Hace unos años, supongo que por instituciones internacionales dedicadas a la salud -quizá la OMS, Organización Mundial de la Salud-, se llegó a la conclusión de que el vino tinto no solo no es malo para la salud sino que se recomienda su consumo en dosis discretas o limitadas. A mí, mi médico de cabecera o de familia que es la denominación actual, me dijo que dos copas de vino tinto al día podía tomarlas; bueno, antes de que la OMS lo autorizara o recomendara, yo ya me tomaba una copa en la comida de mediodía.

En uno de los artículos y noticias que leo y oigo a diario leí que efectivamente los hombres podíamos bebernos dos copas de tinto al día, y en el caso de las mujeres, solo una. Primera discriminación hacia el sexo femenino. El machismo se impone también en el vino tinto. No tenemos arreglo.

Pero voy a dejar la discriminación a un lado para que las feministas, si lo desean, monten un escrache ante la sede de la OMS, en el Ministerio de Sanidad o en un campo de fútbol con pancartas ¡Queremos dos copas de vino tinto! Y en lugar de escrache, que es una palabra feísima, ¿por qué no recurrir a una palabra que está en el diccionario de nuestra lengua? ¡Se montó un pitote! O un barullo.

Me voy a ir a un tiempo atrás, cuando el whisky que se escribía en inglés y la Academia de la Lengua Española intentaba que lo escribiéramos en nuestra lengua -güisqui-, se recomendaba a los señores con problemas cardíacos que tomaran la famosa bebida por ser un buen vasodilatador. Resultaba una medicina cara porque el whisky había que traerlo de Gibraltar, de Tánger, Portugal€ lo sitios más cercanos al país.

Antes de que el güisqui se recomendara para la vasodilatación, nada menos que en 1894, tanto en España como en Inglaterra y Francia, los médicos aconsejaban el consumo de coñac para curar determinadas dolencias, bebida que incluso se recomendaba a ¡los niños!

El aguardiente tipo cognac

En 1875 dos malagueños, don Fernando Jiménez Astorga, natural de Torrox, y don Carlos Lamothe Rivas, hijo de francés y malagueña, se iniciaron en el negocio del vino y los licores.

Los Lamothe procedían de Francia y se dedicaban a la importación y exportación de vinos y licores; Fernando Jiménez procedía de una familia de Torrox, propietaria de fincas agrícolas. Cursó la carrera de ingeniero agrícola en Inglaterra, concretamente en la Universidad de Downing. Esto en aquellos años era impensable que un malagueño se trasladara a Inglaterra para cursar estudios superiores.

Quizás un día cuente la historia de las bodegas que crearon estos dos emprendedores que fundaron la Sociedad Mercantil Colectiva Jiménez y Lamothe a finales de 1879. La firma Jiménez&Lamothe fue una de las empresas más poderosas del país.

Donde hoy me centro es en lo que para la sociedad de hoy es infumable, eso que he recogido en líneas anteriores: a la gente mayor y a los niños se les administraba coñac como medicina.

Voy a contar solo el capítulo de las bodegas Jiménez y Lamothe relacionado con el coñac.

«En 1878 -copio textualmente el documento de referencia- se estableció en La Mancha una destilería dirigida por maestros experimentados venidos expresamente de Francia, que habiendo reconocido las excelentes cualidades de la uva de la provincia, se dedicaron a destilar el aguardiente por los procedimientos empleados en Cognac».

«La presencia de estos franceses -sigo copiando- venía dada por el bajo rendimiento del viñedo francés, destrozado por la filoxera. La muerte de uno de los socios hizo que se cerrase la destilería, y el gran depósito de aguardiente que quedó en el país fue comprado después de algunos años, en 1886, por los señores Jiménez y Lamothe».

Al catar el producto, los conocedores más experimentados de Cognac a quienes se presentaron numerosas muestras, declararon unánimes que nada tenía que envidiar aquel aguardiente al cognac de la Charente de los mejores años y cosechas.

Así nació el aguardiente tipo cognac de las Bodegas Jiménez y Lamothe, uno de los más antiguos o el más, tal vez, de España. Es el que hoy, en 2016, conocemos como Brandy 1886.

Expansión de la empresa

Poco después del hallazgo se inició su comercialización bajo la denominación de Old Brandy; la palabra Cognac, nombre de la ciudad donde se creó la bebida, hubo que eliminarla. Hoy, aunque la gente pide un cognac, en la botella no aparece esa palabra. Se ha sustituido por Brandy.

Cuatro años después de iniciarse en la elaboración de vinos fundaron, ante el notario don Miguel Cano de la Casa, la Sociedad Mercantil Colectiva Jiménez y Lamothe. Cuando crearon la empresa ya habían puesto en el mercado casi once mil hectolitros de vinos diversos, entre 1875 y 1879.

Ante el éxito de sus vinos, que empezaron a exportar a medio mundo, ampliaron las instalaciones de Málaga y adquirieron en 1888 más de 44.000 metros cuadrados en Manzanares. Las bodegas de Manzanares llegaron a producir diariamente entre 70 y 80 hectolitros de alcohol rectificado de 96 a 97 grados, una parte para las necesidades de la casa y el resto para ser vendido a los centros vinícolas de Jerez, Málaga, Cádiz, Tarragona, Barcelona€.

Bueno para la salud

Después de esos breves apuntes, me centro en lo adelantando en líneas anteriores sobre los beneficios del consumo del coñac.

Jiménez & Lamothe empezó a enviar muestras de la nueva bebida a laboratorios, catedráticos, asilos, hospitales, médicos€, no solo de España sino del extranjero. De las muchas cartas y testimonios recibidos en la bodega agradeciendo los envíos he seleccionado parte de ellos que, repito, hoy, en 2017, pueden calificarse de€ dejo los adjetivos calificativos a los que hayan llegado hasta aquí.

Doctor Castellarnau, director del Instituto Hidroterápico Barcelonés, octubre de 1894: «Debo decirles para su satisfacción que lo he prescrito repetidas veces con buen resultado para llenar algunas indicaciones tónico-excitantes».

Doctor Bartolomé Robert, catedrático de Patología y Clínica Médica de la Universidad de Barcelona, octubre de 1894: «Reúne las mejores ventajas para ser administrado a dosis convenientes en todos aquellos casos de afectos morbosos que autoricen el empleo de un remedio excitante de la mayor parte de las funciones orgánicas y especialmente las cardíacas y cerebrales».

Doctor Tolosa Latour, médico jefe del Asilo del Sagrado Corazón, julio de 1894: «En los niños, sobre todo, a cortas dosis, en los estados infecciosos y adinámicos, mezclado con la leche o con el te, se observan en poco tiempo muy buenos efectos».

Doctor Hernández Briz, médico de número del Hospital General, Madrid, junio de 1894: «Es digno de ser recomendado en todos aquellos casos en que como excitantes difusible y tónico esté indicado, bien solo o asociado a la infusión de café o te».

Ilmo. Sr. D. Juan Giné, decano de la Facultad de Medicina, director del Manicomio Nueva Belén, agosto de 1894: «Remedio para las afecciones agudas graves de pecho de los niños (bronquitis capilares y bronco-pneumonías, amenazados de muerte de hiposistolia del corazón» y «lo empleé en todos los enfermos en quienes se cree indicado (pneumonías, gripe, difteria gangrenosa, hemorragias uterinas€».

Don Sebastián Pérez Souvirón, médico cirujano del Hospital Civil de Málaga, enero de 1895: «Ha constituido un verdadero auxiliar para combatir la astenia en las enfermedades infecciosas».

Doctor Clarence Visick, licenciado del Real Colegio de Medicina y Miembro del Real Colegio de Cirugía de Londres, enero de 1896: «En casos de postración nerviosa, vómitos pertinaces, convalecencia de fiebre, dispepsia. Y en muchos casos de decaimientos peligrosos en los niños, la adstricción del cognac hecho de puro vino ha salvado centenares de vidas».

¿Nos tomamos una copita de aguardiente tipo coñac, brandy o jeriñac para celebrarlo?