Un buen alcalde que pudo ser extraordinario si hubiera dejado de lado su política del matiz, del agravio permanente y el enfrentamiento con la Junta de Andalucía; si su cabezonería no hubiera frenado/errado ciertos proyectos o si hubiera ejercido menos la condescendencia con la que ha tratado la gestión gris y el comportamiento de algunos de sus concejales desde que se topó con la vara de mando municipal en el año 2000. Francisco de la Torre ha sido (es) un buen alcalde de Málaga. Pocos lo podrán negar. Quizás matizar, como él hace con tantos proyectos, pero será recordado como el regidor que le dio un discurso a una ciudad que buscaba una identidad propia y deambulaba en el oasis turístico de la Costa del Sol, en el edén del sur de Europa.

Hace pocos días, TripAdvisor, la web de planificación y reserva de viajes, resumió en un premio los 16 años de mandato del alcalde situando a Málaga como el tercer mejor destino emergente de Europa, mención que su suma a la orgía de portadas y rankings de prestigiosos diarios como The Times, The Guardian, The Telegraph... en los que la ciudad escala posiciones de forma vertiginosa hasta figurar en el top ten de los destinos culturales o en el ranking de los 40 lugares mundiales que se debe visitar. Hace tan sólo unos quince años la estampa de Málaga permitía rodar cualquier película bélica por sus edificios vacíos y derruidos en la llamada «almendra de Málaga», por sus calles oscuras y sucias o por la soledad de un Centro Histórico marchito, sin vida y sin más oferta que cuatro ladronzuelos esperando al turista despistado en cualquier esquina.

Málaga es hoy una perla cultivada con esmero, con una nueva marca de territorio (ojo, no un eslogan) que permite captar oportunidades en esa feroz competición existente entre las principales capitales europeas. Ahora se trata de vender de otra forma en los foros adecuados esta nueva modernidad que ha cuajado en la ciudad de los mil y un museos.

Aceptando todos los matices que el lector quiera, gran parte de la responsabilidad de este cambio es fruto del trabajo de Francisco de la Torre, un buenb regidor que se empeñó en no ser un extraordinario alcalde. La vanidad no va con él. Prefirió el matiz.