Su cartera de clientes incluye corporaciones muy poderosas. Todo un mérito. Y más en este país, donde lo suyo, todavía es visto a menudo como un pasatiempo de circo, incluso, vagamente chamánico. Para desmentirlo, dejarle hablar; un discurso útil, lúcido, el que está detrás de las charlas de motivación que da en las empresas. Así se hizo mentalista. Hoy estará en Málaga, en una escuela de negocios.

La empresa y el mentalismo representan mundos, si bien no del todo incompatibles, al menos, sí bastante alejados. ¿De dónde le vino la necesidad de unir conceptos? ¿Cómo detectó el nicho de mercado?

No es algo que surja de la noche a la mañana. Tiene que ver mucho con mi propia formación, con mi trayectoria. Por mucho que siempre me haya interesado ese campo, no soy una persona que venga del circo, del espectáculo. Mi perfil es más corporativo. Empecé trabajando como ingeniero, con equipos de ventas y maquinaria industrial; lo que pasa es que el mentalismo me gusta desde niño. Y, paralelamente, he ido formándome, aprendiendo de los mejores, con viajes a Estados Unidos. El conocimiento de ambos mundo me ha permitido saber que existen herramientas en el mentalismo exportables y muy útiles, que se podían usar en la economía para mejorar resultados.

España es un país de tradición pícara, con mucha leyenda negra. ¿No teme que no se le tome en serio?

En absoluto. Trabajo con el boca-oreja; la gente que me llama es porque conoce lo que hago, porque ha asistido previamente a unas charlas y sabe que el mentalismo no tiene nada que ver con un don sobrenatural. De hecho, soy una persona normal, con habilidades que se pueden llegar a desarrollar y que tienen que ver con un tipo de magia, de ilusionismo, aunque centrado en el ejercicio del intelecto. Existe mucha confusión con el concepto, aunque la popularidad de la serie de televisión (El mentalista) ha contribuido a que las cosas cambien. Lo que hago es transmitir conceptos de manera diferente.

Supongo que no se refiere a diapositivas ni transparencias.

No, el formato es más participativo. Utilizo la magia para demostrar, mediante ejemplos exagerados, como el conocimiento del lenguaje corporal puede llevar a resultados insospechados. Aquí no hay nada paranormal, sino una forma de evidenciar los útiles que son este tipo de herramientas para profesionales que se dedican a hablar con el público, la cantidad de información que pueden extraer de quien les escucha o cómo es posible anular o reforzar el mensaje sin darte cuenta, porque se trata de una gestualidad inconsciente, que, a menos que uno sea un gran actor, no puede ser controlada.

En eso no parece muy distinto a la formación en retórica. ¿Es usted un sofista con algo más que palabras?

Sin duda, una de las destrezas que se requieren está en la utilización de la palabra, que es un instrumento altamente capacitado para persuadir el otro. El mentalista se vale de la palabra para filtrar su mensaje. Pero no son este tipo de maestrías, sino la ética, lo que hacen que la comunicación, en general, pueda llegar a convertirse en manipulación o no.

Nuestros líderes políticos cada vez dedican más esfuerzo y dinero a perfeccionar su imagen y su discurso. Sin embargo, no convencen; más bien lo contrario.

En efecto, se da esa paradoja. Y no por casualidad, sino por exceso. A veces da la sensación de que su discurso se construye sumando capas y asesores, como si fuera una cebolla, y quizá lo que habría que hacer es lo contrario, despojar, hacerlo auténtico. Los políticos se conducen como robots, hablan como autómatas y eso le resta influencia, porque la gente lo que quiere ver es a una persona, con un mensaje puro, genuino.

Imagino que analizar la comunicación no verbal varía en dificultad y en riqueza en función de quien se tenga en frente. No es lo mismo, al menos a priori, un nórdico que un andaluz, que tenemos fama de expresivos y grandilocuentes.

Por supuesto que no, aunque en todas partes existe gente muy diversa y distinta entre sí. En general uno aprecia trabajar con gente más cercana. Los andaluces ofrecen mucho juego. Sobre todo, porque se abren más, son más vulnerables. Y eso, contra lo que pueda parecer, es una virtud, porque se suele confiar y conectar más, y de forma más directa, con las personas que se exponen, que son generosas. Ojalá hiciéramos todos eso más a menudo.

Últimamente la economía parece haberse convertido en un asunto de fe. Todo parece depender de la confianza, de las agencias de calificación, de la comunicación en pantalla. ¿Caminamos hacia un capitalismo místico, de corte emocional?

No diría tanto, pero lo que sí es tá claro es que ya no sólo se miden las condiciones extrínsecas, lo material, el salario y el horario, sino también el grado de realización y de bienestar, que puede ser decisivo, tanto para la empresa como para los trabajadores. La felicidad en muchas ocasiones se traduce en productividad.

En España somos muy de preocuparnos por el coaching y las estrategias de motivación y al mismo tiempo persistir en la sobrecarga laboral y los salarios bajos. ¿No estaremos construyendo la casa por el tejado?

Por desgracia eso parece. No en todos los casos, pero sí que es bastante común. Somos mucho de seguir modas. Y más si vienen de Estados Unidos. Pero para incorporar y que surtan efecto estas herramientas tenemos que hacer los deberes; lo primero es que se pague lo que es justo, que los salarios permitan mantener un nivel de vida acorde a estos tiempos y a sus necesidades, que no se den situaciones tan espeluznantes como las que estamos viendo, con trabajadores que siguen en la pobreza pese a tener un empleo. De lo contrario, todas estas prácticas, pueden generar rechazo. Y es normal que lo hagan.

El país sigue a la cola de su entorno en número de emprendedores y de nuevas empresas. ¿Falta ambición o apoyo?

Los españoles tienen capacidad para emprender, lo que pasa es que no nos lo ponen fácil. Y lo sé por experiencia propia. Existen una serie de cargas, de cuotas fijas que desmotivan, que hacen que la gente se lo piense más de una vez antes de tomar la decisión de arriesgarse. Si el respaldo fuera otro estoy convencido de que las estadísticas cambiarían radicalmente.

El mentalismo se relaciona muy a menudo con cuestiones como la telepatía y la infrautilización del cerebro. ¿Es cierto que vamos por el mundo con la mayoría de la cabeza en barbecho?

Lo es, pero no siempre. Lo que ocurre es que a menudo tomamos decisiones a partir de esquemas fijos, a golpe de automatismo, sin pararnos a pensar si hay alternativas o el mecanismo es el correcto. Y también que, por otro lado, a menudo rechazamos la intuición.