El antecedente de la asociación de vecinos del Palo, que el año pasado cumplió cuatro décadas, se encuentra en el Aula de Cultura del Palo, creada hacia 1974 y que fue una verdadera escuela para los futuros dirigentes vecinales. «Se dieron cursos para personas que no sabían leer ni escribir y actividades culturales novedosísimas entonces porque vino gente como Carlos Cano y Enrique Morente o la obra de teatro El Quejío de Salvador Távora», resume Falele Rodríguez, expresidente vecinal.

Un aula que, pese a su carácter cultural, no pasó desapercibida para las autoridades franquistas: «Cuando empezamos a reunirnos, resulta que el jefe de la brigada político-social, Carlos Sauca, cuyo hijo había estudiado conmigo, le advirtió a mi padre dónde se estaba metiendo su hijo. Estábamos siendo absolutamente vigilados», explica Eduardo (Lito) González Cantos, uno de los más veteranos del movimiento vecinal.

Dos años más tarde, en junio de 1976, muerto ya Franco, se consigue legalizar la asociación de vecinos del Palo, que entonces tenía como sede la zapatería Bimar de las Cuatro Esquinas.

En esos primeros tiempos, muchos militantes de partidos de izquierdas formaron parte de la asociación, como el entonces miembro del PCE, Luis Asenjo y futuro concejal, que fue el primer presidente de la asociación.

«Ya cuando nos legalizaron, había personas de distintas formaciones políticas, pero lo más bonito es que todos llevábamos el mismo fin y las cuestiones partidistas, que no políticas, las dejábamos en la medida de la posible», cuenta el expresidente Paco Leal.

Y el fin era la mejora urgente del barrio. «El Palo era una barriada que no tenía saneamiento, en la playa había cinco tubos que recogían las aguas fecales. El que tenía un pozo ciego era capitán general», resume Francisco (Pacuchi) Rodríguez Román, dirigente vecinal.

Gracias a la asociación de vecinos, el desarrollo urbanístico previsto para el barrio dio un cambio asombroso que se tradujo en esos años en la obtención de 600.000 metros cuadrados de zona forestal y 90.000 de zonas verdes y equipamientos, todo ello valorado en unos 12 millones de euros, explica el ingeniero técnico industrial y urbanista Juan Jesús Martín.

Todo arrancó con las quejas de unos estudiantes por la falta de zonas verdes en el barrio. «La asociación de vecinos empezó a estudiar el urbanismo y vimos que el Ayuntamiento empezó a dar licencias en todo El Palo, en zonas de huertas y no había reserva de zonas verdes. Llamamos al alcalde Luis Merino, que dijo que lo iba a corregir y al poco tiempo se dio licencia de diez bloques de diez plantas en lo que hoy es Echeverría II. El barrio se levantó», explica Juan Jesús Martín.

La protesta coincidió con la llegada al Ayuntamiento de Pedro Aparicio, miembro de la asociación, así que el Consistorio paró la obra y fue a juicio junto con la asociación de vecinos. Los jueces les dieron la razón y tras negociar la asociación con la promotora, Dijuma, «conseguimos que una de las tiras de bloques no se construyera y en su lugar se hicieran el centro de salud y los bomberos», señala el urbanista. Además, dos bloques fueron para vecinos de un corralón ya demolido. El centro de salud, inaugurado en 1986, fue por cierto el primero de Málaga.

La asociación de vecinos también logró que la mitad de la futura urbanización Playa Virginia se destinara a parque, que además fue costeado por la constructora Masol.

También consiguió, a comienzos de los 80, el derribo del «muro de la vergüenza», levantado en la calle Calvario por las gestiones de la urbanización Miraflores del Palo, para que no hubiera comunicación con la deprimida zona de Las Cuevas.

Otro logro ha sido la recuperación a partir de la década de los 80 de la Romería de San Antón, iniciada hacia 1910 e interrumpida en 1965 cuando un guarda de la nueva urbanización Pinares de San Antón impidió el paso a los vecinos. La asociación denunció que la urbanización incumplía la Ley del Suelo y la reclamación tuvo el apoyo del alcalde Pedro Aparicio.

Pero el hecho de que la asociación naciera de una mayoría de militantes de izquierdas no supuso una convivencia idílica con el equipo de gobierno socialista.

«Una percepción mía es que el Ayuntamiento siempre ha querido tener instrumentalizadas a las asociaciones de vecinos, desde el PCE, que era de aquí cuando llega al poder, pero seguimos dando caña. Y Aparicio, que era socio y estuvo en las asambleas antes de ser alcalde, pero llegó un momento en que dijo: borradme, porque me estáis dando todos los días. Al final te van tomando como algo molesto y si llegan partidos menos cercanos a estas posiciones, peor todavía», argumenta Juan Jesús Martín.

La lucha vecinal va obteniendo colegios, parques, jardines y zonas deportivas como el campo de San Ignacio y en este área de los deportes, desde 1979 organiza la Carrera Popular del Palo.

En el ámbito cultural, entre otras muchas actividades, el Festival de Flamenco y los murales artísticos para ocultar las paredes medianeras de los edificios.

Fruto de las negociaciones con Masol fue también la sede de la asociación de vecinos, construida en 1985 donde antes se encontraba un cuartel, en la plaza del Niño de las Moras. Su autor, el arquitecto Carlos Hernández Pezzi, la diseñó con una fachada que evocaba el ayuntamiento de un pueblo. Es una excepción en los equipamientos municipales porque, aunque cedida al Consistorio, la sede es propiedad de las asociación de vecinos.

Para Paco Leal, el éxito de la asociación tiene mucho que ver con la colaboración continua de «grandes profesionales», ya sean ingenieros, arquitectos, maestros, abogados o expertos en Urbanismo que han apoyado y asesorado la lucha vecinal y lo siguen haciendo.

«La asociación de vecinos ha tenido siempre un peso específico dentro del barrio, una credibilidad», subraya Pacuchi Rodríguez Román. Para el exsindicalista Rodrigo (Rorri) Muñoz, socio del colectivo, «es una asociación muy dinámica y cuando se movilizaba, lo hacía todo el barrio».

Cuatro grandes peticiones

La actual presidenta, Mercedes Pírez, cree que lo conseguido para El Palo ha sido «una labor maravillosa», pero la asociación sigue peleando por mejorar el barrio.

«Hay que volver a invertir porque lo que había se ha quedado obsoleto y hay que mejorarlo», destaca.

Por eso mismo, la celebración del 40 aniversario el año pasado ha ido de la mano de cuatro grandes reivindicaciones junto con recogida de firmas: la ampliación del centro de salud, una piscina cubierta con dos plantas de aparcamiento subterráneo en una parcela municipal entre las calles Julio Gómez y Practicante Fernández Alcolea, así como las remodelaciones del paseo marítimo y de la plaza de las Cuatro Esquinas. Lucha vecinal entonces, en 1976, y ahora, 40 años después.