Existe mucha literatura. Tanta como desparramada suele ser la imaginación con las cuestiones de estirpe y de herencia. Desde que las pruebas de paternidad entraron a formar parte de la cultura popular son muchas las escenas novelescas que se han proyectado en el cine y en los chascarrillos: números melodramáticos en la clínica, desmayos, padres imprevistos. Una antología de exageraciones que si bien tienen asidero en la realidad nada tienen que ver con el funcionamiento diario de los laboratorios que realizan este tipo de exámenes clínicos, donde lo más normal es que la incógnita se despeje sin demasiadas sorpresas ni exabruptos. Así lo refrenda la doctora Mercedes Alemán, de la firma de referencia Cefegen, que se apoya en un dato estadístico: el 85 por ciento de los casos ofrecen resultados positivos. O lo que es lo mismo: más de ocho de cada diez padres regresan a casa con la confirmación de su paternidad bajo el brazo. Una conclusión que no tiene que ser necesariamente feliz, puesto que existen pruebas que se solicitan en busca de todo lo contrario. Normalmente por iniciativa judicial y con una pensión alimenticia en juego. Los supuestos son múltiples.