Según la Encuesta sobre Uso de Drogas de Enseñanzas Secundarias, el 16% de los jóvenes de entre 14 y 18 años han consumido ansiolíticos o somníferos alguna vez en su vida. Esto supone un incremento del 9,2% con respecto a 1994. El consumo se ha multiplicado en la última década. Según datos de Ministerio de Sanidad, en 2005, un 5,1% de los jóvenes habían ingerido tranquilizantes alguna vez, mientras que en 2013 se registraban datos del 12,3%.

La psicóloga Elena López achaca este consumo a varios aspectos. Uno de los motivos es la cultura de la inmediatez en la que buscamos soluciones rápidas: «No toleramos la infelicidad o el dolor. De hecho, preferimos ser enfermos que infelices; así es nuestra cultura. A esto le podemos sumar la etapa de crisis vivida, con altos niveles de incertidumbre». Además, López asegura que hay una cierta medicalización de la vida, ya que «estamos tratando de resolver problemas laborales, personales, familiares o sociales como si fueran enfermedades, a través de fármacos». Por otra parte, la normalización del consumo también es un motivo de peso: «No es raro que hayamos visto a nuestros padres o abuelos tomar psicofármacos en algún momento».

La psicóloga Jara Pérez también opina que la causa principal del incremento del consumo es una menor tolerancia a sentimientos negativos: «En nuestra cultura se está implantando la huida de determinadas emociones como son la tristeza, la melancolía, la rabia o la impotencia, pero es necesario transitar por esos sentimientos para ser personas completas. Bajo mi punto de vista, esa es una de las principales causas de la toma de ansiolíticos y antidepresivos». Por otra parte, afirma que hay intereses económicos involucrados en este fenómeno: «Supone un negocio para las empresas que comercializan estos medicamentos y hace que la tendencia sea cada vez mayor».

Otro de los datos que revela la encuesta es que las chicas superan en consumo a los chicos, aumentando con la edad. Las chicas de 18 años consumen más del doble con respecto a ellos. Sin embargo, los chicos se inician antes en el consumo. Asimismo, casi la mitad aseguran haberlo hecho sin receta médica, aunque esta tendencia está disminuyendo.

Según Jara Pérez, que las mujeres tomen más tranquilizantes se debe a un sesgo de género en el diagnóstico. Asegura que el 80% de las mujeres que van al hospital con síntomas que evidencian un infarto, reciben tratamientos psicofarmacológicos, ansiolíticos o antidepresivos, mientras que el 60% de los hombres con los mismos síntomas reciben tratamientos trombolíticos. Elena López, por su parte, advierte de que las mujeres están sometidas a muchas presiones y que, aunque procesen mejor y más rápido las emociones, las expresan con más facilidad que los hombres y eso puede desencadenar en que demanden ayuda y recurran a psicofármacos con más frecuencia.

La edad media de iniciación en el consumo es de 14 años y no ha variado desde 1994. El Ministerio de Sanidad, a pesar de estos datos, asegura que el consumo de estas sustancias ha disminuido.

Ambas psicólogas reiteran que el consumo regular o descontrolado puede llegar a crear graves problemas de dependencia. López apuesta por evitar el consumo. «Es necesaria la regulación emocional y la adaptación a la vida misma, pues las dificultades y las emociones negativas» forman parte de nuestro día a día. La terapia psicológica es una buena opción, incluso darnos tiempo y permitirnos estar mal», apunta.

Expertas

Jara Pérez. Málaga

« En nuestra cultura se está implantando la huida de determinadas emociones como son la tristeza, la melancolía, la rabia o la impotencia, pero es necesario transitar por esos sentimientos para ser personas completas. Bajo mi punto de vista, esa es una de las principales causas de toma de ansiolíticos y antidepresivos».

Elena López. Málaga

«Hay una cierta medicalización de la vida, en la que estamos tratando de resolver problemas laborales, personales, familiares o sociales como si fueran enfermedades, a través de fármacos. Esto se suma a una cultura de la inmediatez, de soluciones rápidas, en la que no toleramos la infelicidad o el dolor».