Dirige el centro de crowdworking La Farola, un espacio que está abierto desde hace algo más de un año en el edificio de Tabacalera a través de la iniciativa Andalucía Open Future y en el que conviven varias startups (empresas de reciente creación y base innovadora) con el objetivo de acelerar sus proyectos, aprendiendo al tiempo unas de otras. La iniciativa, en la que han participado ya casi una treintena de empresas y que ultima la convocatoria de la cuarta edición de participantes, cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Málaga, la Junta de Andalucía y Telefónica. Juan Carlos Urbano ha sido además uno de los ponentes que intervinieron hace unos días en la Startup Europe Week, un evento impulsado por la UE que ha permitido a Málaga, desde su Polo de Contenidos Digitales, dar a conocer los servicios que las diferentes instituciones de la ciudad ponen a disposición de los emprendedores.

En Málaga se están haciendo muchos esfuerzos por el emprendimiento, ¿hay algo que nos distinga del resto de ciudades?

Málaga es punta de lanza en cuanto a entorno de emprendimiento. No todas las ciudades tienen un potencial similar, con tantos actores ayudando con recursos y herramientas para la creación de empresas. Creo que en este sentido nos favorece que hay más jóvenes con chip emprendedor que en otros sitios, algo que se esta incentivando desde los ámbitos educativos y la Universidad. Es un modelo que hay que cultivar. Los jóvenes deben tener como meta ser los dueños de sus propias empresas. El volumen de demandantes de empleo del futuro no va a poder ser absorbido solo por multinacionales, grandes empresas o corporaciones públicas. No va a venir una multinacional a contratar a los miles de desempleados que hay, la única opción que existe a día de hoy es el autoempleo por el autoemprendimiento. Muchos jóvenes ya están cambiando la mentalidad pero hace falta más labor de comunicación.

¿Qué se les puede ofrecer a los que se deciden a dar el paso?

El mercado está atendiendo cada vez más a la industria de contenidos digitales y, en este sentido, lo que sobra en Andalucía y Málaga es creatividad y talento. Pero hace falta canalizar y poner mimbres a esta creatividad porque los jóvenes muchas veces no tienen el conocimiento sobre montar empresas. Para eso hay organismos como los CADE de la Junta de Andalucía, las incubadoras de Promálaga, el proyecto The Green Ray de la Universidad de Málaga, el BIC Euronova en el Parque Tecnológico o nosotros, que somos una aceleradora . También está el proyecto Edufinet de Unicaja, que dota de cultura financiera a los jóvenes. El ecosistema existe aunque, eso sí, tenemos que darlo a conocer más y bien.

¿Se corre el riesgo de que tanto esfuerzo quede algo dispersado y el emprendedor se pierda a la hora de saber a quién acudir?

Efectivamente, ese riesgo existe, por eso Andalucía Open Future quiere servir de núcleo de unión. No somos competencia de nadie, sólo un eslabón más de la cadena. Si hay empresas que consideramos que todavía no están para un proceso de aceleración, las ponemos en contacto con los CADE, Promálaga, la UMA o el BIC. Lo importante es que esos proyectos sigan en el círculo emprendedor.

¿Cuándo una empresa está lista para poder ser seleccionada para las aceleradoras de Andalucía Open Future?

Cuando tiene un producto mínimo viable, algo tangible con el que se haya podido generar ya algo de facturación en el corto plazo y que haya despertado interés entre potenciales clientes. Siempre le digo a los emprendedores que lo importante es validar y medir si tu producto es vendible y ha despertado una necesidad. Porque si nos has logrado eso, no tienes nada. Hay gente que viene enamorada de su idea. pero si no vende no hay negocio alguno que acelerar.

¿Cual es la clave para el éxito de un proyecto?

¡Si lo supiese! (risas)... no hay una clave, simplemente tiene que haber esfuerzo, perseverancia y compromiso. Eso es lo importante.

Quizá en España lo que se echa de menos es que todas estas startups den luego un salto de dimensión y se transformen en empresas de gran tamaño, como sucede en EEUU.

En eso estamos. Uno de los retos de La Farola es profesionalizar las empresas para que una firma que factura 250.000 o 300.000 euros al año pueda dar un salto exponencial. Para ello les ayudamos a buscar socios y clientes finales, celebrando rondas de inversores. Creo que en general Málaga tiene un polo de business angels (inversores privados) que hay que poner en valor aunque puntos como Madrid y Barcelona nos siguen sacando ventaja. Es algo, en todo caso, que está en nuestro debe. Tenemos que ser capaces entre todos de captar más inversores privados para proyectos empresariales. Málaga debe ser para ellos una marca de ciudad que cuenta con empresas y startups de gran nivel. Y que eso les haga venir. Es un reto y se está trabajando en ello. Ocurre también que algunos emprendedores lo que quieren es obtener financiación pública. El problema es que no puedes gastar todas las balas en focalizar tu proyecto para pedir la subvención. Lo que hay que hacer es ser atractivo para el inversor privado para que te ponga dinero. Esa mentalidad hay que cambiarla.

Tras el paso por las aceleradoras e incubadoras, ¿hay acompañamiento para estas empresas o pasan una especie de travesía en el desierto?

En Málaga, todos los actores implicados ofrecen acciones posteriores a estas fases como la posibilidad de alojamiento para las empresas en naves a través de créditos blandos. Habrá algunas empresas que necesiten más soporte que otras. Pero no se les deja solos para que mueran en la orilla.

¿Tiene que estar preparado el emprendedor para el fracaso y no traumatizarse por ello?

Por supuesto. Tenemos que quitarnos la idea del fracaso empresarial como algo malo. En los países anglosajones, de hecho, se ve como algo positivo en el sentido de que te da experiencia. Cuando acudes a un inversor a solicitar dinero para un proyecto te preguntan cuántos negocios has tenido antes y si has fracasado, porque saben que esto te ha servido de lección y estás más maduro. En España no digo que haya miedo al fracaso pero sí vergüenza a fracasar.