­La Costa del Sol vuelve a estar de moda en Estados Unidos. Seis años después de la visita de Michelle Obama, y en plena contusión por la victoria altisonante de Donald Trump, los números empiezan a encajar y a dar la razón a los que confiaban en la resurrección del mercado, que en las últimas décadas ha pasado por fuertes altibajos. Especialmente, en su relación con la provincia. De la euforia inicial, la época de los famosos vuelos chárter y el medio millón de viajeros por temporada, al recuento anecdótico, por no decir insignificante, de los ochenta. El milagro americano se ha distinguido en Málaga con todo tipo de estados de ánimo y grados de intensidad; ahora, por fin se estabiliza. Con una evolución constante. Y, lo que es más importante, contagiando también a otros sectores de la economía.

Las razones de esta progresión hay que buscarlas en un entramado complejo, que incluye desde el aumento de la promoción, al vuelo directo a Nueva York y, sobre todo, al bolsillo, que de nuevo se ha hecho eco de los revolcones monetarios, dando esta vez un trato ventajoso a los Estados Unidos. Los turistas del gigante norteamericano recuperan, respecto a Europa, poder adquisitivo. Y eso se ha dejado notar en sus visitas. Hasta el punto de que, como señala Ricardo Bocanegra, presidente de la Federación de Asociaciones de Extranjeros de la Costa del Sol, se asiste actualmente a un fenómeno casi inaudito en los últimos tiempos: el interés de los viajeros por invertir en Málaga y adquirir apartamentos y viviendas de lujo.

De acuerdo con el especialista, cuyo despacho ejerce en muchas ocasiones como intermediario, ya se han detectado, incluso, casos de ofertas de estadounidenses por casas tasadas en más de 500.000 euros, las que dan derecho a la llamada Golden Visa, que es la que lleva aparejado, tras el cambio en la normativa introducido por Rajoy, el permiso automático de residencia. La clientela, de momento, no es masiva, pero sirve para constatar la amplitud del giro emprendido por el turismo del país norteamericano, que está claramente al alza, como se empeñan últimamente en atestiguar los balances estadísticos. Tanto a nivel general como en el registro de Delta, la aerolínea que opera el vuelo entre Málaga y Nueva York, cada vez más receptiva a una posible extensión del servicio, hasta ahora restringido a la temporada de verano.

Según los datos de Turismo Costa del Sol, es innegable que el turismo de Estados Unidos de la Costa del Sol va ganando cuerpo, con saltos que, ahora sí, permiten fantasear con regresar algún día a las grandes cifras de los sesenta, un tiempo en el que los americanos se imponían, incluso, a suecos y alemanes en cuanto a demanda y protagonismo.

Para esta ejercicio está previsto que se superen los 105.000 viajeros, lo que supondría un 15 por ciento más que en 2015. La importancia de este crecimiento, que se suma al de los años anteriores, no está sólo en este tipo de magnitudes. Con los estadounidenses, y de ahí su prestigio, también hay que tener en cuenta la variable del perfil, que , en este caso, se corresponde con un cliente especialmente apetitoso para la provincia. Un turista generoso, sin límite de gasto, que suele prolongar la estancia por encima de la media y que acostumbra a moverse por el territorio, lo que permite distribuir el impacto económico por varios puntos del mismo destino. A estas características, todas con buena prensa, se une otra que enlaza frontalmente con las necesidades de este destino: la capacidad para sentirse atraídos por reclamos que van más allá de la tiranía del sol y playa. La cultura, el golf, los congresos, el lujo, un tipo de oferta de la que a los analistas le gusta calificar de «desestacionalizadora», con fuerza para alargar la temporada alta y evitar la pérdida de clientela que se produce habitualmente después del verano.

A diferencia de lo ocurrido con otros mercados, esta vez las administraciones han sabido reaccionar a tiempo, tomándole el pulso a la petición empresarial y redoblando esfuerzos para ganar posiciones entre las preferencias de los norteamericanos. En los últimos meses, tanto la propia entidad Turismo Costa del Sol como el Ayuntamiento de Málaga y la Junta de Andalucía han puesto en marcha expediciones y ofensivas para aumentar la visibilidad de la oferta en zonas especialmente vinculadas a la cultura española como Los Ángeles o Nueva York. Todavía, incluso en un país con tanto ruido mediático como Estados Unidos, colea la repercusión de las vacaciones de Michelle Obama en Marbella, rodeadas de una confrontación inesperada -a Barack se le reprochó que quisiera veranear fuera del país en pleno desastre ecológico en el golfo de México-, y con un peso informativo que multiplicó en número de referencias a la campaña más ambiciosa que se pudiera haber financiado nunca desde la provincia. Ricardo Arranz, responsable del Villa Padierna, el complejo hotelero que acogió a la primera dama, no tiene dudas al respecto y analizando el volumen de alusiones a la Costa del Sol en la CNN y las tarifas de la cadena da una cifra exorbitante: financiar un movimiento publicitario de semejante impacto le habría salido a Málaga por 800 millones de euros. Demasiada conquista y demasiada buena clientela como para no aprovechar el cambio de paradigma.