A los niños y niñas de Málaga (y a ti)

Llegamos anoche tras el largo camino desde el Oriente. Hemos dormido en la Alcazaba. Para mi ha sido como estar en casa ya que su bella arquitectura me recuerda a mi hogar, al que llegan vuestros millones de cartas cada año. De los tres, el más dormilón es Gaspar, y mientras escribo estas palabras, aún sigue roncando a pesar de que su paje secretario ha intentado despertarlo hasta tres veces.

Gaspar, de gran memoria y culto, tiene bajo su responsabilidad supervisar el recorrido de esta tarde y no paran de llamar del Ayuntamiento. Mi querido Melchor está abriendo cajas y cajas de caramelos y revisando las carrozas hasta el último detalle. Y antes de ordenar por familia y hogar los regalos que traemos y de preparar el poco carbón que dejaremos, he decidido dedicar un ratito a escribiros esta carta.

Os preguntaréis qué razones tiene vuestro Rey preferido para hacerlo. Quiero compartir mi ilusión por este nuevo año 2017. ¿Ilusión pensaréis algunos? Si en la televisión no dejan de vaticinar un año de problemas. Sé que pese a los malos augurios, este año será un gran año. Porque está en nuestra mano, en todas nuestras manos, enlazadas por encima de las diferencias, mejorar el mundo, nuestra gran casa común. Lo primero y principal es ser tolerantes, solidarios y comprensivos.

Empecemos en nuestras familias y con nuestros amigos, así podremos serlo entre los pueblos y las culturas del mundo. Un gesto de cariño, una palabra hermosa, una mano tendida a quien sufre a nuestro alrededor nos llenará de fuerza para caminar hacia esa necesaria comprensión y, por tanto, hacia el fin de las guerras. Que el amor desplace al odio, simiente de todo el dolor.

Podéis imaginar la pena que sentimos en nuestro viaje desde el Oriente al ver pueblos destruidos por la guerra. ¡Cuánto dolor en Siria! ¡Mi corazón se rompe al avanzar entre los campos de refugiados! ¡Aún lloro recordando a quienes mueren en el Mediterráneo huyendo del hambre! Ese mar que ahora ven mis ojos mientras amanece en la Ciudad del Paraíso. ¿Es así, verdad? La ciudad del paraíso.

Hagamos de este mundo precisamente lo más parecido a un paraíso. Me llamaréis utópico. ¿Sabéis por qué somos magos? Porque deseamos con todo nuestro corazón el bien de las personas. Sin embargo, pese a los dones que nos fueron dados la fuerza de nuestra magia no es suficiente, así que os necesitamos. Necesitamos vuestra magia.

La magia del ‘Buenos días’ al cruzarnos con nuestros vecinos, el beso a la abuela cuando está triste, la magia de ayudar al compañero de colegio porque no se le dan bien las mates y el respeto en igualdad, seamos hombres o mujeres, porque todos nacemos iguales. Esa magia de preguntar cómo fue el día sin mirar el teléfono todo el rato mientras hacemos juntos la cena. O de levantarnos temprano para ir al campo porque hemos quedado para plantar un árbol, que hundirá las raíces en una tierra que nos une, en un planeta que nos da alimento y cobijo. O la

de cuidar que nuestra ciudad esté limpia. Esa magia, queridos amigos y amigas, está en cada uno de nosotros. No necesita varitas ni hechizos.

La magia, así viene del persa, es ser capaz. Seamos capaces de ilusionarnos con el futuro del mundo para mejorar su presente. Así que aprovecho mi visita a Málaga, donde dejaremos millones de deseos cumplidos, para dejaros el mío.

Vuestro Rey Baltasar os pide que la magia del amor inunde el mundo y que comience en el latido de vuestros corazones. ¿A que váis a cumplir mi deseo?