Se cumplen 80 años del crimen de la Carretera de Almería, aquel episodio terrible de violencia desatada sobre miles de huidos indefensos. Más de 150.000 personas abandonaron Málaga en las últimas horas del 7 de febrero de 1937, para ser ametralladas y bombardeadas en los tres días siguientes por aviones italianos y buques de guerra franquistas, en un sórdido ejercicio de tiro al blanco que dejó cerca de 5.000 muertos en campos, cunetas y acantilados.

El gran héroe de aquellos días oscuros fue el médico canadiense Norman Bethune, receptor de homenajes, investigaciones y recuerdos emocionados y merecidos. Bethune había llegado a Madrid en diciembre de 1936, cuando se combatía cuerpo a cuerpo en la Ciudad Universitaria. Todo era un caos, nadie le hacía caso, hasta que pudo conocer al comunista italiano Vittorio Vidali, alias Comandante Carlos Contreras, que le habilitó un antiguo pabellón diplomático para que pudiera realizar sus exitosas transfusiones de sangre y salvar así la vida de centenares de heridos.

Tina Modotti, actriz, artista, polifacética fotógrafa, enfermera de guerra, era la pareja de Vidali. Pero no sólo eso. Conoció de esta manera en Madrid al doctor Bethune, y cuando éste consiguió en Canadá los fondos necesarios para montar su equipo se unió a su esperanzador proyecto. Bethune y Tina Modotti compartían capacidad de trabajo, entusiasmo de espíritu y una sólida vocación de servicio a los más débiles. Igual que Matilde Landa, que merece un artículo propio. Cuando Bethune decide viajar a Málaga, sitiada por los franquistas, Modotti se une a él, aunque no logran llegar a tiempo: cuando alcanzan Almería la capital malagueña ha sido tomada y encuentran una avalancha de refugiados, sobre todo ancianos y mujeres y niños, hambrientos y agotados, que colapsan la ciudad.

La figura de Modotti, una mujer para la Historia del siglo XX, quedó eclipsada por la imponente presencia de Norman Bethune. Sin embargo trabajaron juntos, codo con codo, y organizaron la red de acogida en Almería que pudo atender, mal que bien, a los cerca de 50.000 refugiados que llegaron desde Málaga. Muchos de los que salieron decidirían volver, otros se quedaron por el camino, atascados por el frente -estabilizado en Motril gracias a la oportuna llegada de refuerzos de las Brigadas Internacionales- o simplemente destrozados, al límite de sus fuerzas. Lo que vio Tina Modotti en Almería y en la carretera de Málaga marcó profundamente su forma de pensar. Todas sus biografías recogen que el dolor que sintió ante la multitud desesperada y ante la crueldad de los franquistas -hubo un feroz bombardeo en Almería el 12 de febrero cuyo único objetivo era de nuevo la indefensa población civil de refugiados- le acompañó el resto de sus días.

Así lo afirman Pino Cacucci (Tina Modotti, Circe, 1992), su más completa biógrafa, Christiane Barckhausen-Canale (Tina Modotti, Txalaparta, 1998), y por supuesto la superlativa Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, que en su biografía novelada Tiníssima -o novela biográfica, como se prefiera- relata el encuentro madrileño de la Modotti con Norman Bethune, y sus esforzados trabajos en una Almería abandonada por las autoridades: «el bombardeo cesa. Los edificios en llamas iluminan las caras de hombres y mujeres en estado de shock. A Tina le duelen los oídos, le gustaría no tener ojos. ¡Dio, cuántos niños solos! Algunas niñas mayores se hacen cargo de sus hermanitos, pero casi todos corren buscando a su madre».

A raíz del sufrimiento vivido en Almería, Tina Modotti y Matilde Landa (de quien ya hemos dicho que merece un artículo exclusivo) se vuelcan con los niños, las víctimas invisibles de todas las guerras y todos los conflictos. Dejan una huella profunda en Almería: el investigador Antonio Ramírez Navarro ha logrado acreditar que el Socorro Rojo (la organización para la que trabajaban Modotti y Matilde Landa) atendió a 22.000 personas llegadas de Málaga (El optimismo de los desesperados: Historia del PCE en Almería 1922-1939; Universidad de Almería, 2016). Su trabajo evita un desastre y una mortandad mayor entre los que lograron sobrevivir a las bombas, los ataques aéreos, el cansancio, el hambre y la desesperación.

Tras abandonar Almería, rumbo a Valencia, Modotti se vuelca con su nuevo objetivo: alejar a los niños de la guerra salvaje y sin normas que se libra en España. Las fotografías más conocidas muestran los barcos que salieron desde Bilbao rumbo a Rusia, llenos de niños de la zona republicana, víctimas de los bombardeos de la Legión Cóndor alemana, huérfanos ya muchos de ellos. Sin embargo apenas se sabía nada del mercante Cabo de Palos, que sería el primero en salir, el 21 de marzo desde Valencia y con destino a la Unión Soviética, con 70 niños procedentes de Madrid, Málaga, Almería, Játiva, Oliva y otros pueblos valencianos (lo rescata Laura Branciforte, citando otras fuentes, en un artículo académico titulado Tina Modotti: una intensa vida entre Europa y América). La magnitud de la tragedia vivida por quienes huyeron de Málaga aquel frío día de febrero de 1937 fue tal que incluso el fotógrafo Robert Capa viajaría a Murcia y Almería (con Gerda Taro, otra mujer para la Historia) a fotografiar a los refugiados procedentes de Málaga, en cuyas caras el genio húngaro vio los inconfundibles surcos que cavan el miedo y la desesperanza.

Tina Modotti siguió trabajando en el Socorro Rojo, ayudando a los más humildes y a las víctimas de los bombardeos y los combates. Su compromiso se mantuvo firme: si en febrero de 1937 se topó de frente con una desbandada masiva, justo dos años más tarde sería ella misma quien abandonaría España por la frontera de Gerona con Francia, una más entre decenas de miles de republicanos derrotados. A pie, soportando el invierno pirenaico, quiso cruzar la frontera confundida entre soldados y madres, entre ancianos y niños. Muchos huidos de Málaga le deben un mínimo gesto de cariño, un trozo de comida, quizás la vida. El 5 de enero se cumplieron 75 años de su muerte, joven aún -tenía 46-, llena de vida, ilusiones y esperanza. «Porque el Fuego no muere», le escribió Pablo Neruda a su muerte. Incandescente, su recuerdo pertenece a las estrellas.