucho afecto: «Era algo muy bonito, date cuenta que entre Ciencias y Letras, Medicina y Económicas, no llegaríamos a cien profesores. Cuando los de Ciencias y Letras, y algunos de Medicina, terminábamos, bajábamos al Centro muchas tardes. El punto de contacto era la Alameda, donde está el Archivo Municipal y luego por grupos unos iban a Guerola, otros a la Peña Juan Breva, a La Cancela... era un grupo estupendo».

También en ese tiempo, 1972, y con solo 23 años, ingresó por mediación del prestigioso botánico, Modesto Laza, en la entonces Sociedad Malagueña de Ciencias. Lo haría el mismo día que otra joven botánica, Blanca Díez Garretas, a quien conoció en el Colegio Universitario y con la que contrajo matrimonio al año siguiente.

Alfredo resalta que él y su mujer son «almas gemelas»: «Blanca terminó su carrera en el 72, es doctora por la Universidad de Granada como yo, tiene la misma especialidad que yo...». En su opinión, toda una ventaja, «porque hablamos el mismo lenguaje y participamos en los mismos proyectos y publicaciones... por eso mis hijos (Alfredo y Rocío) han hecho, uno, Derecho y la otra, Farmacia», bromea.

Como comenta, obtuvo el doctorado y su tesis -sobre Ecología vegetal y cómo las plantas se interrelacionan con el medio en el pinsapar de Ronda y Grazalema- fue la base para un trabajo que le valió el Premio Málaga de Investigación en 1977.

Universidad de Málaga

Con la experiencia que le dan 44 años como profesor, la mayoría impartiendo Botánica, considera que aunque ha existido un declive, «tanto en la relación de educación profesor-alumno como en preparación», desde hace unos cinco años el proceso se ha revertido. «Va para arriba, hay un mejor nivel de educación y de conocimiento».

En todo caso, en lo que a enseñanza de la Botánica se refiere, sí cree que el nivel ha bajado. «Yo estudié dos botánicas en una carrera que duraba cinco años. Ahora se está dando dos botánicas en un semestre cada una. Se han disminuido mucho los conceptos para que quede un mínimo común denominador». Por eso no cree que puedan salir botánicos bien formados: «Si alguien quiere ser botánico tendrá que cursar el grado de Biología y luego ir a varios másteres muy especializados».

En cuanto al trabajo diario, critica el proceso de burocratización de la Universidad: «Si llegas a la facultad a las 9 puedes estar tres horas resolviendo papeles. El esfuerzo de los profesores no está encaminado a prepararse bien las clases», lamenta.

Dos jardines botánicos

En su larga carrera profesional, en la que también ha estado a cargo del centro experimental Grice-Hutchinson, Alfredo Asensi ha tenido la oportunidad de dirigir el Jardín Botánico-Histórico de La Concepción (de 2009 a 2012) y de poner en marcha y dirigir el Jardín Botánico de la UMA.

De La Concepción recuerda cómo acrecentó la impronta botánica de la finca con proyectos como la Rocalla de la Biodiversidad, la puesta al día de la colección de baobabs o el cambio de la rotulación de las plantas.

Del Jardín Botánico de la UMA echa en falta, entre otras cosas, la ausencia de proyectos de investigación que preserven la biodiversidad, a su juicio, una de las «patas» de todo jardín botánico.

Academia Malagueña de Ciencias

De 1996 a 2016, cuanto toma el relevo el oftalmólogo Fernando Orellana, estuvo al frente de la institución, que con él vivió el paso de Sociedad a Academia Malagueña de Ciencias. También el estreno en 2004 de una sede en la calle Moratín, que Alfredo Asensi siempre considerará temporal, pues recuerda que la sede histórica de la Academia siempre ha sido el edificio que hoy alberga el Ateneo y la Escuela de Prácticas Número 1, junto a la plaza de la Constitución.

Por eso, aprovecha para subrayar que si algún día el colegio cierra o se traslada, la Academia Malagueña de Ciencias debe volver a su sede, que abandonó en los años 70 a causa de unas inundaciones.

En cuanto a la labor interna que desarrolló, el presidente de honor recuerda que «lo que tiene que hacer una academia moderna es igual que una antigua: dictámenes, informes y como componente cultural, conferencias, ciclos y seminarios». Además, subraya que las academias andaluzas son «organismos consultivos» por lo que la Academia Malagueña de Ciencias también emite informes por encargo para las administraciones como el que realizó sobre el Parque de Málaga, con vistas a su remodelación o el que trató de los recursos hídricos de la provincia.

El pasado lunes 24, académicos, botánicos, profesores, familiares y amigos arroparon al nuevo presidente de honor, en una acto que, confiesa el homenajeado, «me abrumó». Alfredo Asensi es el quinto presidente de honor en la historia de la Academia Malagueña de Ciencias, fundada en 1872. En su juventud, este botánico empezó a cultivar sus sueños, que en este otoño de 2016 están dando los mejores frutos.