La imagen se expandió a la misma velocidad a la que iba subiendo el agua. Juan Cassá, con mirada seria y penetrante como para desbrozar tuberías y arroyos, elevado sobre el Puente de la Esperanza. La provincia estaba experimentando la tormenta perfecta y la meteorología castigó con el peor de los diluvios que se han registrado hasta el momento. En un mundo de golpes de efecto y mensajes de corto aliento, donde la información se convierte muchas veces en algo secundario, se ha puesto de moda tirar de redes sociales para bombardear al ciudadano. Todo, con el último fin de posicionar al político en una situación en la que pueda generar simpatías. «Así baja ahora mismo el Guadalmedina. Vengo de la Carretera de Cádiz y sigo con el recorrido. Cierta normalidad». De esta manera informó el portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento sobre la situación del momento en su cuenta de Twitter. Fue el preludio de lo que tuvieron a bien obsequiarnos los representantes públicos en sus respectivas realidades virtuales. Una sucesión de caras preocupadas, vuelos en helicóptero, chubasqueros empapados y saludos consoladores que ejemplificaron a la perfección que hay pocas cosas que cohesiona tanto como una contundente situación de crisis.

Cuando se trata de la opinión que tengan los demás de ti, bien mereció la pena desplazarse a Málaga e, incluso, interrumpir viajes y puentes proyectados que se vieron truncados por el agua. Susana Díaz informó primero de su llegada para el lunes, aunque cambió de idea a medida que se iban agravando los acontecimientos. De esta manera, se dio la circunstancia de que Juan Ignacio Zoido también llegó a Málaga el domingo para contrarrestar a la presidente. A última hora del día ya se había generado una cierta burbuja política y una gran lección: el gabinete de crisis se construye con representantes públicos que miran interesados a las pantallas y los diagramas de barro que les ponen por delante. Así, al día siguiente de las inundaciones, con Elías Bendodo y Juanma Moreno ya en juego, comenzó una especie de gincana para ver quién visitaba más municipios anegados y como ahora al político se le moldea en las redes sociales, cada movimiento quedó meticulosamente reflejado en miles de fotos, tuits y posts. Esto, a veces, tiene un efecto terrible, que no es otro que cabrear al ciudadano más de lo que está. A Cassá le echaron en cara que siempre está listo para ser el primero en echarse la foto. Algo que confirman varios cargos electos dentro de su partido, aunque queda la duda, probable, de si se trata de un reproche sincero o un ataque de celos ante su creciente proyección.

Ayudar para mejorar la imagen pública tiene algo de Amancio Ortega. Éste equipa, entre otros, a hospitales andaluces para corregir lo incorregible, como es la evasión de impuestos. Aquí se ha querido utilizar la tromba de agua para subsanar otra cosa que se antoja imposible: acortar la distancia sentida entre quien acaba de perderlo todo y el político sobreactuado que cuenta cuántos retuits ha tenido cuando llega a casa.

TERCER HOSPITAL. Quizá no es la única, pero el PP de Málaga y Amancio Ortega tienen una causa común que a primera vista parece muy loable: querer mejorar la calidad de la atención sanitaria en Andalucía. En Málaga, la sanidad debe de estar al nivel de un hospital militar del Vietcong si uno atiende a la cantidad de titulares negativos que se están generando. En este ambiente con olor a cristalmina, los populares han recuperado esta semana la reivindicación de construir un tercer hospital para Málaga. Según explicaron Elías Bendodo y Francisco de la Torre en una rueda de prensa conjunta, que ya de por sí siempre es noticia, la sanidad malagueña se va deshilachando por «el desinterés» de la Junta de Andalucía. Como el Gobierno autonómico de forma más menos velada ha dejado claro que no está dispuesto a construir un nuevo hospital en la capital, el PP se ha propuesto liderar lo que considera como una «batalla cívica» por el derecho a que se construya este nuevo centro hospitalario.

RECOGIDA DE FIRMAS. Con un especial interés en despolitizar el asunto y dejar claro que esto no va de un intento de desgastar a la Junta, el PP se fue ayer a la alle Larios a recoger firmas por un tercer hospital con un decálogo de afirmaciones que rezan por el estilo: «Los andaluces queremos el fin de las listas de espera, los andaluces queremos asistencia sanitaria de la misma calidad, los andaluces queremos una sanidad despolitizada... En esta tónica, hasta alcanzar los diez puntos para finalizar con un «si estás de acuerdo, firma aquí». El estado de la cuestión es el siguiente. Nadie en su sano juicio no estaría a favor de despolitizar la sanidad o acortar las listas de espera, por lo que lo único cierto que hay detrás de todo, es que campañas de este estilo ayudan a incrementar la desconfianza entre partidos que, en una cuestión tan importante como lo es la sanidad, deberían ir de la mano. En consonancia con su cargo institucional, por mucho que quiera, en un acto como el de ayer, Elías Bendodo siempre será el presidente del PP de Málaga, y no un malagueño de a pie preocupado por la sanidad.

PRESUPUESTOS LISTOS. La visita de Juan Marín a Málaga, donde se reunió con el alcalde para debatir sobre temas de actualidad, dejó dos interpretaciones: por un lado, la constancia de que, al contrario de lo que pasa en otras ciudades donde el equipo de gobierno está en minoría, el PP no tendrá problema en sacar adelante los presupuestos para 2017. Por otro, la firmeza de que Ciudadanos es un partido tan jerárquico como lo son todos los demás. A la llegada del líder andaluz se acudió en masa. Ésto dejó una curiosa estampa en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento. Todos los cargos electos malagueños de Ciudadanos, exceptuando concejales de pueblo, prestando atención. Estuvieron Irene Rivera, Guillermo Díaz, Gonzalo Sichar, Teresa Pardo, Carlos Hernández White, Alejandro Carballo y María del Carmen Prieto. Como en este partido las relaciones se fundamentan desde la sospecha y los bandos enfrentados, se entiende que Sichar y Rivera apenas cruzaran una palabra, más allá de la breve despedida protocolaria en las escaleras del Ayuntamiento. O que la presencia de Prieto generara suspicacias y un cierto runrún. La parlamentaria andaluza se siente excluida del grupetto que lideran Cassá y Díaz. Lo cierto es que no se le conoce acción política alguna, más allá de andar peleada con medio partido.

Tierra de Errejón

Málaga se desprende de caretas. Cuando todo el mundo en Podemos está mirando hacia la batalla interna entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, el secretario general de la formación en la capital, Alberto Montero, ratificó su apoyo a Errejón con la firma de un manifiesto. Impulsado por el sector errejonista se exigen medidas para que Vistalegre II no sea una marcha triunfal de Iglesias. Si logra marcar la hoja de ruta en solitario afirma un cargo del partido, «a Podemos sólo le votará la clase obrera soviética».