­­Con permiso de la transformación de la Alameda y del cajón de sastre de las contingencias, bastante movido en Málaga en las últimas décadas, la reapertura del hotel Miramar será el gran acontecimiento de la ciudad en 2017. Décadas después de su penosa metamorfosis judicial, el palacio de Guerrero Strachan, recuperado por la cadena Santos, vuelve a su tono y función original. Israel Martínez, hombre experimentado y de la casa, será el encargado de hacerlo funcionar. Éste es su itinerario. Al menos, de momento.

La apertura del hotel está fijada para este mes de diciembre. ¿Se ven capacitados para cumplir con el calendario? ¿Hay fecha prevista ya para la inauguración?

Nuestro objetivo, efectivamente, siempre ha sido abrir en 2016. Sobre todo, porque este año se cumple el noventa aniversario del edificio y eso es un número redondo, que justifica el esfuerzo. Todavía no se ha decidido la fecha. Faltan trámites, permisos que tienen sus plazos y que, en algunos casos, dependen de la administración. Pero el hecho de que abramos no significa que se vaya a celebrar al mismo tiempo la inauguración; eso conviene aclararlo. Para poder funcionar al cien por cien se necesita un rodaje previo. Dedicar cuatro o cinco meses a poner a punto las instalaciones, a medir la respuesta de los equipamientos y procurar que funcionen a la perfección. Especialmente, con la vista puesta a que todo esté listo para esa gran inauguración, que tendrá lugar en 2017.

¿Y en ese primer periodo se funcionará con clientes o será todo una simulación?

El propósito es poner en marcha las instalaciones y evaluar los estándares de calidad. En un proyecto tan ambicioso como el Miramar, y después de más de dos años de construcción, no nos podemos arriesgar a que algo falle. Y menos, en presencia de los clientes. Por supuesto que no se va a rechazar a nadie que pase por aquí y quiera usar alguno de los servicios del hotel, incluido el de las habitaciones. Pero no vamos a comercializar el mes de diciembre ni poner a la venta reservas en ningún circuito para esos días. No es nuestra intención.

Después de tantos años de inactividad las expectativas están por todo lo alto. ¿Qué han pensado para el acto inaugural? ¿Alguna sorpresa que se pueda destripar en la prensa?

Aún no hemos concretado nada. Y no es porque no quiera revelar información. Es que sencillamente todavía está por definir. Lo que sí tenemos claro es que será una inauguración grande, en consonancia con la importancia que tiene para nuestra cadena, el grupo Santos, y para la propia ciudad de Málaga. Cuando se den las condiciones idóneas planificaremos los actos, que pueden ser, incluso, en varias fechas, si es que entendemos que con una solo no cumplimos nuestros objetivos. Haremos un estudio y en función de eso daremos un contenido u otro a la inauguración.

¿Han hecho ya números respecto al primer año? ¿Cuál cree que será la respuesta de la clientela? ¿Confían en obtener a corto plazo una alta ocupación?

La decisión de la empresa y de nuestro presidente, José Luis Santos, el hecho de apostar por un soft-opening o periodo previo de puesta a punto, no es casualidad. Se ha previsto así con ánimo de no colapsar los servicios, de hacer que el rodaje coincidiera con la temporada baja. Las primeras plazas, correspondientes a enero, no han salido a la venta hasta hace pocos días. Aún es pronto para medir su impacto. El hotel, y estoy convencido de ello, empezará a despegar a partir de abril. Y ya lo estamos viendo en las reservas. Todo parece indicar que 2017 será un buen año.

¿Hablamos de ventas confirmadas o de aproximaciones estadísticas?

Me refiero a ventas confirmadas. Para los meses anteriores también hay reservas, pero al abrir el cupo más tarde no llevan, como es lógico, el mismo ritmo. No vamos mal. Y menos si tenemos en cuenta los eventos, que para nosotros son fundamentales. Tenemos bodas y comuniones ya contratadas y pagadas. El Miramar va a funcionar como hotel, pero con una división de servicios complementarios muy relevante y singular, abierta para todos los malagueños y clientes que quieran disfrutarla.

¿Cuál está siendo el perfil dominante? ¿Qué tipo de turista ha sido el primero en interesarse por el hotel?

Los turistas británicos y los nacionales son los que, por ahora, más están destacando en la demanda. Es más, si me apuras te diría que los británicos por encima de todos los demás. Todavía es pronto, pero los indicios apuntan a que la tendencia se va a mantener; nuestros clientes principales serán los británicos y los españoles, aunque también los alemanes, los nórdicos y los de Países Bajos. Otro mercado que nos ilusiona y que creemos que va a funcionar es Estados Unidos, aunque para que eso ocurra tendremos que tener paciencia. Al menos, hasta que se reanuden los vuelos directos con Nueva York.

La apuesta por el Miramar ha venido acompañada de una inversión millonaria. ¿Cuánto habrá que esperar para que el proyecto comience a dar sus frutos y a ser rentable?

Ésa es una pregunta difícil, verdaderamente complicada. Y más, en estos momentos, cuando no disponemos de experiencia previa, de meses de funcionamiento que nos permitan más o menos aventurar a qué ritmo y con qué constancia funcionará a medio plazo la demanda. Seguramente el año que viene por estas fechas podré precisar un poco más. A la hora de hablar de presupuestos, de plazos, siempre hay variables que no se controlan. La amortización a quince años sería algo lógico, aunque es prematuro afirmarlo con rotundidad.

El Miramar regresa en un momento propicio para el turismo, aunque no exento de riesgos. Especialmente, en un sector como el del lujo, inédito todavía en el mercado de la capital. ¿Le asusta que los turistas de mayor capacidad de gasto opten por otros destinos como Marbella?

Qué duda cabe que un proyecto así entraña un riesgo enorme. El edificio, además, fue adquirido en un momento de crisis, lo que explica el retraso en la rehabilitación. Pocos hoteles en España cuentan con los valores del Miramar; existen pocas construcciones con tanta historia y tan espectaculares en el mundo del turismo. Lo que plantea el grupo Santos y su presidente es una apuesta en firme. Siempre hubo mucha solidez y determinación; el presidente lo tuvo claro desde el primer momento. Y eso despeja dudas. Estamos convencidos de que vamos a llevar al hotel a buen puerto. ¿Miedo? En absoluto. Con el miedo no se va a ninguna parte.¿Respeto? Por supuesto. Sería absurdo no tenerlo cuando se tiene entre manos un proyecto tan ambicioso, de una inversión potente, de las que ponen en peligro la estabilidad de las empresas.

Supongo que su optimismo se apoya en argumentos igualmente poderosos. ¿Se asoma Málaga a nivel turístico a una nueva reinvención?

Precisamente ése es uno de los factores que se han tenido muy en cuenta. Málaga, como destino, está en muy buena posición. Y a eso se suma la singularidad del edificio, su fuerza como icono, su exclusividad, el trabajo llevado a cabo todos estos años, tanto a nivel decorativo como arquitectónico. Estamos siendo muy meticulosos, trabajando mucho para que el servicio y el producto que se ofrezca sea sobresaliente hasta el último detalle.

Son muchas las voces en el sector turístico que opinan que el Miramar, para garantizar su viabilidad, precisa también de un entorno 5 estrellas. ¿En qué aspectos debe cambiar el barrio? ¿Funcionará el hotel como un imán?

El Miramar está ubicado en uno de los barrios más bonitos de la ciudad. Y no se trata precisamente de un entorno poco dinámico. En el año y medio que llevo viviendo en Málaga he podido comprobar cómo ha ido evolucionando. Han llegado negocios, un centro hospitalario de primer nivel. Los comerciantes siempre se adaptan al entorno y en este caso también lo harán. El barrio no sólo vivirá del hotel, sino del comercio y los negocios adyacentes que puedan surgir. No creo que vaya a haber una transformación. Lo que es más probable que se de es un cambio de hábitos, de flujo de personas. Habrá mucha más gente circulando por el barrio. Y eso no sólo nos beneficia a nosotros. También al contexto en el que nos emplazamos.