­El hombre acusado de acabar de 12 puñaladas con su expareja en la madrugada del 29 de julio de 2014 en Ciudad Jardín reconoció este lunes, a preguntas de la fiscal de Violencia de Género, Flor de Torres, haber cometido el asesinato y admitió que castigaba a su hija de cuatro años sin comer o la encerraba en el cuarto de baño para hacer sufrir a su excompañera.

El juicio ante el tribunal del Jurado comenzó este lunes en la Ciudad de la Justicia. La fiscal solicita 24 años de prisión por los delitos de asesinato, maltrato y maltrato familiar habitual. El encausado ha admitido todos y cada uno de los ilícitos.

Así, indicó que mantuvo una relación con la asesinada desde 2009 a 2014 y que vivían juntos, así como que iban cambiado de casa buscando alquileres más baratos. Incluso, la fiscal le cuestionó por los episodios de violencia que este ejerció sobre la fallecida cuando ambos vivieron con los padres de ella, lo que dijo no recordar, agresiones que propiciaran que los progenitores de la perjudicada lo echaran de la casa.

Al principio, y pese a que su abogado defensor ya avanzó que admitiría todos los hechos, titubeó un poco con las preguntas que le hizo Flor de Torres. «¿Qué relación tuvo con la fallecida? ¿Le imponía qué hacer?», le preguntaba la acusadora, a lo que él contestó: «Cada uno hacía lo que quería», pero luego reconoció que ejerció violencia física sobre ella. No en vano, la fallecida, llamada Verónica, denunció amenazas en 2009 pero luego se acogió a su derecho a no declarar contra el padre de su hija. En julio de 2014, días antes de morir, presentó otra denuncia por lesiones, a lo que el encausado contestó afirmativamente.

Luego, tuvo que admitir, por la insistencia de De Torres, que castigaba a su hija de cuatro años encerrándola en el cuarto de baño o dejándola sin comer para hacerle daño a la madre, aunque antes explicó que era «para que no viera» nada de lo que ocurría en el seno de la pareja.

Un agente judicial le mostró el cuchillo con el que acabó con su exnovia, que pocos días antes lo había dejado, y explicó que lo cogió de la cocina durante el día. Así, pidió a un amigo suyo que lo llevara hasta donde vivía la mujer, que era camarera y solía llegar pasada la medianoche a su vivienda. Le pidió el móvil a su conocido y se hizo pasar por él para que no se alarmara y poder preguntarle a qué hora iba a llegar, pero ella se negó a contestarle.

Una vez en el lugar del crimen, en el portal de un edificio de Ciudad Jardín, esperó a que ella llegara, ya de madrugada. «Hablé con ella de retomar la relación y me dijo que no», señaló. Ella, que habitualmente vestía uniforme, llegaba en esa ocasión a casa con ropa de calle y con el atuendo laboral en una bolsa, lo que le hizo pensar que su expareja «se estaba viendo con otro». Acto seguido, narró que sacó el cuchillo para asustarla, pero al final la apuñaló en doce ocasiones, sin entrar en más detalles.

Una vez que ella estaba ya cadáver en el rellano, sustrajo su bolso negro y se lo llevó. Su amigo estaba fuera y le dijo que lo mejor es que se marcharan de allí porque se había peleado con el hermano de su exnovia. Este lo llevó a casa de sus padres y, de ahí, él fue hacia su coche y luego a un monte cercano. Llevaba una soga y, según explicó, trató de ahorcarse, aunque la fiscal le recordó que, si lo intentó, tuvo muy pocas secuelas. Antes, había tirado el cuchillo a unos matorrales. «¿Se arrepiente y pide perdón?», insistió la acusadora pública, a lo que él opuso: «Todos los días pero para ellos no sirve de nada».

Antes, De Torres hizo un encendido alegato contra la violencia machista, recordando a los miembros del jurado que no es un asesinato general, sino de «una mujer por ser mujer» y por «elegir la libertad» de no volver a retomar la relación, «lo que le costó la vida», insistiendo en que la pequeña fue «testigo y víctima» de los malos tratos y recalcó que los celos no justifican nada.

En el escrito de acusación, la fiscal, basándose en los informes del Instituto de Medicina Legal, ya apunta que «la relación sentimental era asimétrica, estando ella condicionada por las imposiciones de él». Así, su vinculación sentimental se configuraba conforme «al binomio del dominio del acusado y de sumisión de la mujer», lo que «determinó una conducta reiterada de violencia proyectada sobre su compañera como forma habitual de relación con esta». «La pequeña sufría, además, la conducta de estar sometida a castigos de manifiesta desproporción».