La vocación por la pintura ha podido más que una operación de mano, por eso el año pasado Diego Ceano optó por sujetarse el pincel en la mano con una cinta, «para que no se me cayera». De hecho, la gran mayoría de los 41 cuadros que hasta el 24 de febrero expone en la sala de usos múltiples del Centro de Información del Turismo Interior (CITI), en la antigua Diputación de la plaza de la Marina, fueron pintados el año pasado. «El pintar es un deseo que no puedes contener», explica.

Lo curioso es que su primera incursión en el naif, hacia 1990, vino seguida de una moratoria de diez años por culpa de un colega. «Me atreví a enseñar los dibujos en una galería de la plaza de la Merced, les gustó y me dieron fecha para exponer, fui emocionado a enmarcar los cuadros pero allí estaba un pintor al que admiraba. No le gustaba el naif, pidió ver mis dibujos y me dijo: Esto no merece la pena ni enmarcarlos. Total que me hundió y estuve diez años sin pintar».

Pero al recibir de herencia los pinceles y bártulos de un amigo pintor, su vocación se reactivó y regresó con gran éxito, pues su primera obra, además de ser adquirida, se convirtió en un azulejo de Amparo Ruiz de Luna. El salto llegó en 2006 con una primera exposición en Miami de este pintor y escritor -lleva escritas 37 obras- que pinta entre su casa de Málaga y la de verano en Chilches.

Diego Ceano es consciente de que el naif es rechazado todavía por un sector del arte que no lo entiende. «El academicismo clásico también decía de los impresionistas que no sabían pintar. Nosotros miramos el arte de otra manera, con ingenuidad, pero es una ingenuidad consciente», recalca.

Diego Ceano, autodidacta, no deja de aprender a diario de pintores de este movimiento y ajenos a él, por eso en su nueva etapa pueden encontrarse cuadros con los motivos muy perfilados, a la manera de uno de los más afamados artistas del naif, el italiano Giuliano Zoppi. Tiene, eso sí, un secreto: su nieta Elena, de 5 años, es la que da el visto bueno a sus obras y le sugiere siempre algún detalle que falta, como un astronauta junto a la luna de agosto, la noche de inauguración de la Feria de Málaga, uno de sus cuadros.

Pero además, el pintor está embarcado en la promoción de este estilo artístico, por eso organiza la Muestra Internacional de Arte Naif, cuya segunda edición se celebró los pasados meses de diciembre y enero en la sala de exposiciones de la Diputación, en la calle Pacífico. Como destaca, en solo dos ediciones la muestra ya alcanza el centenar de artistas de todo el mundo y más de 200 obras. «Ha sido un éxito total de asistencia y hubo que prorrogarla», cuenta.

Museo de Arte Naif

Ahora, está embarcado en lograr que Málaga cuente con un museo de arte naif, que llevaría el nombre de una de las precursoras, Mari Pepa Estrada. De hecho, el próximo jueves 9 se va a constituir una mesa para lograr este objetivo. Para Diego, el lugar idóneo sería el Centro y recuerda que «cuando se inauguró el Museo de Arte Naif de Jaén fue muy criticado y hoy es uno de los principales atractivos de la ciudad».