«Mi sorpresa mayor fue cuando vi una ciudad llena de humo que salía de numerosas chimeneas industriales. Parecía que no me encontraba en las cercanías de África sino en algo muy familiar para mí». Estas líneas las escribió el ficticio señor Richard Owen en marzo de 1890, cuando llegó a Málaga por vez primera.

Las cartas son el hilo conductor de El viajero romántico y la Ciudad Industrial (editorial Liberman, 15 euros), un paseo por el riquísimo patrimonio industrial de Málaga a finales del XIX, realizado por los profesores jubilados de Geografía e Historia, Antonio Guzmán y Juan Franco, con ilustraciones del también profesor Antonio Salguero.

Se trata de una reedición, después de que en 2013 el libro corriera a cargo del Ateneo de Málaga. Como peculiaridad, está dirigido principalmente a alumnos de Primaria y Secundaria y se trata de una edición bilingüe en español e inglés (versión de la neozelandesa Janet Henshall). «Estamos en el momento del bilingüismo. Se nos ocurrió enfrentar a los chavales con el libro de un viajero inglés que tiene las cartas en inglés y que ellos tengan que esforzarse un poco, aunque vienen las traducciones», explica Juan Franco. Junto con Antonio Guzmán, inauguró en 1979 el instituto Emilio Prados, en Santa Paula, y ahí fue donde se toparon con los restos del pasado industrial de Málaga.

«Aquello era entonces un descampado con marismas que llegaban hasta el Guadalhorce. Era el extrarradio de la ciudad, pero también bonito y todavía funcionaban la fábrica de Los Guindos, la de óxidos rojos, la Tabacalera... empezamos a salir con los chavales a ver fábricas, algunas en ruinas, y a hacer trabajos sobre la industria de Málaga», cuenta Antonio Guzmán, que es uno de los autores de Cien años de las fábricas malagueñas (1830-1930).

El libro aprovecha las cartas del turista inglés, que recorre la Málaga de 1890 y detalla sus principales industrias para pasear por la ciudad actual y examinar qué queda de ese pasado, entre otros aspectos. Además, como novedad, la nueva edición cuenta con códigos QR para que los alumnos puedan localizar los rincones de Málaga de los que habla el libro, así como dos trabajos tipo realizados por alumnos reales sobre la obra.

Para Juan Franco, «el Franquismo sentenció la Málaga industrial obrera, Málaga la roja», aunque, apunta Antonio Guzmán, el desempleo fue tan alto «que tiene que plantearse industrializar Málaga otra vez con Intelhorce, la Cross o Citesa».

En opinión de los dos autores, en los últimos años ha mejorado algo la sensibilidad de los políticos con respecto al patrimonio industrial, aunque cuando se trata de presentarles proyectos, «es hablar con una pared», señala Antonio Guzmán, que además es vicepresidente de la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga.

A su juicio, es necesario que la capital tenga un Museo de la Industria y propone la antigua central térmica de calle Purificación, de 1896... de tiempos de Richard Owen, el viajero romántico por la ciudad industrial.