­Vuelven las cenas de empresa. Esta vez sin la venia del calendario, con generosa anticipación, venciendo incluso en precocidad al tradicional encendido de las luces. A más de un mes del inicio de las fiestas, y con la decoración apenas silueteada en las calles, los restaurantes se echan al carro de Santa Claus y comienzan a hacer negocio con el espíritu navideño. La buena marcha del turismo y, sobre todo, el temor a quedarse sin reserva, han urgido a los clientes, que ya no sólo aceleran con la planificación, sino también con el momento elegido para sentarse a la mesa.

Según informa José Simón Martínez, portavoz de la asociación Mahos-Amares, Málaga ya ha descorrido el telón de los almuerzos y las cenas de empresa. Todavía con timidez, pero con un espíritu tan madrugador que ha sorprendido, por su espontaneidad, a muchos establecimientos. De las primeras fechas de diciembre, que eran las seleccionadas por los más cautelosos, se ha pasado directamente a estos días, que suman, en el Centro, varias celebraciones. Sobre todo, durante los fines de semana. La prisa, lejos de ser una anécdota, es interpretada por los hoteleros en sintonía con la progresión económica del año. Martínez confía en que la demanda aumente. Y se aferra a los primeros síntomas, que son más que positivos, como atestigua el ritmo alcanzado en las reservas y su ampliación a semanas, hasta ahora, poco habituales.

Las expectativas surgidas este ejercicio con la campaña de Navidad invitan, de acuerdo con los hosteleros, al optimismo: los establecimientos de Málaga, aunque no de manera uniforme, cerrarán presumiblemente el curso con mejores cifras de facturación que en 2015, lo que es doblemente alentador, ya que, en este caso, el registro también era favorable. Lo que está en juego en estas fechas, aclara José Simón Martínez, no representa, ni mucho menos, un asunto menor para la hostelería, acostumbrada a sobrevivir, más allá de las alegrías del turismo, gracias a la respuesta local en periodos de excepción como la Feria, la Semana Santa y las navidades. En esta ocasión el modelo tampoco tendrá truco y subordinará buena parte de su éxito a las comidas de empresa, una costumbre casi universal en la época ya remota que precedió a la crisis y cuya continuidad peligró salvajemente a partir del estallido de la burbuja, con la inhibición súbita de los empresarios y la falta de alternativa financiera de los trabajadores.

Los tiempos, ya sea pagando la empresa o los empleados, han cambiado. Y aunque todavía están lejos de exhibir el vigor de hace una década, comienzan a contar con este tipo de celebraciones. A un nivel tan masivo que, incluso, se nota en los precios, que poco a poco van recuperándose, aunque sin alteraciones milagrosas, de la caída de más de 25 puntos registrada a partir de 2007. Los clientes, este año, se presumen menos tímidos con la cartera, de menú a la antigua usanza, sin las restricciones de las temporadas anteriores. «Todavía queda camino, pero es cierto que han quedado atrás los días en los que iban grupos pequeños y no pasaban de los aperitivos compartidos entre todos», puntualiza.

La fuerza con la que ha asomado este año en la demanda se palpa también en la lista de reservas confirmadas con la que ya cuentan algunos establecimientos. Especialmente, de los de mayor capacidad de alojamiento, que son normalmente los primeros en llenarse. Algunos, de hecho, han agotado, incluso, sus plazas. Más clientela, encargos más completos y precios ligeramente superiores. Una terna de variables que, sumada a la anticipación, animan, y de manera decisiva, el preludio de las navidades. Las buenas perspectivas se trasladan a otros ámbitos; en principio, se supone que la contratación aumentará respecto a 2015, aunque según sostienen CCOO y UGT, con los mismos defectos en la letra pequeña que en las últimas temporadas: precariedad e inestabilidad.