­«¿Alguien sabe decirme qué es un fenómeno?». La clase de Física se sumió en el más absoluto de los silencios. Un joven alumno asturiano pensaba la respuesta mientras el resto de sus compañeros ponían todo su empeño en lograr que el profesor no se fijara en ellos. Atando cabos el pequeño Severo Ochoa exclamó: «¡Un torero!». Tras aquello, las risas de los compañeros y el profesor quedaron enclavadas en el tiempo y en aquella aula, que aún sigue hoy recibiendo alumnos.

El Instituto de Educación Secundaria Vicente Espinel, más conocido Gaona por ser la calle que lo acoge desde hace 170 años, celebra hasta el mes de enero una serie de actividades que recordarán que algún Premio Nobel y nueve ministros, entre otros muchos personajes ilustres, pasaron por sus clases llenas de historias que se desvelan cada año. Así lo sienten dos de los docentes del centro, Rafael Maldonado y Francisco Pareja, que se han volcado en la organización de los eventos que acompañan al esperado aniversario. Cuatro meses de preparativos convierten los cinco actos que se iniciaron el pasado 14 de noviembre en una apuesta personal de los dos profesores de historia y Víctor Heredia, un antiguo alumno vinculado al centro y actualmente profesor de Historia Económica en la Universidad de Málaga. El Gaona se inauguró a principios de octubre de 1846. «Fue el primer instituto provincial de secundaria hasta 1928. Se organizó de forma rápida a raíz de una orden del gobierno», explica Víctor Heredia que, además, coordina el archivo histórico de un edificio que forma parte del paisaje y de la historia de la capital. 170 años de clases únicamente interrumpidas por la Guerra Civil, que obligó a suprimir las lecciones por unos días. «Se seguían haciendo exámenes y los alumnos dejaban las pistolas encima de la mesa», explica Heredia. Las paredes del lugar guardan las vivencias de antiguos alumnos que han destacado en distintos ámbitos profesionales. El espacio fue testigo de cómo el poeta José Carlos de Luna intentaba evadirse de las clases para escaparse al jardín o de cómo plasmaba su letra en los cuadernos Emilio Prados. Sus rincones también cuentan que a partir del siglo XX se organizaban huelgas estudiantiles con el propósito de adelantar las vacaciones de Navidad. Sus centros documentales guardan la carta de un profesor de 1880 en la que denunciaba que un grupo de alumnos le habían agredido fuera del instituto y señalan que las primeras predicciones meteorológicas de la provincia se hacían desde el tejado del inmueble o que el propio ayuntamiento pedía los espejos cóncavos y convexos del aula de física para poder usarlos en la feria de agosto.

«Cuando llegué hace 20 años el centro era femenino, las niñas se reían de mí e incluso se escuchaba algún suspiro», confiesa Rafael Maldonado, que hizo sus prácticas cuando el Vicente Espinel aún estaba ocupado solo por mujeres. Las féminas comenzaron a llegar a partir de 1892 aunque no fue hasta 1930 cuando las chicas ocuparon más de un 25% de los pupitres. Con la llegada del franquismo se decidió dividir el espacio y los chicos se marcharon a Nuestra Señora de la Victoria y las chicas se quedaron en la calle Gaona. Así hasta 1983, cuando el edificio se convierte en la institución mixta de hoy día. «Cuando volví en el año 2004 me encontré un centro radicalmente distinto, lleno de alumnos de la ESO procedentes de las barriadas más desfavorecidas que rodean el lugar».

Al profesor de Historia le encanta trabajar entre paredes del siglo XIX. «Para mí, es una gran responsabilidad mantener vivos y dar a conocer los recuerdos del instituto, no solo porque nos encanta sino porque me doy cuenta que estoy dando clases en un sitio que tiene su propia cronología», comenta.

La memoria del lugar sigue viva. «En el centro tenemos una cripta que empleamos como almacén y descubrimos que hay un esqueleto de huesos reales», dice Rafael, que junto a su compañero de profesión, Francisco Pareja y Víctor Heredia, ha programado un calendario de actividades que comenzaba el 14 de noviembre con un debate educativo y que continuaba el pasado viernes con la inauguración de una exposición sobre la historia del centro educativo en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés.

Aunque le cuesta decidirse Francisco Pareja, escoge el coloquio previsto para el día 23 de noviembre. «Redescubriendo Gaona» contará con muchos de los tesoros que escondían los archivos del primer instituto de Málaga. El día 7 de diciembre tendrá lugar una mesa redonda, pero no será hasta enero de 2017 cuando se produzca la clausura de los actos que conmemoran el 170 aniversario del instituto. La conferencia de Valeriano Claros Guerra, antiguo alumno y ex director de la Agencia Espacial Europea (ESA), en el propio centro cerrará dos meses de iniciativas donde el objetivo no es otro que dar a conocer a toda la ciudad y también a los actuales alumnos del centro las aventuras que esconden las clases donde aprenden o el patio del siglo XVIII donde descansan. «Vienen siendo unos niños y acaban convertidos en jóvenes adultos», dice Víctor Heredia, que hace años fue uno de esos pequeños.

«Piensa que todos los institutos son pasillos con puertas y este no es así. La sensación es muy bonita, todos los espacios son singulares», cuenta Francisco Pareja que destaca las actividades que se llevaron a cabo el pasado año bajo el título de «Gaona y el mar». «Durante un mes nos encargamos de rescatar todo lo relacionado con el antiguo colegio de San Telmo y el día que llegó la maqueta del barco fue precioso», recuerda emocionado el profesor que es consciente de que durante años toda la élite cultural y académica de la provincia se estableció en el edificio.

Aquel navío lo descubrieron unas alumnas en la cripta del centro. «Estaban haciendo una piarda y se dieron cuenta de que bajo la cantidad de materiales estaba la maqueta», recuerda la actual directora del centro, Julia del Pino.

A las 11.15 horas suena el timbre que recorre todas las estancias del edificio. Algunos alumnos aprovechan para entrar por la puerta de la conserjería donde, tras unos pasos, les sorprende un patio de columnas del siglo XVIII. Cuenta Julia del Pino que son los estudiantes de bachillerato los que suelen ocupar ese espacio y que los más pequeños corren por las estancias de un antiguo jardín botánico del que solo queda un aguacate centenario.

«Cuando veo esta historia sí creo en el paraíso», dice la actual directora. «Siempre supe que estaba en un edificio singular», relata Víctor Heredia que pasea, junto a sus alumnos de la Universidad de Málaga por el edificio, oculto en la calle Gaona y espectador privilegiado de la evolución de la historia de la ciudad.