­Medio siglo de historia se esconde tras cada ramo o arreglo. Las flores de Layen han decorado los primeros momentos de vida de los malagueños, han sido la combinación perfecta para un vestido de novia e incluso han servido para recordar a los que ya no están. Ahora, el veterano negocio vive sus últimos días de liquidación antes del cierre definitivo y al tiempo que se desmantela la historia de toda una vida. «Veo la tienda así y se me parte el alma», confiesa Laura Eloy- García junto a una clienta en una mañana de trabajo cualquiera. Ella y su hija, Laura Ferrer, se encargan de desmontar el escaparate y ordenar los últimos productos que se pondrán a la venta.

«Decidimos cerrar porque creemos que ya ha pasado una etapa y también influye muchísimo la situación del Centro Histórico», explica Laura Ferrer, que sostiene que se ha eliminado el comercio de la pequeña y mediana empresa malagueña. «Lo que quedan son grandes cadenas y todo está enfocado a turistas». Además, a todo esto se suma la falta de tiempo que consume la mayor parte de los días de una familia que lleva 50 años dedicada a las flo res. «Las floristerías son negocios muy personales y familia res y por eso es un trabajo bastante esclavo. Tienes que estar siempre», dice.

La Calle Duque de la Victoria ha sido testigo privilegiado del paso del tiempo desde que en el número 13 de la céntrica vía una pareja de novios decidiera abrir en 1967 la primera floristería de Málaga. Enrique Ferrer y Laura Eloy- García desoyeron los consejos de sus progenitores y decidieron unir los conocimientos como perito agrícola de él y los dotes comerciales de ella convirtiendo la suma de sus nombres en Layen. «Entonces no existían floristerías en Málaga pero en otras capitales como Madrid, sí. Mis padres apostaron por ello y les fue muy bien desde el primer momento», dice Ferrer, que ya habla en pasado. Los primeros repartos en bicicleta dieron lugar, entonces, a un gran volumen de trabajo que acabó convertido en el actual reparto a domicilio a través de una furgoneta. En el año 2003, tras la jubilación de su padre, Laura Ferrer Eloy-García se incorporó a la rutina de trabajo del negocio familiar que continuó cosechando éxitos como veterano en el gremio de las flores aunque luchar contra la competencia nunca fue tarea fácil. «La verdad es que siempre hemos tenido nuestro sello que se ha mantenido con el esfuerzo de la familia», asevera la actual responsable del negocio, que confiesa que ya tiene algunos proyectos pensados fuera del ámbito de las flores.

En el año 2009 el destino sorprendió a la familia con una enfermedad que acabó con la vida de Enrique Ferrer, sin embargo Layen continuó abriendo sus puertas y mostrando la alegría y el color de sus flores pese a la dura situación que estaban atravesando. «Fue horroroso. Mis padres vivían en el mismo edificio y yo estaba siempre entre la tienda y su casa», dice Laura Ferrer. Poco después, el esfuerzo y la pasión por mantener vivo el negocio les haría atravesar la crisis económica no sin sufrir sus consecuencias. «A partir del 2009 nos afectó mucho la crisis y la peatonalización del Centro».

Anécdotas de una vida

Carmen Polo, Doña Sofía o Antonio Banderas sucumbieron a los encantos del trabajo de la floristería Layen. «Ahora vienen a por sus ramos de novia las nietas de nuestros primeros clientes», dice Laura Eloy-García. A pocos días del cierre del local, 50 años de historia quedan reducidos en unos pocos maceteros y el escaso color de su escaparate. La tristeza, el regusto del trabajo bien hecho y el deseo de comenzar una nueva etapa suponen una receta perfecta cuando se trata de despedirse.