Cuando llueve en Málaga, la provincia se sumerge en el caos. Desde hace siglos, las inundaciones son fenómenos recurrentes que azotan la Costa del Sol y, pese a que se conocen las causas y cómo menguar su potencial destructivo, periódicamente los malagueños ven sus casas, locales comerciales y polígonos industriales anegados; incluso, con víctimas mortales. Pasada la sorpresa inicial y la promesa de actuar de las instituciones, el análisis de lo sucedido se suspende, se pospone. Para paliar ese déficit informativo, seis profesores del departamento de Geografía de la Universidad de Málaga (UMA), liderados por el catedrático José Damián Ruiz Sinoga, han elaborado una publicación divulgativa que ahonda en las causas de los temporales, explica por qué hacen tanto daño en la provincia, analiza las zonas más expuestas y propone una serie de recomendaciones para prevenir, antes que curar.

Ruiz Sinoga explica que la idea era hacer una publicación muy didáctica, simple, para los colegios, los institutos, los medios y los ciudadanos. La profesora María Jesús Perles Roselló señala que cuando se da una inundación hay que tener claro que «los procesos están interrelacionados» y lo que se pretende con esta publicación es analizar «el conjunto de aportaciones y enfoques para gestionar una inundación de forma efectiva».

Fenómenos recurrentes

El profesor José María Senciales recalca que Málaga es una ciudad mediterránea, «sometida al comportamiento típico del clima mediterráneo, con fases de sequía y torrencialidad» y hay que conocer que el de las inundaciones es un fenómeno recurrente. «La mejor medida de prevención es estar preparados», añade.

El catedrático emérito Emilio Ferre es categórico: «Hay que adaptarse al medio, no que el medio se adapte a nosotros». ¿Por qué se dan tantas inundaciones en Málaga? En primer lugar, porque se dan mareas meteorológicas y temporales de levante que dificultan la evacuación del agua desde ríos y arroyos si coinciden con lluvias torrenciales.

Por otro lado, se encuentra la orografía de la provincia, en especial en la costa, con montañas con cuencas pequeñas en las que el agua se concentra en arroyos y ríos, llegando muy rápido a la desembocadura, explican en el tríptico. Los suelos, además, son poco permeables, por lo que son proclives a la generación de avenidas. Además, hay escasa vegetación, lo que hace que la lluvia caiga sobre suelo desnudo y propicie la erosión. Por último, Málaga ha urbanizado numerosas zonas inundables.

El profesor Benjamín Galacho se queja de que, pese a la recurrencia del proceso y a los estudios efectuados ya, por ejemplo, sobre las inundaciones del 89, no se entiende que se prefiera seguir construyendo en el Polígono Industrial Guadalhorce, una de las zonas más conflictivas en este sentido.

Requisitos para construir

En la misma idea abunda Emilio Ferre: «¿Qué ha cambiado, por qué se rebaja el nivel de protección o el requisito para construir?». Los expertos se refieren a por qué se siguen construyendo en la zona naves industriales, centros comerciales o la segunda pista del aeropuerto. «Dónde llega la información y qué manejo se hace de ella», se pregunta en referencia a los estudios anteriores que las instituciones han desoído. Dice sentir «impotencia», y añade: «En los grupos de investigación haces tu labor con ilusión, pretendiendo que sea útil». En el lado contrario de la balanza, ponen la reforestación que se hizo en la cuenca del Guadalmedina desde principios de siglo, buen ejemplo de ello son los Montes de Málaga. «Ya en 1907 se piensa en hacer un pantano y reforestar las cuencas». La profesora Perles añade que sigue faltando reforestar la margen derecha del Guadalmedina.

Ruiz Sinoga pone como ejemplo de esa desidia institucional que, tras las inundaciones del 89, se elaboró un estudio para reforestar la zona del Guadalhorce, los arroyos, llegando hasta Totalán. Los propietarios estaban dispuestos a reforestar, sólo pidieron financiación, «eso se quedó ahí, se olvidó». El suelo desnudo es muy proclive a sufrir erosión cuando llueve. «A un proceso complejo le corresponden solucionas complejas», dice Ruiz Sinoga.

Juan Fernández Murillo propone que, además de otras actuaciones, «hay que aplicar la normativa». «Los espacios inundables son zonas llanas, apetecibles para urbanizar», explica María Jesús Perles. ¿Cuáles son las áreas sensibles? Las zonas urbanas con un patrón poco adaptado a la inundación, por ejemplo aquellas que tienen construcciones transversales al flujo, como paseos marítimos u otros bloqueos por mobiliario urbano; los entornos perirubanos, las zonas en las que crece la ciudad, que suelen presentar un patrón de ocupación desordenado, no siempre regulados (con viviendas ilegales). Generan residuos que, arrastrados por la fuerza del agua en los arroyos, provocan atascos; las urbanizaciones costeras en llanos de inundación, como Guadalmar, o las que están en las primeras elevaciones montañosas (Cerrado de Calderón), con alta velocidad de la escorrentía en los viales de acceso.

Ruiz Sinoga destaca que de la Malagueta al Palo hay un paseo marítimo que actúa en el 95% de los casos con un «efecto barrera de zona de evacuación». «Es un ejemplo de inadaptación al medio», señala.

El cambio climático, advierte Perles, va a acentuar «la tendencia de la torrencialidad», a lo que Sinoga agrega: «Aumenta la temperatura, hay menos humedad en el suelo, más evaporación, la vegetación se va a readaptar, algunas especies van a morir, si hay más suelo desnudo habrá más erosión, lo que se conoce como chocolate». Senciales recalca que, si aumenta el nivel del mar, el agua se tragará bastantes centímetros de playa y, por tanto, la dificultad de desagüe será mucho mayor.

Recomendaciones

Como recomendaciones, proponen ejecutar planes de ordenación del territorio basados en criterios de sostenibilidad ambiental, considerar las zonas inundables como espacios determinantes en las propuestas de ordenación, intensificar la cubierta vegetal, actuaciones hidráulicas en redes de drenaje, incrementar la capacidad de la evacuación de avenidas en zonas urbanas, evitando las barreras para que el agua llegue al mar. No basta, dicen los expertos, con hacer un mapa de puntos negros, sino que hay que divulgar los riesgos a la población, colocando mapas de riesgo en las web de los municipios. Asimismo, aconsejan poner en marcha los sistemas de alerta a nivel ciudadano con tecnología 4G. «Se ordena el territorio sin sentido común», concluye Ruiz Sinoga y, como señala Perles, no se trata solo de hacer obras de encauzamiento, sino de sentido común. Es un fenómeno complejo que requiere, insisten, de soluciones muy complejas.