Vivían en una Málaga «muy triste, muy lúgubre y en blanco y negro», además de con una oferta casi inexistente para jóvenes con inquietudes, por eso el fotógrafo José Antonio Berrocal, que hoy tiene 66 años y entonces 18, junto con un grupo de amigos decidió salir los fines de semana al campo, y eso que en esa ciudad carpetovetónica, salir a la calle con mochila podía ser motivo de coña marinera.

«Lo más sencillo era coger nuestra mochila con un bocadillo y una botella de agua e irnos aunque fuera al Monte Coronado. Atravesábamos las huertas de lechugas y papas de lo que hoy es la urbanización La Roca y a los diez minutos ya estabas en el campo. En el monte éramos libres y veíamos la ciudad desde lejos», explica.

Así que ese grupo de 10, 12 amigos, con sólo una chica entre ellos, la malagueña de ascendencia escocesa Loreto Wallace, poco a poco, de forma autodidacta, fue practicando la escalada.

Fruto de esos años de paredes verticales y cimas con vistas de ensueño es el libro Málaga Escalada 1969-1974 (12,90 euros), una selección de medio centenar de fotografías realizadas por los miembros del grupo, editado por Alix Books, una nueva editorial malagueña, ligada a la publicación Stuf Magazine.

«Todos éramos aficionados a la fotografía desde jóvenes pero, sin querer ser pretenciosos, ya se veía que unos cuantos apuntaban maneras», destaca José Antonio Berrocal, que ha sido fotógrafo de prensa desde 1977 a 2006, además de profesor de vídeo y fotografía y en la actualidad es presidente de la Federación Andaluza de Espeleología. José Antonio ha editado el libro junto a Juan Moya, responsable de Alix Books, que explica que «llevábamos bastante tiempo queriendo arrancar con la editorial, hubo un intento en 2008 pero con la crisis, lo dejamos».

El segundo intento, que ha fructificado, es este libro, que se presentó el pasado 29 de diciembre en la tienda de deportes La Trucha, con la asistencia de muchos de los protagonistas de las fotografías. «Seguimos siendo amigos y nos seguimos viendo», explica José Antonio Berrocal, que detalla que el grupo comenzó reuniendo, «de forma autodidacta», los pocos materiales que tenían para la escalada y terminaron recibiendo unos cursos en Granada.

Los escaladores fueron poniéndose metas: primero, el Monte Coronado, el Cerro de la Tortuga y a continuación, el Monte San Antón y La Cala del Moral.

Como explica el fotógrafo, «que yo tenga constancia, fuimos los primeros en escalar El Chorro». José Antonio estuvo buscando antecedentes en la Sociedad de Excursionistas, pero la práctica de las escaladas quedaron truncadas por la Guerra Civil, y de los años 40 rescató del olvido una escalada a la sima de La Pileta por un peculiar militar español que había planeado «conquistar el Peñón de Gibraltar él solo, escalando la parte del mar».

Historias de una práctica deportiva que a mediados de los 70, sus protagonistas dejaron en un segundo plano para dedicarse a otros deportes, como la espeleología, y lo que las vida les deparaba. Gracias a este libro queda constancia de estos escaladores que dejaron atrás una Málaga gris para disfrutar del colorido de la Naturaleza.