Yo, de turismo, sé poco; o muy poco. Los que saben de turismo son, por ejemplo, Rafael de la Fuente, columnista de La Opinión, y Rafael Esteve Secall, también colaborador asiduo de este periódico, el primero porque empezó desde abajo y tiene un currículo espectacular. Ahora se ha retirado a su cuartel de invierno, Marbella, donde repasa su pasado, que comparte con los lectores de La Opinión. Y el segundo, Rafael Esteve, porque como profesor de la Facultad de Económicas, se ha movido en los terrenos turísticos hasta convertirse en un maestro de esta ciencia. Otros nombres que saben del tema y que admiro son Antonio García del Valle, Cibantos, Luis Callejón…

Yo sé de turismo lo que aprendí en mi época de periodista en activo en tres medios de comunicación: Prensa, Radio y Televisión, en este último medio de forma esporádica. En los otros dos medios me he desenvuelto durante más de cuarenta años informando, entrevistando, comentado y recogiendo toda clase de noticias sobre la primera industria de la provincia.

De cuando el turismo empezó a florecer en Málaga yo tenía las mismas noticias que los actuales rectores y dirigentes de este mundo; los inicios se remontan al llamado «turismo de invierno», algo un poco olvidado pero que ahora se intenta recuperar para que la industria hotelera no caiga en la hibernación, o sea, duerma durante los meses de invierno con cierre de hoteles, restaurantes, salas de fiestas, lugares de ocio…

Málaga, y su zona costera, fue el paraíso invernal que descubrieron los ingleses del siglo XIX. Empezaron a llegar de forma escalonada y ascendente. Muchos de aquellos ingleses que elegían la Costa del Sol, que entonces no se llamaba así, ya no vienen…, porque se han quedaron aquí. Han quemado sus naves -viviendas- y han adquirido apartamentos y chalés para vivir en invierno, verano, otoño… Son residentes fijos.

Pero hay otros ingleses, a los que sumamos alemanes, suecos, holandeses, fineses, noruegos, daneses… que hay que captar para que pasen los inviernos en Málaga y Costa del Sol. Tenemos que reivindicar el viejo eslogan «Málaga, ciudad de invierno».

Variedad

No es correcto, según mi modesta opinión, hablar de turistas sin especificar la procedencia y características de cada grupo. Me explico.

Existe el turismo de verano, una gran masa de europeos y españoles que viene a la Costa del Sol a descansar, veranear, a bañarse en la playa, comer en los chiringuitos, bailar, beber, sudar, acumular sol para el invierno y… no mucho más. El veraneante no es potencialmente visitante de museos, conciertos de música clásica, compra de libros… Ya ni periódicos porque el móvil le permite acceder hasta a lo que sucede en Madagascar en tiempo real.

Existe otro tipo de turistas, que yo denomino semasanteros, findesemaneros, golfistas…, que responden a un perfil determinado. Son los que vienen a la Costa del Sol a jugar al golf y no salen de sus los palos, los green, los hoyos; los de Semana Santa que se entregan de lleno a la celebración religiosa: los findesemaneros, los que aprovechan fines de semana y puentes para disfrutar unos días de descanso; los del Imserso que se mueven en círculos muy concretos con guías que se identifican con paraguas de colores o gorras y al trote visitan la Catedral, el Museo Picasso, el Teatro Romano; los cruceristas que en ocho horas van a galope tendido por la ciudad viendo monumentos, tomando cervezas y cafés y visitando lugares típicos, como el mercado de Atarazanas; los congresistas y sus acompañantes que frecuentan lugares más caros porque son gente más acomodada; los hinchas o seguidores que vienen a ver las corridas de toros, los partidos del Málaga F.C. y los encuentros del Unicaja… Cada uno de estos grupos, a veces muy numerosos -hasta más de mil congresistas a veces en un solo evento-, dejan en la ciudad y provincia muchos miles de euros que permiten a empresas y trabajadores vivir muy bien, bien o regular, según los casos.

No considero turistas a los cientos o miles de europeos que se han convertido en residentes permanentes y que se reparten por toda la provincia. Hay alemanes a porrillo en el municipio de Torrox, alemanes y de otros orígenes en Cómpeta y Algarrobo, de nacionalidades varias en pueblos de la Serranía de Ronda, pueblos del interior… No son turistas pero son consumidores y clientes de todo, como alimentos, bebidas, de vigilantes, de guardaespaldas, de cuidadoras de personas mayores, de profesionales de la construcción, de médicos, de hospitales, de jardineros, fontaneros, electricistas, informáticos, técnicos en reparaciones de electrodomésticos, antenistas de televisión…

Y aunque parezca tétrico, hasta se mueren aquí pagando las tasas de enterramiento, cremación o traslado de los restos a sus países de origen.

Lo que se ha perdido

Con el paso del tiempo se han ido perdiendo actividades que atraían a turistas de todas las procedencias aunque en números reducidos. Casi todos aquellos eventos, en lo que se refiere a Málaga capital, eran promovidos por el Ayuntamiento de la capital; entonces, Torremolinos formaba parte del municipio malagueño. Después se produjo la segregación… y parece que el nuevo municipio adeuda al nuestro algunos millones, no sé si de pesetas o de euros.

De aquellos programas, bajo el epígrafe de Fiestas de Invierno, del15 de enero al 15 de febrero, recuerdo algunos de gran impacto y que alcanzaron muchas ediciones, como las Regatas de Invierno de la clase snipe que congregaba a un centenar de regatistas (acompañantes aparte), las tiradas de Pichón, torneos de golf (sólo había un campo en toda la provincia), el concurso hípico que permitía algo prohibido en la época (apuestas a partir de 5 pesetas), concurso de esgrima, el Trofeo de Ajedrez con ajedrecistas españoles y extranjeros, campeonato de bridge, temporada de ópera… Todo aquello, en círculos un tanto reducidos, contribuía a vitalizar la vida malagueña. Los hoteles (había muy pocos) se llenaban.

Algunas de estas actividades se pueden recuperar porque hoy la oferta de hoteles es óptima, la gastronómica es espectacular y la museística rebasa todos los límites.

Málaga está de moda en el mundo y captar visitantes está en manos de todos los estamentos de la ciudad. Un dato que revela esa atracción por Málaga es la elección de más de mil becarios de Erasmus de cuarenta países que han elegido Málaga para su formación, y cada día aumenta el número de jóvenes de todo el mundo que escogen Málaga para aprender el español.

La provincia

En materia turística está poco explotada la provincia. Hay más de noventa municipios de la provincia de Málaga que potencialmente ofrecen cada uno de ellos algo que concita el interés del visitante. He excluido de esta importante parcela los municipios de Antequera, Ronda, todos los del litoral…, que ya están incluidos en los programas de excursiones. El último incorporado a los citados es el conjunto de las localidades afectadas por el Caminito del Rey. El interés que ha despertado la recuperación de los antiguos balconcillos de El Chorro alcanza a Ardales, Álora y Valle de Abdalajís.

Casi todos los pueblos de la provincia tienen su día, algo que atrae a cientos y miles de personas, como el ajoblanco de Almáchar, las castañas de varios pueblos de la serranía, el vino de Cómpeta, vendimia, níspero, cereza, tapas, pescaítos, mosto, chivo… Normalmente los asistentes son malagueños, pero este tipo de eventos atrae también a extranjeros que descubren otros alicientes que unir a los del clima, el sol, la playa, los museos…

En otros países europeos, en las visitas recomendadas, figuran eventos parecidos, como la fiesta de la cerveza en Munich, los pintorescos pueblos de Marken y Volendam en Holanda con las señoras ataviadas con los trajes típicos pelando judías verdes, el vino verde en Austria… En Málaga debemos explotar estas manifestaciones que gustan a los visitantes.